miércoles, 10 de diciembre de 2008

Abracadabra

"No quiero un novio vaquita", pero ella insistía y se posaba en mi hombro, caminaba por mi panza, se detenía en mi mano.
"Pero si así estoy bien. Qué necesidad de estar conociendo gente nueva".
"Al menos para entretenerte".
"Pero si no estoy aburrida"
"Bueno, para divertirte"
"Ya te dije, no estoy aburrida"
"Bueno, para conocer gente nueva"
"Y qué tal si me dejás de joder. No veo hace meses a los mil amigos que ya tengo, voy a complicarme con uno más, nuevo y desconocido. Pero acaso, qué carajo pasa con sus vidas que todos están empecinados en buscarme un novio ("una compañía, al menos") a mi.

A vos te parece Yulai, complicarme la vida con un amor civilizado, si a mi tampoco me quita el sueño llegar a fin de mes. Ok, contigo pan y cebolla, tampoco nene, que tener hambre me pone de pésimo humor, y vas a rogar tener dos papas al menos, además del pan y la cebolla, con tal de hacerme un puré y que cambie esta carita de culo que .............decime, mi cara de culo, no es especial?. Porque no es cualquier cara de culo. La mía como que tiene más............porque además, Yulai, qué me importa a mi si "es un buen candidato, porque fijate vos, que con esa edad ya tiene una 4 x 4, y una casa en un barrio privado, y una lancha con la que sale a navegar los domingos", si a mi me gusta dormir la siesta, sola, tomar mate, sola, porque no soporto el ritmo de los otros, y yo lo tomo hirviendo, lavado y de manera compulsiva, y no puedo esperar a que otro (él), tome mientras charla, hojea el diario, y me dice, "gordita, que bien la pasamos anoche" o "qué tal si vas poniendo el agua para los ravioles". Pero querida, yo me voy a la cama sola y agradezco estar sin compañía, si es por mi, quedate tranquila, que la cama grande se disfruta más así, sin que nadie me toque la piernita, si hasta me da calor dormir abrazados y además con este acolchado de pluma de ganzo, qué nivel, me alcanza y sobra, porque abriga y no ronca, y si hasta después del amor, lo que más deseo es tener la cama de "El Lado Oscuro del Corazón".

Sabés Yulai, que de tanta soledad me hice adicta al Klaro Plancha Fácil y a la guía Filcar. Mirá vos, y yo que me negaba a usarla porque prefería preguntar, y tanto dicen que "preguntando se llega a Roma", y caminando, aunque haga calor, estés cansada y con hambre, y el bolso pese, hablando de ojos y de bocas, de escultores, de poetas, de hombres de papel, espacios vacíos, libros viejos, las relaciones con un padre, los semáforos, etc, etc, se llega a Avenida Córdoba y Scalabrini Ortiz, y mirá vos que está tan linda la noche, que ni me di cuenta de la hora que se hizo.

Pero viste como es esto Yulai, la vida es medio un juego, no te parece. Si la plata del estanciero no es la única "de mentira", porque de qué nos sirven todos los billetes de cien pesos que sepamos conseguir, si no tenemos un amor que nos haga ver todo de otro color, por quién pasarnos la noche en vela, a quien servirle el pan en la mesa.
Y entonces así, como por arte de magia, se cumple eso que un día leí, que "la vida da revancha", y te sacude, y te sorprende, y yo que estaba como la Coca Sarli, pero sin esas tetas descomunales, claro, llorando por Armando mil años después.
Porque si no es verdad esa frase de la revancha de la vida y esas cosas, cómo se explica que un martes cualquiera de noviembre, cerca de las siete de la tarde (cómo me gusta el atardecer Yulai), en un Falcon dorado, con dos dados negros colgando del espejito retrovisor, encontrás el amor. Cinco horas y un té sin limón, para volver enamorada como nunca. Y estar cuarenta y cinco minutos parada, sin poder reaccionar, ni sacarme la cartera de encima, ni los zapatos, ni nada. Sin poder entender cómo "de la nada", encontrás a tu sueño masculino hecho realidad. Será real, Yulai? No creo, es un sueño. Pero como soñar se puede, y "no sólo se puede, se puede y se debe", yo elijo soñar, Yulai, si para noticias tremendas, llenas de sangre, injusticia y dolor, está la vida que no es el Estanciero, no creés.

Asique, parece que de las galeras de los magos, además de conejos, palomas, y pañuelos de seda de colores, pueden salir también historias de amor como ésta, sabías Yulai. Y sin que lo esperaras ni lo imaginaras siquiera, un sueño de amor se te instala en el cuerpo, en la mente, en el alma, y viajás en una nube, como si fuera un globo aerostático, que te lleva a sobrevolar sobre todo aquello que creías imposible.

Y ahora qué hago, Yulai, con las pancartas que pinté con acuarelas azules, verdes y amarillas, que decían: "yo no me enamoro más", y con el cartel enorme que dice "Prohibidas las escenas románticas", con el que te topás al entrar a mi cuarto. Creo que voy a romper todo eso en mil pedazos y armaré un fueguito en donde quemarlos.

Y a los dos días el sueño de amor se te hace carne, Yulai, y se te adhiere en tu cabeza, en tu retina, en tu corazón, y tus árboles de navidad ya no tienen bolas frías, en verde, rojo o azul metalizado, sino pajaritos de colores que cantan "piopio viva el amor" . Y Anita dice que como Urano tocó mi sol, o tengo Saturno en las venas, o algo así, puedo curarme sola, pero a mi me está curando el amor Yulai, y vivo un milagro con las lumbares desinflamadas, y que lindo es caminar y respirar al mismo tiempo, sin morir en el intento, no te parece.
Y no me da miedo pasar veinticuatro horas con él, comiendo Nugatones y tomando agua con hielitos, tocando la guitarra a lo Carla Bruni, cubierta unicamente por mi diminuta ropa interior transparente, sentada sobre sus guías amarillas, esas que están al lado de la mesita del teléfono.

Y fijate Yulai, que justamente ahora, cuando más que antes, más que nunca, más que siempre, yo me quiero despertar, él llega a mi vida con sus "curitas" de amor, y tiene razón Yulai, cuando dice que "si de despertares se trata, hay mil cosas preciosas para sacarse la modorra".

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Sueños ensamblados

Lorena P. daba a luz a su primer bebé, pero finalmente, en la cuna que estaba a los pies de su cama de hospital, y con pulsera blanca como llevan todos los recién nacidos, había un perro. La tirita de plástico blanca decía Boby, 1-10-08. Ella gritaba como una condenada y se agarraba la panza a la altura del elástico de la bombacha. Le dolería la herida de la cesárea, no creo que haya dado a luz a un perro por parto natural.
Una de esas revistas "amarillas", tipo Caras o Gente, quería si o si, tener la primera nota con la madre primeriza y su hijo-perro, pero no estaban dispuestos a pagar los millones de dólares que el representante de la ex gordita de la televisión pedía. Ok, mentía él, jeans, saco de traje azul con botones dorados de marinero, mocasines sin medias, al mejor estilo Julio Iglesias: o pagan la suma que nosotros pedimos o le vendemos la nota a esas dos revistas de España que no paran de llamarnos desde que el perro dijo el primer "guau".

A mi me estaban por operar por segunda vez de la columna. Ya estaba lista, sentada en un rincón de esa habitación llena de cunas, madres, gritos de trabajo de parto, camas de caño blanco, muchos ambos verdes y celestes. Ya me había bañado con Pervinox líquido envase amarillo, y de mi piel emanaba un olor penetrante, tipo el Espadol que usaba la abuela cuando se le infectaban las piernas. El pelo recogido (la cofia todavía no me la habían puesto), con mi bata estampada con flores chiquitas y de colores.

Todos los medios de comunicación, transmitían en vivo y en directo desde la puerta de la clínica. Y la gente se iba a acercando para ver la cantidad de arreglos florales, canastas con productos para bebés, y paquetes de regalos, que llegaban para el cóquer negro recién nacido.
Papá miraba los noticieros desde casa, y no entendía cómo, mientras su hija, que ya casi no podía caminar y estaba a punto de ser metida en un quirófano para ser abierta al medio, había gente que tuviera interés en el hijo-perro de una chica que nadie sabe cómo, sin estar enferma, había adelgazado tantos kilos, y pasó de ser la gordita de la televisión, a la flaca que con más de treinta años compra ropa en casas de adolescentes y tiene cuerpo de nena de doce años.

(Yo sé porque esa chica, mientras camina en la cinta del gimnasio tiene un chupetín en la boca, le decía esa chiquita de trenzas largas a su mamá. Porque como no come se marea).

Candela se hacía la Nazarena Vélez y los labios colagenados en exceso le cambiaban tanto la expresión, que ya no se sabía si era una mujer, un pájaro, una tortuga, o una mezcla de todas esas cosas juntas.

Llegó el camillero y me llevó al subsuelo a donde más allá de los gabinetes en los que te dan el primer pinchazo con la anestesia, están los quirófanos. Mientras el médico me ataba el brazo con la gomita para hinchar la vena y me decía, abrí y cerrá el puño, intentaba distraerme contándome de la época en la que fue disc jockey en Punta del Este y bla bla bla, y a mi se me mezclaba el Padre Nuestro con Queen, y el Ave María con otra de sus anécdotas, "porque a los boliches en los que yo pasaba música iban siempre el negro Olmedo con el gordo Porcel, Moria, la negra Noemí Alan............un monumento era Moria". Y yo casi no lo escuchaba, porque ya estaba tan relajada y semi dormida, que adentro de mi sueño, tuve otro:

Un artista mexicano dibujaba sobre mi piel una mujer invertida con una boca enorme, carnosa y en un rojo intenso. Unos ojos claros que miraban hacia el cielo en un gesto de gratitud, como diciendo "qué maravilla la luna" o "mirá vos cuántas estrellas". Desde mi sexo hasta mis tobillos, su cabellera rubia, tupida y con rulos. En uno de mis senos, una jarra plateada de la que caían gotas de agua color azul.
Él con su vincha negra, y yo con mi sonrisa blanca, nos paseábamos entre los invitados. Yo me sentía como una novia entrando a la iglesia. Caminaba descalza guiada por él, mi artista, que me llevaba de la mano. Sentía que levitaba, y las voces de la gente llegaban a mis oídos como una melodía embriagadora. Algo así como vino dulce, mezclado con caramelos masticables de chocolate y de café, de esos que hay en una bolsa de nylon en la bodeguita de casa. Siempre como. Siempre los termino. Y siempre vuelve a haber más. (Yo no los compro).
Una vez en la tarima, y rodeados de sogas para que la gente lo dejara a él terminar tranquilo con su obra, yo me afirmé a la tierra y le guiñé un ojo al chico de seguridad que miraba desde el primer piso, como diciéndole "está todo bien".
Cuando nos tuvimos que trasladar a lucir el boceto a la calle, seguí sonriendo pero apreté la mano de mi artista con fuerza y le dije: si vamos presos te mato. Y él, chocho de la vida con continuar la obra de arte en el móvil policial y terminarla en la comisaría. Pero qué arte ni ocho cuartos detrás de las rejas, le dije ésta vez más fuerte, y le repetí: si vamos presos te mato. Pero los policías estaban encantados con la mujer invertida dibujada sobre mi cuerpo, y en lugar de sacar sus pistolas, al contrario, las guardaban, y a cambio no paraban de disparar, pero flashes, con las cámaras fotográficas de sus modernos teléfonos celulares.
Como intentando tapar con su voz la música que no acompañaba para nada la situación que estábamos viviendo, la animadora del evento gritaba sin necesidad, porque para eso tenía micrófono, y anunciaba con fervor, que en la avenida más importante de Ramos Mejía habían cortado el tránsito para hacer un body painting en vivo, y relataba entusiasmada cómo iba quedando el diseño sobre mis tetas, mi panza, mis muslos, mi culo.

El sonido de las ruedas metálicas de la camilla, contra el piso de cerámicos crudos con pintitas blancas, me sacó de mi sueño de arte. Sonaban teléfonos a lo lejos, las enfermeras decían permiso, permiso, de manera casi desesperada, mi mamá le avisaba a alguien que yo ya estaba volviendo a la habitación, un médico informaba: la operación fue un éxito, estamos todos muy contentos.
Yo estaba mareada y quería vomitar. Mi hermana tocó mi cabeza y en lugar de sentir placer como siempre, le respondí casi ladrando. Como el perro recién nacido de Lorena P, y Candela, convertida en una Nazarena colagenada, decía de manera firme, con determinación: dejen a Boby tranquilo y traiganlé un hueso urgente. Se está muriendo de hambre.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Se cortó la luz

Podés creer que anoche Yulai, cuando vos ya dormías y los vecinos de arriba continuaban con el descontrol nocturno de siempre, se cortó, DE NUEVO, la luz. Es cierto que no nos podemos quejar, después de esos meses en los que se cortaba día por medio, ahora hacía como dos semanas que no pasaba. Estaba viendo en la tele Talento Argentino, algo así, como un casting de disciplinas varias. Había imitadores de voces, (hubiera sido mejor que ese chico que intentaba, y no podía, con el Pato Donald, se quedara en su casa, no es por nada)..............una nena divina que hacía yoga artístico, y hasta tres locos que tocaban una sola guitarra, juntos, zapateando contra el piso y riéndose como locos, algo muy atractivo. El jurado masculino, uno a cara de perro, el otro, con su cara de "ni", y Caty, con su simpatía y sus caderas venezolanas de siempre, que se vieron interrumpidas por el milésimo corte de luz del mes. Pero pensándolo bien, mejor Yulai, porque justo estaba audicionando esa chica de Salta, alta y flaca, con sus botas blancas, su pelo suave, y esa voz tan dulce, sola sobre el escenario, acompañándose con su guitarra, y cantando "he perdido a mi niño". Y lo hacía con un sentimiento, Yulai, porque ella misma contó que perdió un hermanito, y por eso la eligió, porque se sentía reflejada con la letra de esa canción de cuna, de amor, de llanto. Y ahí me acordé de P, y del dolor de perder un hermano, y de cómo lloramos abrazadas ella y yo cuando nos enteramos de la noticia y nos reencontramos después de años sin vernos en esa casa grande de Belgrano. Y por qué siempre hay tiempo para un velorio y no para un cumpleaños Yulai.

Cortamos por la fuerza con el momento emotivo, y la chica con botas blancas y voz dulce, quedó debajo de la oscuridad de la pantalla de la tele. Te aseguro Yulai que este corte de luz inesperado, una noche negra de domingo, con cielo absolutamente encapotado, no me lo esperaba. Ni me gusta. Porque ni siquiera empezó a bajar la tensión como venía sucediendo, cosa de que una pueda no sé, mentalizarse al menos para el apagón.
A tientas fuimos con mamá, como pudimos, hasta el último cajón de la cocina, y entre cajas de fósforos sin uso y los guantes Mapa de repuesto, encontramos unas velas usadas, y como todavía era muy temprano y no teníamos sueño, nos pusimos a charlar, sentadas las dos en el sillón del living, con los pies sobre la mesa ratona, mientras ella comía Okebón con manteca mojadas en el té, y yo me devoraba el arroz con leche que tenía en la heladera.

Nos pusimos a recordar las últimas vacaciones en Parque del Plata, la pizza cuadrada del bar El Chuya, su dueña, gorda y con batones floreados, y la casa Cuatro Encantos, en la que pasamos el último verano juntos y donde se supo que yo estaba con algunos problemas.

La cosa fué así: después de evitar la merienda con chocolatada y churros en la playa, me fui sola a la casa. Me bañé. Me vestí con un jean y una remera enormes. Papá dijo cambiate ya y ponete esa musculosa blanca que te regalé yo, o para qué te compre ropa tan linda acaso. Esa ropa es linda para vos, a mi me gusta ésta. Si, pero te queda enorme. Si, y a mi qué me importa. Gritos, peleas, portazos, chau, agarré la bicicleta y me fui. Al bosque.
Se hizo de noche, se levantó un viento espantoso, volaban hojas, ramas. Y murciélagos. Empecé a tener miedo. Se me hacía cada vez más difícil andar en bicicleta con el viento en contra. Y como no veía nada, me perdí. Y perdí de vista todos los detalles que me ayudaban a regresar del bosque cada tarde cuando me escapaba en busca de soledad. Perdí la casa de la tía, que estaba ahí a la vuelta Yulai, pero esta vez no. O era yo la que no estaba a la vuelta de la casa, no sé. Perdí la garita de seguridad en la que jugábamos a escondernos. Perdí el banco roto, pintado de verde, en el que le dejé un mensaje de amor a A, y que me indicaba que si seguía derecho por ese camino, llegaba a la rotonda que quedaba a metros de Cuatro Encantos.
Era como una película de terror en la que yo participaba casi sin querer y en la que no sé cómo, aún sin esos detalles que en el bosque no encontraba, la garita, la casa de la tía, el banco roto pintado de verde, llegué finalmente a la rotonda que quedaba a metros de Cuatro Encantos, y vos que estabas leyendo en el porche un libro de aventuras, pudiste escuchar el estruendo de mi caída contra el piso.
Pegaste un salto a la vez que gritabas mi nombre, llamaste a papá, y salimos corriendo a hacer dedo, para llegar a la salita de primeros auxilios que también estaba perdida en medio del bosque de pinos y que yo no pude encontrar como para usar de guía y regresar, cuando intentaba escapar de mi película de terror. No tenían siquiera gasa para curarme las heridas, pero ahí nacían bebés, lo podés creer, Yulai?
Terminada la revisación y habiendo escuchado todas las indicaciones médicas: cubrite las heridas en tu casa, lavate con agua y jabón blanco todos los días, nada de arena, ojo con el mar, no corras, no andes en bicicleta, hacé reposo, ponete hielo, y comprá una faja porque las costillas rotas no se enyesan, nos fuimos caminando con papá. Él ya más tranquilo porque el mentón me había dejado de sangrar, miraba hacia adelante, y decía no te digo a los gritos, pero si de manera contundente: hasta que no me digas la verdad, no volvemos a casa. Vos decidís, por mi puedo pasarme en el bosque la noche entera, a mi no me dan miedo los muriélagos como a vos. Acaso qué pasa ahora que comés peras con yogur y no fideos, insitía. Y yo lloraba, y no hablaba. Y quería enmudecer para siempre. Y a la vez gritar, y pedir ayuda. Pensándolo bien, no era tan mala la idea de quedarnos ahí la noche entera, con la capucha del buzo rojo cubriéndome la cabeza, asi los murciélagos no se me enredaban en el pelo (a mi si me dan miedo, Yulai, mucho miedo)...........y al otro día veíamos qué pasaba. Quizás papá se olvidaba de la charla comenzada la noche anterior. Quizás yo milagrosamente, amanecía con hambre y volvía a ingerir alimento, como en los "sueños de felicidad", en los que comía pollo con la mano y me chupaba los dedos, y me daba cuenta que si, que todo había sido una pesadilla espantosa, plagada de huesos, cucharadas embrujadas de miel y ojeras negras.
Papá me contó todo, cuando volvamos a la Argentina vas a empezar un tratamiento, fué lo único que dijo mamá al otro día. Ella apoyada sobre la cómoda del cuarto que compartía con papá, con su malla naranja, y el sol iluminando sus ojos grises y sus rulos claros.

Se terminaron las Okebón y el té de mamá ya estaba helado. Yo le pasé la lengua a la compotera, en un intento desesperado por rescatar algo de arroz con leche. Las velas se habían consumido del todo.
Mamá se fué a su cama y yo me metí en la mía a leer la última revista "de moda y actualidad", que trajimos del kiosco, con la linterna Philips que me regaló papá cuando me fui a vivir sola, colgada del cuello. Con ese lazo es más cómodo, es como un teléfono con manos libres, una maravilla. A la una de la mañana, cuando ya estaba por apagar la linterna, y me levanté para hacer pis, encontré todas las luces de casa encendidas, desde qué hora estarían así, y yo quemándome las pestañas con la linternita, Yulai.

Me reí de mi y apagué una a una las luces. Recorrí la casa que ya dormía, y espié por la ventana a los vecinos de enfrente. Te cuento Yulai, la vida de ellos es siempre asi:
Ella fuma mientras lava los platos. Ella siempre está lavando los platos. Ella fuma muchísimo.
Él hace palabras cruzadas y toma Terma de manera compulsiva, en un vaso de trago largo. Sentado en una silla. De espaldas al televisor. Con calzoncillos a cuadros y ojotas Adidas con medias. Después dicen que la convivencia no mata la elegancia, dejame de joder.
Me daban ganas de sacar una silla de playa al balcón y sentarme a ver el árbol que crece justo frente a casa. Está enorme y es un atrevido, ya casi llega al quinto piso. Ojalá yo tuviera la mitad de vitalidad y fuerza que tiene el arbolito ése.
Pero al final no, nada de sillas de playa en el balcón. Apagué la última luz. Ella lavó otro vaso, encendió otro cigarrillo, él se volvió a servir Terma, ésta vez sacudió el sifón y gruñó porque estaba casi vacío guardado en la heladera, y yo me fui a la cama.

Y como no soy el árbol de enfrente, ni tengo la mitad siquiera, de su garra y su voluntad, tenía pensado dedicar el lunes entero a llorar y no comer, pero mirá vos Yulai, que amanecí a fuerza de despertador a la una y media de la tarde. Y descubrí que después de una semana había salido el sol, y en lugar de nubes negras, podía verse el celeste del cielo. "Hoy es un gran día", me dije, (que no es lo mismo que "hoy puede ser"................). Sacudí las sábanas que me tapaban hasta la cabeza, me levanté, y así como estaba: culotte con rayas negras y azules, musculosa gris, y descalza, hice el ejercicio del Pentágono:

"Tenaz me afirmo en la existencia.
Segura recorro el sendero de la vida.
Con amor protejo la esencia de mi ser.
Con esperanza en mi hacer.
Con confianza en mi pensar.
Estos cinco me guían en la existencia.
Estos cinco, me dan la vida".

Tenaz, segura, amor, esperanza, confianza, guía, VIDA. Esas fueron las palabras que Sergio subrayó en el papelito en el que me escribió los pasos a seguir para hacer el ejercicio cada mañana y encarar el día nuevo.
Yo soy tenaz, Yulai. Y soy segura. Pero a veces el miedo, se lleva mi esperanza, y pierdo la confianza, y siento que "mi" guía se desdibuja, se esfuma, como si fueran trazos hechos con carbonilla a los que no les ponés fijador. Y no me siento con la vida que tiene el árbol de enfrente, que crece con tanta fuerza que pareciera que le nacen mil hojas nuevas por hora, mirá vos. Pero me siento mejor. Y mejor es no llorar. Y alimentarse. Y nutrirse. Y limpiar con trapos de sol, los vidrios empañados de mi corazón. Y jugar a que: bailo, corro, salto, vuelo, y puedo, de nuevo, como antes, como cuando no me dolía la columna en el cerebro. Ni me dolía el amor, porque no lo conocía. Yulai, querés jugar?

miércoles, 15 de octubre de 2008

Rey (de corazones)

Resulta que yo estaba por actuar en un show de Stand Up. Con una malla enteriza blanca, parecida a la que usó Yulai en su exhibición de gimnasia deportiva, pero sin las rayas rojas, azules y amarillas, que exigía el uniforme del ateneo en aquel entonces. Me quedaba "pintada", como diría Susy, la dueña de la mercería. Desde los quince años que no usaba malla enteriza blanca. La vestuarista me había dado dos opciones, la negra que uso todos los días para nadar, o ésta, la blanca de mis quince. De ancho me quedaba bien, pero en lo tirante del largo, se notaban los centímetros adquiridos en altura en estos catorce años.

Mientras esperábamos a que terminara de llegar la gente para verme actuar, yo iba guardando en una bolsa, bombachas y corpiños diseñados por C. y se los daba a papá, que tenía pelo y barba, y vestía ropas blancas, como las que usaba cuando yo iba a la escuela primaria y todos mis compañeros de grado me preguntaban: tu papá es hippie?

Vaya uno a saber qué pasó con mi actuación en el show, pero de repente me encontré llegando con Rey, a la casa de Devoto, que en mi sueño no era nuestra casa, sino la de su familia. Sus padres tomaban mate con bizcochos de grasa, sentados en el comedor. Cuca, la amiga de ellos "de los Estados Unidos", estaba avejentada, con el pelo absolutamente blanco, como mi malla, sentada en una silla de ruedas, con el torso replegado sobre sus rodillas. Era como un papel perfectamente doblado en dos.

Rey me conducía hacia el cuarto de mis padres, que en el sueño correspondía a los suyos. Ésta vez estaba dispuesto a serle infiel a su novia (petisa, gorda y japonesa). No pasaba como hace poco, en la vida real, que se negó a verme porque "yo te quiero y me gustás y mejor no", "pero ahora qué te pasa, te volviste fiel, acaso", le recriminaba yo, mientras lloraba a mares y le rogaba, por favor, aunque sea dos minutos en la puerta de tu casa, salís a la calle, te digo algo y chau, si te he visto no me acuerdo, y además te prometo que no te voy a retar de nuevo porque un día creíste que mi flor preferida era el clavel y no el jazmín; con el escosor que a mi me producen los claveles, y cómo vas a confundir una flor tan preciosa, relacionada con el verano, la navidad, los renos y los trineos, con esas otras de cementerio. De nicho. De placa dorada. De muerto y muerte.

Yo no me animaba a hacer el amor en esa cama baja, cubierta con una manta de hilo tejida a mano, y sugería: vamos al cuarto de arriba que no hay nadie. Finalmente subíamos la escalera, pero resultó que en el cuartito ése, estaban cosiendo ropa, y como a él le molestaba el ruido de la Singer venida a menos, nos íbamos a la terraza.
En un rincón, había un colchón viejo de una plaza, de esos de lana, pesados. Tenía manchas de humedad. Me daba asco. Lo tirábamos en el suelo, cerca de la baranda que daba a la calle y nos cubríamos con un acolchado, negro, sucio, destruido, que también habíamos encontrado tirado por ahí, en algún otro rincón, cerca de una rejilla cubierta de hojas secas.
Yo temía que el padre de Rey, al escuchar ruidos, se asomara por la ventana que daba a la terraza con una de sus pistolas de colección, y nos disparara, y muriéramos los dos, abrazados y sin haber aprendido a relacionarnos, (yo sin soportar su abulia, ni las películas de caballos que le gustaban a él, y él sin entender por qué yo no sé disfrutar del ocio, y cómo es que me aburro viendo La Momia), con un tiro cada uno en la frente. Por qué no le avisás a tus viejos que estamos acá arriba?
En el piso de la terraza había una tabla de madera, llena de fiambres. Al lado de nuestro colchón, una mujer baja y gorda, de tez morena y pelo negro y largo, caracterizada como las mucamas de las novelas, con su delantal azul con delantal blanco de broderie, cosido en la misma prenda, acomodaba medias, bombachas y calzoncillos secos que recién había sacado de la soga que atravesaba toda la terraza y en la que aún quedaban broches sueltos, y cómo me molestan los broches vacíos en las sogas. Son como esos comentarios que están de más, como palabras dichas sin sentido.
Yo con todo mi amor, le daba de comer a Rey en la boca, con un tenedor de plata, del juego de vajilla de cuando su abuela se casó, trozos de salamín, cortados en pedazos ni muy grandes ni muy chicos.
A Rey, como si fuera el producto de una alergia, se le ponía la cara cada vez más colorada, y todo él se iba convirtiendo en un pelirrojo intenso, con una dentadura grande, blanca, perfecta. Y por qué no me avisaste que también eras alérgico al salamín, además de al aloe vera, lo retaba yo.
Rey se iba escaleras abajo y como por arte de magia, yo aparecía en un auto que recorría con marcha lenta las calles oscuras de Devoto. Era un Taunus verde seco, del año 1975.

Al final, después de pensarlo un rato, me decidía y lo llamaba a Tito, el arquitecto que se enamoró de mi cuando el sábado pasado, volvía de caminar en la plaza y me detuve en la puerta de la mercería a charlar con Susana. Dale mi tarjeta a tu amiguita, le rogó. Para ella, que él sea separado y con dos hijos, es un problema, sin embargo a mi eso, es lo que más me gusta. Desde que tengo uso de razón que digo que voy a terminar juntada con un separado con hijos. El tema del nombre está difícil. No puedo amar a alguien si no me gusta cómo se llama. Y él, no es que tenga nombre feo, pero tiene nombre de grande. Tito, será Roberto?
Negrita, que sorpresa, dijo cuando me atendió. Y el "Negrita" funcionó como un ondazo que mató mis ganas de seguir hablando. No pretendo que me respete como a la reina de España pero el Negrita, Gordi, o sea cuál fuere el apodo que usen y que intente, aunque tirada de los pelos, demostrar una confianza que todavía no tienen, me molesta tanto como cuando me entra en los ojos la espuma de limpieza facial o la crema para tapar imperfecciones. O cuando el rimmel se me corre y me mancha acá, debajo de los ojos, qué odio.
Seguíamos a ritmo lento por esa diagonal que está cerca de la iglesia. Yo tenía un bolso lleno de cartas para entregar. Lincoln 4013. 4813. 4018. Si, era ahí. La dueña de casa está en la puerta: señora, le dejo este sobre. Ella siguió hablando con el barrendero, y fingía preocupación por temas que iban desde la inseguridad en la Argentina, hasta si a los chicos les hace mal o no el Danonino de frutilla, y desinterés hacia mi y hacia mi carta que llegaba en un sobre blanco con estampillas de colores, y acaso recibe cartas todos los días usted, que ni se inmuta.

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Yo creo que tanto sueño sin amor con Rey, Cuca doblada en dos, el pelirrojo intenso, los bizcochos de grasa, esa dentadura blanca y perfecta, las ropas hippies de papá, Tito el arquitecto, las cartas, el ronroneo de la Singer, Susy de la mercería, el show de Stand Up, los salamines, las calles oscuras de Devoto, la soga, (los broches vacíos en la soga), las cartas, la silla de ruedas, una casa que era nuestra pero no, el barrendero, la rejilla, el juego de vajilla de plata, regalo de una boda que duró tres días y un matrimonio que persistió cien años, las hojas secas en la rejilla, la terraza, la diagonal de la iglesia, las pistolas de colección del padre de Rey, mi malla blanca, la ventana de la terraza, el colchón viejo con manchas de humedad, la colcha de hilo tejida a mano, el pelo de Cuca, blanco como mi malla, las medias secas, la mucama, los calzoncillos secos, su delantal azul, las bombachas secas, su tez morena, el acolchado negro y sucio y roto, y los claveles de la muerte, dan la sensación de ser algo muy complicado y rebuscado, pero no es tan así. Si te ponés a pensar es sencillo: soñar primero, escribir los sueños después.
Asi estamos.

viernes, 26 de septiembre de 2008

El tiempo es oro

Seminario en la UP. Seminario gratis en la UP. Seminario en el que no se escuchaba muy bien al que lo daba porque "se negó a usar micrófonos" pero igual, bueno, medio que asi, inclinada hacia adelante y cuando las dos que tengo atrás no cuchichean, algo escucho.
Qué bien me sienta Palermo, con sus minitas palermitanas, claro. Las miro a todas, de arriba a abajo. Esa onda; te ponés lo mismo en Villa Urquiza y no te queda igual. Ni las botitas esas de lluvia, ni la vincha negra, ni los volados de esa remera tienen la misma caída en Palermo que en Villa Urquiza. Porque te digo, Yulai, esa es la misma remera que tengo yo, y viste que cuando camino por Díaz Colodrero, no se luce como en las veredas de Jean Jaures, Mario Bravo o Billinghurst. Al final la tía M tiene razón, "Dios está en todas partes, pero atiende en Palermo".

Pocas horas de sueño anoche. Anoche y las noches anteriores. No hay caso, no bajo de las dos y media, tres de la mañana. Por eso la chinche de cada día Yulai, si sabés que no dormir me pone peor que un bebé, y papá cada vez que regresa a la Argentina espera que su hija mayor haya madurado, y no, la misma cara de culo de los tres años, si tengo hambre o sueño, mejor perderme que encontrarme.
Y la humedad, y el pelo, y la cantidad de cosas que llevo en mi bolso, ahora hasta tapper con manzanas verdes cortadas en cuartos, porque viste Yulai que ahora puedo comer de nuevo manzanas verdes, qué avance. Otra de las cosas que creí no sucederían nunca más, pero mamá tiene razón, "todo llega".
Y acaso no hacía frío esta mañana, Yulai, si hasta parecía que se caía el cielo abajo de lo negro que estaba, pero no, dos de la tarde y el sol raja la tierra y yo me muero de calor con esta capa de paño que encima me queda larga y me piso los picos de los costados que caen en punta, y qué pasa hoy que el 109 tarda años y pensé que no llegaba al banco a pagar la tarjeta, y viste Yulai, que hay mil Citibank desparramados por la ciudad pero yo siento que si no pago en la sucursal de Villa del Parque, la cuenta no está saldada. Pero llegué y por suerte no había mucha gente, salvo un señor, sentado en una silla de ruedas en la puerta, y está con alguien usted, porque si no yo lo ayudo, o le pido al policía que lo ayude, porque yo no puedo levantarlo porque mi columna. Bueno, usted sabrá más que yo, no hace falta que le explique.

Casi las tres de la tarde y duda existencial, y Yulai te atiende el celular, aunque esté en un almuerzo de trabajo, porque sabe que podés estar en una disyuntiva entre: A) tomar un café con R (con R? al pedo, ni se te ocurra); B) irme a retozar con Uno (con Uno, te dá?) Y, viste que a veces, dá coger. No sé, peor es llorar. (No cojas ni llores, andate a casa, sola, dormí la siesta...........bah, como quieras, pero si te hace mal. Te dejo porque se me enfría el asado).
No te digo, si yo le pregunto a ella porque Yulai sabe. Ella sabe más que yo lo que a mi me hace bien. Definitivamente opción C: irme a casa y dormir. Sola. Mirá una película si estás aburrida, pero hacer por hacer, no. Aunque la que está en el DVD no, porque es de amor y vas a ponerte mal. Yulai sabe qué género recomendarte en días como hoy, en semanas como ésta, en meses como estos, y en años como éste: de tiros si, pero no te gustan, ciencia ficción tampoco, documentales un bodrio, al final de aburrida te vas a ir a coger, bueno, mirá La Era de Hielo en todo caso, pero de amor, no.

Llego a casa, y como si ya tuviera una coreografía aprendida de memoria, casi al mismo tiempo que escucho el contestador (y quién será el taradito que llama y corta), abro las cortinas, prendo la radio, hago pis, me lavo las manos, me saco el corpiño, fundamental, me recojo el pelo con broche y sapito en el flequillo que ya creció lo suficiente, enciendo la computadora, para variar, no hay internet, y casi que me hacen un favor, porque si no me quedaría horas acá sentada chateando con desconocidos y no te decía Yulai, que no tenía que aprender a usar el msn porque esto es un vicio y el tiempo que pierdo acá sentada. Entonces pongo a funcionar el lavarropas y es cierto que a las mujeres nos tranquiliza tenerlo ahí, ronroneando de fondo. Es como un placebo.

Y la siesta es lo más, es una dosis de energía, una inyección de vitaminas, es rejuvenecer. Te cambian los ojos, dice mamá cuando me despierto. Igual pensé que la migraña asesina iba a desaparecer con esta hora horizontal, pero no, sigue firme, y está por atacar con todas sus armas. Hace tres días que está por atacar, y no se decide, pero ya son más agudas las náuseas y el dolor en el cerebro, acá en el costado derecho, medio que ya no me lo banco y me está jodiendo demasiado y es un malestar que hasta me cambia el color de la piel, y la mirada, y me descargo con el operador de Fibertel, y una cosa es que me hagan un favor, y otra no tener servicio por dos (dos!) días, pero qué se creyeron. Gastón no sé cuánto fue el afortunado, porque en la parte del apellido siempre se corta, y no quería pelearme con nadie pero no sé reclamar de manera tranquila y pausada, y señora, yo la comprendo, y vos no me comprendés un carajo, porque esto es una mierda, si ya me acostumbré a no tener servicio, y por qué no mandan al técnico de una puta vez si hace semanas que lo espero. Y el pibe la tiene clara, sabe cómo manejar a una mujer descontrolada y hace oídos sordos a mis insultos: el domingo por la mañana pasarán del servicio técnico. Por mi que vengan a dormir el sábado a la noche con tal de que me arreglen este modem de mierda, pero sabés qué pasa Yulai, cuando llamo y grito, y amenazo, magicamente se soluciona el inconveniente y antes de que termine de anotar el número de reclamo, vuelve el servicio. Y al menos no chateo pero entro en la página de esa revista y voto, "qué preferís, flan o ensalada de frutas", y gana el flan con el 59% de los votos, podés creer en plena primavera?
Y me tiro en el sillón, patas para arriba, a mirar un poco de modelos angródinas en FTV, alguna que otra serie en Sony y como siempre a chequear compulsivamente si la hora del microondas coincide con la de TN. Veinte grados?, parece menos, entonces no prendo la estufa. Y menos mal que me quede en casa Yulai, absolutamente ningún sentido tenían las opciones A y B, si a mi me gusta estar sola, y sé hacerlo y además, no quiero que me suceda como en el sueño de ayer:

Un colectivo que hacía de micro escolar, daba vueltas alrededor de la plaza Devoto, y yo, entre compañeros de la primaria y los mellizos de Javier, perdía mis horas. Las más soñadas. Las más preciadas.

Esas horas que son como cuando papá nos prendía la luz del pasillo a la mañana, para que nos fuéramos despertando de a poco. O como escuchar la canción de María Elena, y a levantarse dijo la rana y cómo era esa otra del ojal?. Esas horas son como las traviata con mucha manteca y jamón cocido que nos hacía la abuela en el negocio, y ese olor a madera mezclado con el aroma del café caliente, y ese silencio, y esa penumbra, que había en Pasco, cuando el abuelo dormía la siesta sobre una frazada vieja arriba del mostrador.
Las horas soñadas son como la emoción de los primeros viajes en el 105, cuando regresaba del colegio a casa, y lo lograba sola sin morir en el intento. Porque viste Yulai que por eso que le pasó a papá yo tenía tanto miedo de no volver un día a casa, o que alguno de ustedes no volviera, y por eso Yulai yo necesito que vos me avises cuando llegás, no es que te persiga, es que asi me quedo más tranquila. Porque si no lloro, como lloré en el teatro San Martín cuando papá me dijo ya vuelvo, y pasaron siglos Yulai, te juro que fueron siglos y Elo no entendía: de qué tenés miedo, si ya viene, pero yo estaba traumada Yulai, y si ahora nos quedamos de nuevo, solas mamá y yo entre canastos de mimbre y la inmensidad del techo alto y blanco de la casa de la tía.
Las horas preciadas son las de las tres de la tarde cuando andábamos despacio por la sombra de Devoto, camino al club, con alfajores de chocolate y jugo de naranja en la mochila. Son como tomarte un helado una noche de verano. Son como cuando L. se queda a dormir en casa y lo escuchás respirar, y le agarrás la mano y le tocás el pelo.
Mis horas preciadas son como todas esas cosas que no querés que terminen nunca, como si fuera una película de esas que te encantan y aunque haya terminado y pasen los créditos en japonés y vos no entiendas nada, seguís ahí, quieta, inmóvil, mirando absorta la pantalla. Son horas para recordar y para disfrutar, como el pollo de aquel día, cuando mamá cocinó, y yo comí, sin culpa, chupándome los dedos de contenta, tranquila, feliz, otra vez.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Sueño con vos

Ay, Yulai.............los únicos temas que suenan en el top five de mi cabeza son esos que dicen cosas como: tu no me enseñaste a vivir sin ti, dime a dónde vas ahora que no estoy, o a dónde voy yo ahora que no estás, y en qué lugar se enamoró de ti, y cosas por el estilo.

El otro día leí que el duelo por mal de amores dura el tiempo que estuviste, multiplicado por dos. Veintidós años más enamorada de un imposible, Yulai. Osea que voy a estar hasta los cincuenta y cinco años llorando a toda hora y en todo lugar. Porque Yulai, yo lloro hasta cuando estoy acostada en la camilla de Hilda y ella me está depilando y me dice: nena, vos sos joven y tenés la vida por delante. Y te lo dice así con una seguridad y un amor de abuela, mirándote por debajo de esos anteojos de ver de cerca, y ponete de costadito ahora, y tiene razón Hilda, salí a caminar que así como cuando llorando por otro, lo conociste a él, ahora vas a cruzarte por el camino con uno nuevo. Un clavo saca otro clavo faltaba que dijera.

Pero no hay caso Yulai, y cuando Hilda termina con mi cavado profundo, no me siento con la seguridad que ella me daba cuando estaba despatarrada en su camilla, y al contrario, no estoy ni siquiera para pasar el rato hojeando esas revistas en las que Solita muestra el culo y dice: "quiero envejecer con dignidad", o Nancy posa con su tanga blanca y su camisa transparente, y con su mano derecha, insinúa tocarse una teta, y "no seré perfecta pero duermo con el más lindo", y al contrario, no tengo mucha más voluntad que para ir al super y comprar una lata de duraznos en almíbar y algunas naranjas para el jugo de mañana.

Y llego a casa, y el atún se me queda atragantado, y no puedo concentrarme en escribir, ni en mirar una película, ni en ordenar la pila de ropa que está sobre mi cama, ni en leer la columna de Beatriz, que me quedó pendiente del domingo pasado, ni lavar medias de nylon a mano, y mejor me voy a la cama Yulai, porque para no hacer ni una cosa ni la otra, mejor intentar dormir. O soñar. Y allí estuvieron Rey y su novia nueva, desfilando por los túneles húmedos de mi inconsciente depresivo:

Estábamos los tres, Rey, su novia japonesa y yo, en un departamento de un sólo ambiente, de esos que figuran en alquiler en la vidriera de una mercería, entre las Sol y Oro extra large y las cremas Avon con alcanfor. En un papel cortado con los dientes, marcador negro indeleble, pegado sobre uno de los vidrios, de manera desprolija, con pocas especificaciones: "alquilo dto san bernardo".

Había pocos objetos en ese mono ambiente en el que todavía no sé cómo estábamos conviviendo los tres. Sobre la mesada de aluminio, como si fuera un paisaje inhóspito, un frasco de detergente casi vacío, con la etiqueta gastada. La mesa de fórmica en el centro y cuatro sillas alrededor. Ni una sola tenía sano el tapizado de cuerina negro. Unas cuchetas a un lado, mi cama de dos plazas, al otro.
Paredes celestes, la puerta del baño verde agua, una virgen inmortalizada en uno de los azulejos, y "María protege nuestra casa", un ramito seco de olivo, colgado de un clavo torcido. Una mesita baja y un teléfono con disco, color "cremita", con un cable largo y enroscado, como los fideos tirabuzón.
Una Bic que no funciona, molesta sobre la mesa y mancha el mantel de hule con tinta azul.

Ella era baja, chiquita de cuerpo, aunque con unos kilos de más. La segunda japonesa "gorda" que vi en mi vida; la cajera del supermercado de Cuenca y Baigorria y ésta, tu novia en mis sueños. Vestía rara. Se hacía la cool hunter pero le faltaba glamour, de ese con el que se nace, como el que tiene Yulai cuando dice: "la rosh", o "screen touch", y "yo no puedo creer que estés tan al margen, actualizate, querés", me retás, porque vos no podés entender Yulai, que en mi cabeza sólo haya espacio para palabras o frases como plastilina, curva y contra curva, lágrima en jarrito de vidrio, aerodinámica, corriente de vida, trébol de cuatro hojas.

Botitas Nike tuneadas, jean chupín negro, remera lisa no recuerdo de qué color. Se pasaba un peine de dientes gruesos en su carré desprolijo y se reía, con él, de mi?, con esos nervios de cuando mucho con el otro todavía no te conocés, y te encontrás despertando al lado suyo, en una cama de una plaza en la que pasaste una noche incómoda y qué te importa el haber dormido abrazados si ahora tenés una contractura que no te deja respirar. Me hubiera tirado a dormir en el suelo, pensás, pero te lo callás, porque quedaría descortés hacerle saber a tu novio de hace tan pocos días que ni el hecho de haber dormido entrelazados te hace feliz esta mañana. El pelo negro y lacio, como casi todas las japonesas, pero el de ella, lucía sin vida, probaste con Pantene extra brillo? Completaba su vestimenta con campera floreada y cartera negra de fiesta, no da ni un poco.
Rey se vestía bastante mal, como siempre: jean, zapatillas de skater negras, sin cordones, con lengüeta enorme; esa remera azul marino que está toda descosida y que cuando todavía compartíamos el mismo colchón, sólo usabas para dormir. Te colgabas esa mochila desconcida para mi, agarrabas las llaves y te preparabas para salir. Con ella.

Pero antes, te acercabas a la cama de dos plazas en la que yo todavía dormía. Se me veía la bombacha bordó con ribetes crudos y las sábanas apenas me tapaban. Sólo esa franja temerosa que va desde la cintura hasta casi las rodillas, esa que necesito tener siempre cubierta para estar segura de que no voy a caer desde la cama, directo a un precipicio, ni voy a salir eyectada hacia las azoteas del barrio, como ese sueño en el que sobre volaba la ciudad en ascensor. Mis pies se asomaban deshinchandos, con mis uñas pintadas en un rojo apasionado. Y antes de irte con ella, tu nueva novia menor de edad, petisa, gorda y japonesa, me acariciabas la cabeza a mi, como cuando de esa manera intentabas tranquilizarme, y te estabas por ir de nuevo, pero llegabas a la puerta, y volvías a mi cama, a tocarme el pelo otra vez, y pronunciabas mi nombre varias veces, como si fuera una canción de cuna que me inducía a sumergirme embriagada, en un sueño profundo y dulce. Y yo, acostada con los huesos de mis caderas apuntando como flechas hacia el techo, mis brazos largos desnudos, la cabeza escondida debajo de la almohada, no podía entender qué tenía ella que no tuviera yo, además de grasa acumulada en la cintura, pésimo gusto para vestirse, el pelo negro engrasado y esa sonrisa despareja, y por qué mierda Nelly de la planta baja le relata a Morita cada cosa que hace, Yulai, si la perra no entiende nada, y me saca sin permiso de este sueño rectangular, celeste, con arena en los rincones y olor a sal, como un mono ambiente alquilado a último momento en la costa.

Pero al menos amanece Yulai, que no es poco, y acá me encuentro, con la radio del vecino de fondo, y la publicidad de la esponjita dorada "que dura y rinde más", con mi mesa de luz atestada de papeles, y el libro que no leo más, y el que si leo, y la crema para las manos, y el cassette con las clases de stand up que todavía no desgrabé. Con un "camino" hecho con seis pares de zapatillas en el pasillo de mi cuarto que conduce al baño, con Roberto, mi hombre de papel a medio construir, que me mira sin cabeza desde un rincón de la habitación, "con mis ganas frustradas de aprender a cocinar", pero intentando elevarme a unos centímetros del suelo más que ayer.

Y me dan ganas de salir de este círculo vicioso en el que sólo hay imágenes del ayer aferradas a las paredes de mi organismo enfermo, y por qué no reaccionaba Yulai, y me quedaba inmóvil, como un sesto de sangre, huesos y carne. Y entonces digo que si, que es hora de limpiar mis venas azules cargadas de rencor y de dolor, y me voy a ese bar grande como una mansión, con escaleras larguísimas y un gato negro, suave y silencioso, al que no le tengo miedo, y el manager de la banda de rock que presenta su primer video me sorprende a la salida del baño con mis dedos torpes intentando abrochar el último botón de mi camisa negra: qué lindos ojos tenés, seguro sos de acuario. Y qué tendrá que ver el color de ojos con los signos del zoodíaco, Yulai, pero el pelilargo con zapatos de vestir, marrones y gastados, acertó. Y seguía: a partir de los treinta años, tu ascendente pasa a ser tu signo y todo depende del decanato en el que te encuentres y, viste Yulai, que cuando pasan estas cosas, un poco pensás, y si es el amor de mi vida, y otro poco, decís, pero este rulos largos qué se pensó, que se dé media vuelta, que siga inventando canciones y videos nuevos con sus amigos rockeros y me deje a mi, comer, tomar, fumar, en paz, y qué signos, ni ojos verdes redondos como almendras, ni decanatos, ni ocho cuartos.

Pero si, soy de acuario.
Quisiera ser un pez.
Y amo el mar.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Controles semestrales y vinos virtuales

Yulai, qué día de locos hoy, amanecí agotada: me arden los ojos, me pesan las piernas, me duele el pelo, las pelusas en los rincones, las migas de pastafrola sobre la mesada y el miedo que tengo de verlo al médico mañana. Y me duele soñar con él cada noche. Con él, con su bata blanca, con su puntero, como si fuera un maestro, señalando las placas, y escucharlo en mi inconsciente repitiendo: el disco, el disco, el disco. Cada tanto dice "el desgarro", y yo me despierto sobresaltada, con taquicardia y el corazón en la boca. Me duele la mañana cuando de noche no descanso. Pero mirá vos Yulai, que yo venía repasando mis dolores en el colectivo asi mañana le cuento todo al doctor, y cuando se demoró por más de dos minutos en ese semáforo, pude ver todo el amor del mundo en esa mano japonesa, que le acariciaba la cabeza a ella, que estaba de espaldas a mi, los dos en la vereda de enfrente, y por qué estaba triste esa chica Yulai, qué le dolía a ella y a su cola de caballo negra?

Sabías Yulai que el hemisferio izquierdo tiene pre conceptos formados que sería bueno desterrar?. Eso decían hoy en el taller, mientras yo, dura como una estatua y un tanto acalambrada porque la pose requería tener la cadera quebrada, escuchaba de fondo esa música clásica y todo lo que la profesora les iba diciendo a los alumnos, sabés Yulai, son cosas tan interesantes, dan ganas de grabar las sugerencias y escucharlas cada tanto, y ella seguía: dibujen con el hemisferio derecho, que parece que es mucho más permeable a los cambios, se adapta, es más flexible. Será que a mi ese hemisferio me falla, Yulai. El que se adapta, me refiero, al de los cambios. Además de la cadera quebrada, yo tenía el brazo duro, estirado, apoyado bien recto sobre el borde de una mesa de fórmica blanca. Blanca como la bata del médico. Observen la forma del brazo, decía la profesora. "Como una columna", decían ellos, y cuando decían "columna", a mi se me erizaba la piel, Yulai, porque qué le pasa a la mia, que duele tanto, y desde que todo esto empezó, aquel febrero fresco en Buenos Aires, siento que perdí mi eje, mi guía, mi núcleo, mi raíz, mi verdadera religión, y ando desconcertada, como cuando estás en otro país y sólo ves letreros que no entendés, y taxis de otros colores, y todo te resulta desconocido, como cuando iba a la casa de Vero, que quedaba en Lugano, y me parecía que el 114 me iba a llevar al fin del mundo, no sé.

Sentada en sala de espera de la Suizo. En la pantalla esa no pasan otra cosa que no sea el "Swiss Channel". Un múltiple choice sobre cómo debe dormir tu bebé: A) boca arriba, B) de costado, C) boca abajo. Qué tipos de migrañas existen. La higiene del cordón umbilical. Estás amantando, y otro test al respecto: bebidas alcohólicas, si o no?.
Rodriguez Elsa, llaman. Cada vez que se asoma un radiólogo creo que me toca a mi. Pero no. Sale otro, nos mira y dice, Perez Héctor. Tampoco. Los minutos se me hacen eternos antes de los estudios, pero cuando miré el reloj, sólo habían pasado diez minutos Yulai. Si estuvieras acá dirías que soy muy ansiosa. Ahora que sos mamá el cigarrillo no te afecta solamente a vos. Terminantemente prohibidas, decía el letrero, fondo rojo letras negras, como si fuera la placa de Crónica TV. Las bebidas alcohólicas cuando amamantás, digo, Yulai. Artritis, cómo prevenirla. No me acuerdo la respuesta sobre cómo debe dormir el bebé pero boca abajo creo que no porque se pueden morir. Y para dejar de fumar, la frase: "te invitamos a desafiar tu fuerza de voluntad". Consejos para vivir mejor: tomar mucha agua, hacer actividad física, preferentemente al aire libre. En esa parte nunca falta la chica con aspecto saludable, que corre con calzas y top, con sus pelos al viento y un perro al lado, cuándo no. Sale otro radiólogo. Es lindo. No muy alto pero lindo. Ojalá me toque con él. Clara Sanchez. Mirá, éste llama primero por el nombre, después dice el apellido, los otros llaman al revés. Cómo me llamarán a mi. Según con cuál me toque, claro. Silvia Gadeo. Esta vez no es idea mia, Yulai, miro el reloj y ya pasaron cuarenta y cinco minutos y yo sigo acá sentada, se les habrá traspapelado mi ficha. Ya sé, calmate, dirías. Si se agrietan los pezones, unicamente crema de caléndula. Eso ya lo escuché en otro lugar, parece que es la única que no es tóxica para el bebito, sabias Yulai?. Dermatitis en el primer nacido, qué hacer. Igual, qué desagradable chupar en la teta de tu mamá crema de caléndula, por más poco tóxica que sea. Lo de desafiar la fuerza de voluntad está bueno, no Yulai, digo, no sólo para dejar de fumar. Ya me cansé de estar sentada, y me aburrió la música de los informes del Swiss Channel, y no soporto el perfume de esta mujer que acaba de llegar y se me sentó tan cerca que casi me pone su tapado de piel en la cara, y no puedo creer que esa señora se despida de esa otra con un "que tengas una buena vida". Buena vida le dijo, Yulai, no fue un "que tengas un buen día", o "una buena semana", como para extender un poco los buenos deseos. No te parece un tanto exagerado despedirse asi de alguien con quien compartiste unos minutos de tu vida en una sala de espera mientras mirabas el Swiss Channel con sus consejos sobre cómo vivir mejor. Estela Asale dice el radiólogo que me hace acordar a alguien y no sé a quién. Ahora se asoma el chico lindo de nuevo.
Si, me toca con él Yulai, y encima no tiene anillo.

Mucho gusto, pasá por acá, y antes de que terminara nuestro saludo "de manos", pregunta, tajante: embarazo?
Respuesta: No. Rotundo. Pero estoy implantada, siempre se lo tengo que informar al radiólogo.
(Mira con cara rara). Sacate anillos, aros, cadenitas, el corpiño, ponete esta batita y esperame acá.
El corpiño también?
Ay las batas Yulai, ésta era grande, larga, ancha y de tela, y no chica, corta, angosta y de papel. Increible, una bata que me tapa el culo. Eso si, sacarme el corpiño, que está abajo del tapado, del sweater, de la polera, de la musculosa, un lio. Cuando el chico lindo, se asomó: estamos ya?, a mi todavía me faltaba sacarme las botas (de lluvia, hermosas) y el jean.
Listo, ya estoy, pero esta bata tiene las cintas para atar a los costados desparejas, una a la altura de la cintura y la otra en los tobillos, asi no puedo sujetarla. No importa, tengo bombacha linda, como siempre Yulai, y además la polera es larga, y me tapa, menos mal. Porque encima de eso: acostarme en esta camilla blanca, fría y dura, tener que pasarle por encima, como con una aplanadora a todo mi pudor, e ignorarlo, y aguantátela, porque qué voy a decir o qué voy a hacer, no me queda otra Yulai. Acá vine y acá me quedo.
Acostate acá boca arriba.
(Vos te acostás conmigo?).
Por qué te operaron de la columna?
(Al menos tenemos tema de conversación).
No respires.
(Ahora me doy cuenta, ninguno tiene anillo. No es un privilegio de mi radiólogo "no tan alto pero lindo", porque trabajando en rayos, todos tienen que sacárselos).
Porque se me lastimaron algunos discos.
Sos deportista?
Si, soy. Bah, era, pero no fue por hacer deportes ni por un accidente.
Respirá.
Y qué pasó entonces?
Conocés la DDD?
Ahora ponete de costadito, mirando hacia allá.
("Hacia allá" es siempre con el culo apuntando al vidrio desde donde los demás radiólogos miran. Me miran).
Quietita eh?, qué lindas medias tenés.
Si, con dibujos de gatitos.
Ahora respirá profundo. Y mantené el aire.
Me encantan las medias con dibujos.
No te muevas.
Y ahora estás mejor?
(Seguimos hablando, dió para largo el tema).
Volví a nacer, le dije apuntando mis pulgares hacia arriba.
Respirá normal.
Qué frío hace acá adentro, es como una heladera gigante pero sin comida.
Me alegro. Por lo de volver a nacer, digo. Listo, esperame allá adentro que chequeo "las fotos" y te aviso.

Y me vuelvo a esconder en ese cambiador, camarín, no sé cómo llamarlo, con un perchero y un banco bastante cómodos, al menos acá hay más lugar que en los baños de Alto Palermo que después de la reforma son mínimos. Hay un cesto de basura para "arrojar unicamente algodones". A mi no me dieron algodones Yulai, puedo tirar el papel de este caramelo de miel con limón?. Y la foto de una embarazada y "mamá, si me querés, cuidame, no me expongas a los rayos", como si hablara el bebito que está adentro de la panza.

Y ahora hay que esperar Yulai, a que la semana que viene, los doctores y sus batas blancas miren las placas, señalen con sus punteros, digan "el disco", reiteradas veces, y cosas asi como L5, S1, aconsejen no hacerme mala sangre "porque tu enfermedad avanza según cómo vos estés animicamente", pregunten si estoy nadando o haciendo gimnasia postural, den la orden con algún que otro análisis de sangre, digan "no dejes de caminar, mínimo, cuarenta cuadras por día", yo les ruegue arrodillada, con las manos juntas como si estuviera rezando, y con cara de desesperada: "resonancias no". Les pregunte si me dejan hacer bucéo. Manden a poner hielo dos veces por día como mínimo. Buceo si, andar en lancha no. Y además, tenés que acostarte al menos veinte minutos a mitad del día asi tus discos se hidratan. Y quién quiere andar en lancha. Tenis sólo sentada. Sigo con mi plegaria: tampoco discografías, y soy terminante: no estoy dispuesta. Sentada, me estás jodiendo. Venite en seis meses. Para eso miro partidos en canales de deportes. Como quieras, pero en el living de tu casa no hay sol, andate a una canchita y que un amigo te haga el favor de pelotearte cerca, asi vos desde una silla pegás y descargás. Descargás, dijo Yulai.

Sabés que voy a hacer Yulai, esta noche, para no pensar en esas cosas y estar tranquila, le voy a aceptar a Elo la invitación que me hizo para tomarnos unos vinos virtuales, porque ya lo dijo ella y es verdad, "compartimos la misma noche", y no te parece divino eso, Yulai, y a la vez increible y maravilloso, que a pesar de los miles de kilómetros que nos alejan la misma luna nos cobije. Ella tiene un balcón mejicano, chiquito, un medio circulo que llenó con plantas a las que "les gusta mirar el sol desde las alturas de un segundo piso". Ella allá y yo acá, en mi balcón, que no es circular pero tiene plantas, y recordar el pasado en preescolar, y cómo ella me enseñaba a pintar prolijo sin salirme del borde de las figuras geométricas, y de los zapatos feos de la señorita Iris, y del lio que se armó cuando el señor Saco, que era el director, cerró el colegio y se olvidó a un chico en un rincón de la dirección, "la cara contra la pared, asi aprende", le dijo. (Facho). Y te acordás del micro de la señora Emilia que nos llevaba y nos traía todos los días, y de cuando vomitaste todos los fideos moñitos que habías comido al mediodía. Cómo pudiste ingerir tanta cantidad. Yo miraba atónita y vos te doblabas al medio, me asusté mucho, estabas pálida, y esa tarde tu papá te retiró antes y no fuiste a natación ni a gimnasia, obvio. Y te acordás cuando me contabas que te habían llevado a conocer ese monumento "más alto que mi papá y que tu papá", y yo no te creía, y "más alto que el techo del aula decís que es?". El inquilino mamá, Elo me dijo que la llevaron a conocer el inquilino. Y entre vino y vino nos acordamos de Patricia, la depiladora que venía a domicilio y una vez nos atendía en la casa de Elo, y otra en la nuestra. Vos eras muy chiquita Yulai, te llegaste a depilar con esa chica?. Y también nos acordamos de los veranos en los que para juntar plata para nuestras vacaciones hacíamos "ojos de Dios" o "estrellas de la suerte". Se los puede llamar de las dos maneras, me explicabas vos, sentada en la tierra de la plaza esa, en la que con un mantel en el piso intentábamos vender a quienes pasaban caminando nuestras creaciones hechas con escarbadientes y lanas de colores. Otro verano hicimos artesanías con broches de madera, otro pintamos remeras con Poly Dor, y el siguiente, mejoramos la calidad y armamos nosotras mismas cajitas de madera balsa, en las que dibujábamos en miniatura y con mucha precisión, montañas, ovejas, árboles, hacíamos el cielo, celeste, y las nubes, bien blancas, y siempre en alguno de los cuatro lados de la caja con forma de casa, una iglesia. Al tiempo mamá lo pudo deducir, era el obelisco lo que a Elo la habían llevado a conocer que era "casi tan alto como el cielo, aunque vos no puedas creerlo". Y nos juntábamos a hacer la tarea de la escuela o a estudiar inglés particular, y nos ayudábamos, ella a mi con las fórmulas matemáticas y yo a ella con los tiempos de verbo de la tercera columna. A la señorita Martha la enojaba tanto que dijéramos "airon", pronunciando la "r", te acordás, y Mr. David que siempre nos decía lo mismo: "traducir es malo, pero no traducir es peor". Me dio mucha verguenza la clase en la que veíamos las diferencias entre make y do, y llegó la parte del love. Make love o do love?. Ni idea, pero me puse muy nerviosa, vos no?, y con Javier nos mirábamos de reojo y estábamos todos colorados. Y Ceci que de un año a otro apareció con unas tetas enormes. Pero si era una tabla Ceci. Te operaste? Callate o no te cuento más nada. Tenia veintitrés años Ceci, y a nosotras que no llegábamos a los quince, nos parecía adulta y nos encantaba que trabajara y tuviera su sueldo a fin de mes, y se comprara un helado a la salida de la clase o lo que tuviera ganas sin preguntarle a su mamá. Otro vino Elo? Y yo no puedo creer como siendo tan "hermanas del alma", nunca pude contarte que mis papás se habían separado. Y me sentía tan mal por no poder decírtelo, y también soñaba todas las noches con eso, como con los médicos. La escena se repetía: estábamos las dos sentadas en los escalones de ladrillos, al lado de la pileta de mi casa que todavía tenía en el fondo, restos del agua sucia del invierno anterior. Tomábamos Nesquick frío con pajita, mirábamos hacia abajo, cada una concentrada en sus propios pies, como chequeando que no nos faltara ningún dedo, y yo, muy tranquila, te daba la noticia, y vos te enterabas por mi, que mi papá ya no vivía en esa casa, y que porque estaba muy enfermo habíamos tenido que podar el ciruelo con el que hacíamos dulces todos los otoños.
Y cada mañana al despertar, me lo prometía: hoy en el primer recreo se lo cuento. Y al final pasaba el primero, el segundo, y llegábamos al tercero, y vos ibas al baño y yo me demoraba comprando alfajores en el buffet (alfajores para otros, porque en ese momento yo ya había dejado de comer todo lo que no fuera galletas de arroz, manzanas verdes y miel, y esas cosas no se venden en los kioscos de los colegios), y asi se pasaba otro día más y yo seguía sin contarte, y tuviste que encararme vos, una tarde cuando volviendo del colegio, nos bajamos del 21 y caminábamos por la General Paz, ibas adelante mio, frenaste en seco, te diste vuelta y con tus rulos rojos mirándome de frente, dijiste: yo ya sé todo lo que pasó, sólo quiero que sepas que podés contar conmigo.
Seguimos caminando como si nada, llegamos a tu casa, preparaste unos fideos con manteca mientras yo me sacaba el guardapolvo blanco, y después comimos queso con dulce membrillo de postre.

Por eso la quiero tanto a Elo Yulai, porque pase lo que pase, sabemos que nos tenemos, ella a mi y yo a ella, y mirá que por ahi pasan años sin vernos, pero apenas pisa suelo argentino, con sólo mirarnos ya nos entendemos, y con una pava y un mate mediante, nos reimos como locas porque ella dice que yo de grande voy a ser como la mamá de la nanny, la de la serie, y es como si todo ese tiempo sin vernos no hubiera existido nunca.
Te acordás Elo del fin de semana en la isla del Tigre. Tu tío sabía leer las manos y a mi me daba miedo que él descubriera el día de mi muerte y me lo dijera. Pasó todo el fin de semana y yo seguía sin animarme, pero al final, el último día, dos minutos antes de que nos viniera a buscar la lancha, le di mis manos abiertas: vas a viajar mucho. El matrimonio va a traerte no pocos problemas. (Qué novedad). Vas a tener tres hijos, el del medio varón, y va a ser tu debilidad. Y a los veintiún años vas a conocer al hombre con el que si no llegás a casarte, vas a tener la relación más importante de tu vida.
Y no se equivocó Elo. Tu tío vió en los surcos de mis manos, la presencia de Rey en mi vida. Llegó la lancha. Cerré mis manos. Estábamos cansadas de tanto río y sol, y nos dormimos tiradas sobre nuestos bolsos repletos de esa cantidad de cosas que nunca usamos. Creo que yo fui la primera en dormirme porque cuando comenzaba a soñar, todavía escuchaba las voces de ustedes tres, y el motor de la lancha a lo lejos era como el arroró: "tenemos que dejar la casa de Devoto", le decía yo a mi prima que justamente en el sueño se llamaba Soledad, "me tengo que ir de acá y de todo mi pasado. Estoy asustada, pero quiero hacer una fiesta de despedida, porque cuando algo termina, una nueva etapa comienza". Organizábamos una fiesta en el jardín de la casa grande, con siete ambientes y un sólo baño, con "casita de los juguetes" en el fondo, con la enamorada del muro que ese día, el de la fiesta, se aferraba con más amor que nunca a su hombre de cemento. Como si alguien quisiera robarle un pedazo de vida. Como si le fueran a arrancar parte de su eje, de su guía, de su raíz, de su verdadera religión. (Elo, vos sabés que yo siempre sentí que Rey era mi bastón, y hacerme a la idea de caminar sin él a mi lado, me provocaba tanto vértigo y desesperación como cuando tenía que sentarme frente a un plato de ravioles. Lo más parecido a estar parada en la corniza de un edificio muy alto). Esa noche, además de la fiesta, la música, y los sombreros de colores, yo cocinaba panchos para todos. Festejábamos comiendo y yo volvía a respirar.

Llegamos a destino y la lancha se detuvo. Era de noche y las estrellas brillaban más que nunca en el cielo negro, intenso e inmenso. Me gustaba escuchar los golpes del agua, como si le hiciera caricias a la baranda de madera del muelle. Al final, entregué mis manos tan sobre la hora de irnos que no le pregunté a tu tío cuál era el final de mi historia de amor y pasión con Rey, en las líneas dibujadas sobre mi piel. Ni siquiera si Rey tenía un final en mi vida. Otro verano, si volvemos al Tigre y ya sin miedo a que el vea el día de mi muerte en mis manos, se le pregunto.

Elo, otra copa de vino?.

martes, 26 de agosto de 2008

Bienvenidos al mundo real

Tan pequeño es el detalle, que a esas hebillas se las llama, justamente, "invisibles". A mi me gustaban de chica porque creía que eran hebillas exclusivas de bailarina, porque las veía en sus cabezas, sosteniendo esos rodetes inmortalizados a fuerza de spray, pero hoy son moda, y las veo no sólo en las cabezas de las que saben bailar como a mi me gustaría poder hacerlo.
Querido, saber que una no tiene exclusividad, no significa que si encontramos evidencia del paso femenino en tu colchón, no nos caiga pésimamente mal, por no decir, como el culo.
Es como si yo te invitara a mi casa y encontraras una corbata del hombre que se deslizó por mi piel el día anterior, la semana pasada, dos meses atrás. Aunque es probable que eso, a los del sexo masculino, no les moleste, y al contrario, hasta les cause gracia, o incluso, que ni siquiera lo registren.
Ver una hebilla (que no es mía, obvio), en tu mesa de luz, cuando ya mi pantalón descansa en tu silla, mi remera quedó tirada vaya uno a saber dónde, y a mi sólo me falta sacarme las medias, el corpiño me lo sacás vos, no?, te baja al libido ciento cincuenta metros bajo tierra. Y fijate Yulai que no puedo poner 2.200 (metros bajo tierra) porque no sé si se escribe todo junto o separado, y pensar que en ortografía, tenía "superó". Es como que un hombre te diga que colecciona carteritas de macramé, o que te tire "besito mariposa" cuando te deja en la parada del colectivo al grito de "chau nena". Se te van las ganas de todo. Y se muy bien que no me debés nada, "ni siquiera explicaciones", como me gusta decir a mi, pero nada tiene que ver el yogur con la autopista, y saber que no soy la única que frecuenta tu departamento desordenado, no significa que las huellas de una mujer en tu casa me dejen como sin ganas de nada. O lo que es peor, con ganas de todo lo contrario, que sería correr ahora mismo, aunque sea de noche y haga frío, hasta la casa de Rey, llegar con la lengua afuera, llamarlo desde la calle, mirando a hacia esa ventana desde donde él solía asomarse a sonreírme cuando yo lo despertaba inesperadamente de alguna siesta, y decirle que sé que cometí mil errores, que siempre pedí más de lo que él me podía dar, que nunca nada me venía bien, que hice mal en atenerme a sus palabras y no a los hechos, que hoy no me molestaría si se olvida de la fecha de mi cumpleaños o de comprarme en el super el café que le pedí. Que soy capaz de comprender que cada uno tiene sus tiempos. Que extraño sus ojos, y que sus pestañas largas son lo más hermoso del mundo. Más que ese refugio de montaña rodeado de nieve. Más que el perfume de los jazmines en navidad. Más que quedarme horas sumergida abajo del agua, escuchando la nada, o que ver a mi gato dormir sobre mi perra una tarde de agosto, cuando por la ventana les entra el sol y les da a los dos sobre el lomo, y quedan tibios y dan ganas de abrazarlos y no salir de encima de ellos nunca más, porque para qué Yulai, estar averiguando qué nos depara el destino para ese día. Y hasta su falta de atención y sus silencios, extraño. Y le diría que podría soportar esas películas de caballos y trajes antiguos que me aburrían tanto, con tal de estar tirada al lado suyo, mientras él me toca el pelo y yo me duermo. Porque al final todos son iguales (y todas somos iguales) y para qué andar probando nuevas sensaciones en cuerpos adolescentes, si el mio lo conocés desde entonces y ahí están nuestras raíces, las del amor a primera vista, no? Dale Rey, si nos conocimos en la calle, te acordás? Domingo de enero, cuatro de la tarde y toda la ciudad dormía. Menos vos, y menos yo, que volvía de correr, y no me jodas, cómo puede gustarte una mujer así de despeinada. Pero se ve que te gusté, porque te bajaste del auto y caminaste al lado mio, dejando a tus amigos al volante. No me lastimes, te rogué con cara de pánico, me llamo Macarena, te mentí. Aunque a las dos cuadras te confesé mi nombre verdadero y así pasaron dos horas y media hablando en la calle, de qué hacés, a dónde vivís, sos loca que corrés en la plaza con este calor?, mientras cada tanto le gritabas a tus amigos que pasaban por enfrente "vayan, yo después voy", y que si, que no, dale, no seas mala, al final, te dí mi teléfono y al otro día hablamos cinco horas y media por reloj y fue la conversación telefónica más larga de mi vida, y de la vida de todos, creo, y llegué tarde al trabajo porque me quedé dormida. Y esta es la historia de como un domingo de mierda en Buenos Aires, puede convertirse en el día en que enfrente de la iglesia en la que desde chica decías: "acá me quiero casar", encontraste al amor de tu vida. No te digo Yulai, que aunque sean las cuatro de la tarde y no se pueda respirar, salir a correr siempre es la mejor opción. Claro que no cuando corriendo me escapo de él, o de mi.

Encima el horóscopo me está matando, Yulai. El lunes, me dice: "decile todo lo que sentís", y yo qué hago?, impulsiva empedernida, le escribo una carta a Uno, confesándole mi amor hasta el punto de dar vergüenza. Martes, todo lo contrario, "acuario te aconseja poner la cabeza debajo del chorro de agua fría. Está bien transmitir los sentimientos, pero sé cauta". Cauta me dice Yulai. Cauta y yo no vamos de la mano, somos dos cosas absolutamente opuestas; es blanco y negro, es arriba y abajo, es el agua y el aceite, entendés Yulai. Pero acaso pusieron en acuario lo que le correspondía a libra, virgo o capricornio.

Y yo que hace un año me duermo y me despierto pensando en un hombre bajo que no es coherente entre lo que dice y lo que hace, cuando tantos gigantes me solicitan. Podés creer Yulai, que hoy pensaba en Uno hasta cuando le pasaba el plumero a las ventanas de mi cuarto?

Pensar Yulai, que a Merceditas y a mi nos pasó lo mismo: los hombres de nuestras vidas, nos dejaron de un día para el otro, con nuestros sueños desinflados como globos, tirados por los rincones de nuestro corazón hecho trizas. Claro que con una diferencia, ella estaba casada y además es famosa, por lo tanto, de la escapada a un hotel cinco estrellas, de su marido con una nena mucho menor, nos enteramos todos, en cambio, de la nueva novia de Rey, dieciocho años más chica que él, se enteran sólo aquellos con quienes yo comparto la noticia "bomba" del año. Igual lo de Merceditas, te digo, qué nivel Yulai, salir en las tapas de todas las revistas con esa cara de haber estado llorando durante tres días seguidos, pero con ese enterito de modal tan divino que así da gusto deprimirse. En cambio vos me ves a mi, llorando en casa, con el camisón verde que compramos para el sanatorio, la remera azul que está toda descosida, las ojotas con medias, es cierto que doy miedo.

Viste Yulai, que lo mio con respecto a Rey está difícil, porque es algo así como "me duele si me quedo pero me muero si me voy". Entonces yo pensaba que era mejor "quedarse" (quedarnos) a pesar de todo, porque creía que era preferible que doliera antes que morir, pero cuando me operaron, descubrí que le tenía más miedo al dolor que a la muerte, y por favor, doctor, opéreme y sáqueme todo lo que esté mal, pero no me manden más a acostarme en esas camillas frías y duras en salas de rayos congeladas, ni me claven más agujas en la espalda que me duele carajo, y entonces comprendí, Yulai, que quizás lo mejor sea partir, aunque sienta que me muero, porque no puedo asumir que el amor es un alimento perecedero, y que ese que existía entre nosotros, ya no tiene más raíces, ni un tallito, ni nada que lo haga revivir ni siquiera si lo ponemos en uno de esos frascos con agua en los que mamá hace renacer hasta la palmera con menos probabilidades de subsistir.

Pero la vida no es ficción Yulai, y te doy la bienvenida a este mundo, el que está de éste lado de la pantalla, en el que lloramos por amor, por desamor, porque un hombre malo nos parte el corazón en mil pedazos, y nos cuesta levantarnos de la cama porque no podemos con nosotras, y no comemos, y hasta el pelo nos duele, y las pestañas, y la piel de acá, del costadito de las orejas, y yo maravillándome y diciendo, pero mirá vos, los cojones que tiene Nancy, que le canta las cuarenta a su chico rubio y motoquero. Pero querida, en la ficción ella es capaz enfrentarlo a él, "que no se compromete", y de mirarlo bien a los ojos, mientras le pone todos los puntos sobre las íes, o todos los palitos atravesados sobre las "té", porque tiene un guión que le dice cómo, cuándo y en qué tono hacerlo. Pero no recordás acaso, que en la vida real, ella lloraba en los livings de Susana porque ya se había separado del padre de su hijo y vivía sola con su bebé, rodeada de pañales y mamaderas, en un departamento de Belgrano, blanco, frío y alquilado. Yulai, yo no tengo libretos, ni nadie que me diga cómo actuar y en qué momento, cuándo si, o cuándo no, y encima el horóscopo que me manda hoy hacia acá, mañana hacia allá, y yo, que llené todas las paredes de mi cabeza con esos "cuadritos" de la casa grande, con pileta, perro, y niños dando vueltas por un jardín enorme lleno de flores de colores, y toda esa historia del amor eterno y envejecer juntos, pero si hasta a Pablito y a María les creí cuando decían que el de ellos duraría toda la vida. Pero mi amor, eso pasa sólo en los sets de filmación, en donde el vino no es tal cosa, sino jugo de manzana, y en los que un día, las cámaras se apagan y detrás del decorado hay una vida con lágrimas de verdad, y nos las provocadas por cebollas en las mangas de las camisas. Además, las heroínas de ficción Yulai, no tienen agallas, tienen unas postizas. Y esas se despintan, se rompen, se desmoronan, como los sueños, cuando nos despertamos.

(Y a veces, cuando abrís los ojos, no te pasa Yulai, que intentás así con los brazos estirados, como alcanzar tus sueños de anoche, pero no podés, porque están tan lejos como esos globos que prendíamos en navidad y se van, se van, se van, y nunca más los podés alcanzar? Salvo claro, que tengas el coraje, de ir tras ellos. Vos te animás? A mi me da mucho vértigo. Habrá gotitas que ayuden a lanzarse a la aventura?)

viernes, 22 de agosto de 2008

Flash informativo

Cuatro de la tarde en la ciudad. LLueve. Veintidos grados y medio de temperatura. Sale el sol. Humedad del ochenta y nueve porciento. Vuelve a llover. Salgo a mi balcón desierto de jazmines, evidentemente no es navidad. Se casa una vieja. Sale el sol. El chico de enfrente me mira. Llueve. Ahora la que lo mira soy yo. Vuelve a salir el sol. Me mira de nuevo. Se casa otra vieja. Él se pierde en el encaje negro de mi colaless, mientras yo le doy la espalda y me voy caminando con el pelo recogido en un rodete a punto de desarmarse.

martes, 12 de agosto de 2008

No soy tortuga, soy mujer

Yo sé que tenés razón Yulai, que lloro por todo, pero sabés qué pasa, yo estuve siete años de mi vida sin llorar. Nada de nada. Ni siquiera una lágrima provocada por gotitas oftálmicas (lo leí en el colirio que llevo en la cartera, yo pensé que se decía "oftalmológicas"). Otra que Cameron Diaz en El Descanso, o Vacación, o Holiday, como la quieras llamar, la viste? Otra que ella, pero claro, sin esa cara divina, sin esa boca enorme, sin esos ojos grises o celestes, no me acuerdo, sin esas piernas largas y flacas, sin ese culotte del hombre araña que está tan bueno, a dónde lo consiguió. Yo me refiero a esa coraza emocional que no me permitía derramar una mísera lágrima de cocodrilo, o de vaquita de san Antonio, o de mamá elefanta cuando ve que le llevan a sus hijos elefantitos de colores, en esa película que un día enganché en el cable.

Todo por culpa de la profesora de matemática de tercer año, que dijo eso y sentí que hablaba por mi: que a ella "la hicieron mala", porque la obligaron a festejar la fiesta de quince años, y entrar de la mano con su padre, y sacarse fotos mesa por mesa, con esa tía que ni siquiera sabía que existía, y que encima se había puesto la peluca al revés, y bailar el vals con ese primo lejano al que no soportaba porque no dejaba de perseguirla, y ponerse el vestido blanco, con encaje y tul, y los guantes de razo que dejaban el pulgar al descubierto, qué cosa más espantosa; cuando ella, lo único que quería era festejarlo revolcándose en el establo de la casa de campo de sus abuelos, con ese primer novio de la adolescencia. "A mi eso me marcó la vida", decía ella, y yo la escuchaba embobada, como si hablara un filósofo y no esa mujer que nos volvía locos con esas fórmulas matemáticas, enfundada en sus blue jeans ajustados hasta el infarto. A mi no me obligaron a festejar "los quince", pero no me dejaron pintar el placard de mi cuarto como yo quería: azul eléctrico, con amapolas amarillas que miraban el sol y hojas en distintos tonos de verde, y y al final lo hicimos blanco, como "sugería" (ordenaba) él. Sabés Yulai, que se puede tener estufa aunque no haya salida al exterior, y no morirte de frío durante años y años y años, tantos como ocho.

Pero quizás tengas razón Yulai, y sea hora, no te digo de dejar de ser sensible, sino de no serlo tanto. Y no llorar si a una señora se le cae la única moneda de diez centavos que tenía para viajar y se pone tan mal como si hubiera perdido la última posibilidad que quedaba en la tierra de hacerse un transplante de riñón. Pero lo que a mi me puso tan mal, fue la desesperación y la angustia de esa mujer que estaba parada al lado mio esperando para cruzar, por eso yo llegué a casa tan triste y vos no podías creer que fuera ese el motivo, y me preguntabas, pero alguien te pegó en la calle, se terminaron todos los Shimmy de vainilla con corazón de dulce de leche del planeta, no podés desplegar tus alas, y por eso llorás. No Yulai, escuchá: a la señora se le cae la moneda y por querer recuperarla, se cae de rodillas en la zanja y ahora no sólo le falta esa moneda, sino que tiene el pantalón mojado y roto, y las rodillas lastimadas, y pobre mujer Yulai, tenías que verla. Y en la desesperación, le pegó a su hijo que no había hecho nada, pero la ligó, de rebote. Y quizás a ese chiquito también ella lo hizo malo con esa actitud porque él, qué culpa tenía Yulai, si sólo estaba ahí, parado al lado de la madre, agarrado de su mano, esperando para cruzar, con esos ojitos de querer encontrar una estrella fugáz en el verde del semáforo.

Yo te prometo Yulai que voy a intentar no llorar por algunas cuestiones como si se me rompe la bolsa de basura justo en el hall de entrada y tengo que volver a bajar con el escobillón y limpiar todo, o si se me salta el esmalte rojo que acabo de ponerme en las uñas, o si el helado de mousse de limón es blanco y no amarillo como me gusta a mi, o si la camarera se equivoca y me trae el lomito completo y no sólo con lechuga y tomate, como yo quería.

Eso si, si de repente en ese concurso de televisión, muestran al chico que corría en autos y ahora no puede hacerlo más porque está en una silla de ruedas esperando por un disco artificial, Yulai, entendeme, si derramo una lágrima es porque siento compasión por ese muchacho, que necesita lo mismo que yo necesité y que conseguí, no te digo de la noche a la mañana, pero si en un par de semanas, que no fueron más de tres, y fue sin necesidad de ir a ningún programa de televisión, y soñar, y emocionarme ante las cámaras, y menos mal que dimos con San Gobbi y San Lanari, y tantos otros santos que colocaron tan pero tan bien el disco, que yo ya no me caigo más al piso ni me hago pis encima, qué maravilla Yulai, lo que es el avance de la ciencia.

Mirá Yulai, yo no sé qué fue lo que me llevó a derramar la primera lágrima después de esos siete años que estuve sin llorar, ni siquiera por motivos, como la muerte de la abuela, o el fin de la edición limitada de Ades pomelo, lo que si sé, es que un día daba vueltas alrededor de la plaza de Villa del Parque, y vi un banco pintado de blanco al lado de la calesita. Tenía frases, nombres, dibujos, con marcador indeleble: "tuti te amo", "somos tres gatitas que animamos tu fiestita", el dibujo de un corazón, EGRESADOS 1992 (el mismo año que egresé yo), el dibujo de una chica superpoderosa, "zulema, llamame o te mato", y yo no sé si fue la canción de las trillizas de oro que se escuchaba de fondo, o el efecto que hicieron en mi retina las luces del helicóptero espacial que subía y bajaba, subía y bajaba, o los gritos del calesitero agitando el manojo de sortijas con su mano, pero de repente yo me encontré bajando las armas y despojándome de mi escudo de tortuga ninja con el que me había protegido durante tantos años, dejándolo en un banco de plaza blanco con letras y dibujos negros.

Y es cierto Yulai, que lloro por todo, pero entendeme, sin caparazón te queda la piel al descubierto, y como yo me arranqué de cuajo la coraza, porque asi soy, nunca ubicada en ese punto de equilibrio en el que la rama no se cae ni para un lado ni para el otro, ahora estoy como llena de llagas, entendés, y los métodos para curarme que estoy utilizando, cicatrizan muy lentamente. Igual, como yo nací de este lado de la pantalla, no del de allá, en Discovery Channel, decidí que no soy más tortuga: ni ninja, ni de tierra, ni marina. Mejor ser mujer, y si te duele, o te arde, no sé, subite a la calesita, pedí que te pongan a todo volúmen el hitazo "Señor Avión", de Cantaniño, y volá, volá, o subite al burro pepe que se cree un toro y dá vueltas como loco y te transporta, al menos por un rato, a otra galaxia, en la que te sentís como si estuvieras en esa caminata lunar a la que íbamos cuando éramos chicas, en la que nuestros cuerpos estaban flotando, suspendidos en el aire, o cayendo en cámara lenta sobre ese colchón inflable, que era un poco como estar en las nubes y en el que no tener escudo no dolía.
Mirá Yulai, me saqué la sortija, vuelta gratis, venís?

domingo, 10 de agosto de 2008

Hoy

Te confieso Yulai, que hoy mi ánimo es:

Lo más parecido a esos departamentos antiguos, poco ventilados, con paredes en verde agua o celeste, con cuadritos de alguna virgen y ataditos de flores secas. Con naftalina en los placares y caracoles juntados en alguna playa no muy lejana, por todos los rincones.
Es irritante, como esos sweaters que te hacen picar o como las migas en la cama.
Es como cuando se te pegotean las manos con la cáscara de la naranja. O como el olor a mandarina que no te podés quitar en toda la tarde, y para qué comí eso de postre o por qué no la pelé con cuchillo y tenedor.
Es molesto, como cuando un guante de goma está pinchado o cuando te entra agua por la manga de la remera o la camisa, y se te moja hasta el codo y qué bronca me da.
Es deprimente, como las siete de la tarde del domingo, cuando íbamos al colegio.
Es aburrido, como el guiso de lentejas.

Es.............espero que mañana sea otro día!

lunes, 4 de agosto de 2008

Horóscopo

4 de agosto, Acuario - Amor: Trata de comunicarle a tu pareja de forma clara y concreta tus verdaderos sentimientos, no puede adivinar lo que te pasa.

Y claro, cómo va a adivinar lo que me pasa, Yulai, si ya lo escribió Isabel Allende en "La Suma de los Días": Su novio esperándola en un rincón, impaciente porque ella no se acercaba, y ella esperando que él la sacar a bailar.

No te digo Yulai, que el amor es un desencuentro absoluto. Porque si no explicame, cómo se entiende, que cuando yo esperé toda la vida que Rey viniera corriendo a mis brazos, el mismo día en que él se tomó un avión para darme una sorpresa, y cuando en el minuto cero de mi cumpleaños tocó el timbre de casa, con kilos y kilos de helado de mis gustos preferidos, yo estaba recortanto corazones de diferentes tamaños y colores para hacerle una tarjeta por el día de San Valentín, a otro que no era Rey. Y ese otro, en ese momento en el que yo, de manera desprolija pero con mucho esmero, recortaba corazones, ya no me miraba porque como siempre, yo me encargué de boicotear la relación Yulai, y cómo vos te vas a enamorar de mi si yo soy una loca de mierda. Es que es eso justamente lo que me enamora cada día más de vos, respondió él, mirándome absorto, y podría haber sido el poema de amor más maravilloso, no te digo del planeta pero si de esos que te venían en los chicles Bazooka de frutilla. Pero no, ella insistía en que: si me amás por eso, estás loco, y como estás loco, yo doy media vuelta y me voy porque para locos ya me alcanza conmigo, y Nike running, chau, si te he visto no me acuerdo, y a mirar para otro lado, o para el horizonte, o para la línea esa finita que divide el río del mar de la que habla Juan en su última novela, esa que a mi me gustó tanto porque decime Yulai, si no es la historia del futuro entre Rey y yo. Y no me refiero a las enfermedades terminales, claro, pero si al reencuentro con ese novio o novia de toda la vida, y el darse cuenta del tiempo perdido en vano y, aunque en realidad no creo que vaya a poder ser como en la novela, porque Rey detesta la playa y no iría hasta la base siquiera de un médano ni por amor a su propia madre, por lo tanto, Juan tendría que hacernos el favor de escribirla nuevamente en algún lugar de montaña, aunque en ese caso, la que no iría a la montaña soy yo, y no te digo, de nuevo, desencuentro total: Rey de campamento en los Andes, con tan sólo una campera y una ollita, y yo en un hotel cinco estrellas en la costa atlántica o en el caribe, con dos bolsos, más "el de mano", con diecisiete pares de zapatos, cuatro jeans y veincitinco musculosas, para diez dias. Venís conmigo Yulai?

Te digo que yo ya perdí las esperanzas de poder entendernos entre hombres y mujeres. Te das cuenta Yulai, si es nuestro tema de conversación mientras tomamos café con leche antes de irnos a la cama y vos te reís porque uso ojotas de goma con medias y yo de tus pijamas largos: vivimos incomunicados, pero pareciera que es eso lo que nos gusta, o justamente por esos desencuentros es que nos buscamos tanto, como queriendo encontrar en el otro, eso que nos falta. Proust también dio en la tecla, Yulai, y ya sé que decís que "cómo hincho con eso", pero no te parece más que acertado eso que dijo: "Uno no se enamora del otro, sino de lo que el otro genera en uno".

Yo si me enamoro de lo que él genera en mi. A mi me enamora que a él le gusten mis pies por la forma en la que con mis talones, me aferro al piso, al suelo, a la tierra. Y cuando él me dice que es como si yo quisiera hechar raíces, me enamoro todavía más, y siento que crezco, como un árbol, hacia arriba, bien arriba. Y mis brazos son como ramas largas, que se extienden hacia el cielo, como queriendo atrapar algunas estrellas, o colgarme de la luna.Y siento que me crece el pelo, como en ese sueño en el que me vi con esa cabellera entre rubia y castaño claro, natural, sin tinturas, como en la época en la que todavía no había descubierto el engaño, la mentira, la traición. Porque, qué es acaso la tintura, si no es un engaño, Yulai. Y querés decirme para qué me teñí de negro azulado yo, además de para manchar las pantuflas blancas nuevas, y la cortina del baño, también blanca. Las dos sabemos muy bien que no fue sólo para mi personaje de Gitana en Cármen, porque la directora ni siquiera lo había pedido. Asumamos Yulai que fue para revelarme, para defenderme, y para actuar de barrera de mi misma, e intentar cuidarme a mi de mi, valga la redundancia. También me enamora que me haga descubrir la sensualidad de mi boca al recorrerlo, la curva de mi cintura al estirarme al lado suyo, y la locura de mis pelos al rodar entrelazados.
Me enamora que me provoque pensamientos como que quizás compartir el mate no sea tan tremendo, o que si me hace una tostada con manteca y dulce de leche, puedo aceptarla sin morir en el intento, porque es como una demostración de amor, no Yulai, y ya lo dice la canción: "Qué es la vida, si no hay cariño, es como un árbol que sin hojas se quedó".

sábado, 2 de agosto de 2008

PD:

Novia nueva si. Novia nueva de diecinueve años, también. Aunque no pueda competir con eso ni comiendo tres frascos por día de Roc con retinol anticelulitis, ni aunque Marta me haga masajes, drenaje linfático, vendas frías, y baños de algas, cinco veces a la semana. Pero tener un hijo, y llamarlo Santiago, ahí te juro que primero voy a golpear con los puños de mis manos muy pero muy fuerte contra la mesa de algarrobo. Después voy a cortar con un cuchillo el acolchado de plumas que cubre mi cama de dos plazas que uso sola, y después, me voy a ahorcar con la última tanga de Victorias Secret con hilos de oro que Ceci me trajo de Miami. Y eso sería tremendo, porque además de que es divina, y sería una desgracia utilizarla para un suicidio, me salió trescientos dólares. Y eso para una tanga , es mucha plata, por más hilos dorados que tenga bordados.
Hijos no. Pero si llegás a tener uno, cosa que va a suceder y yo voy a salir corriendo como una estúpida a comprar esa revista que tiene en la tapa la nota sobre: "Mi ex fué papá", Santiago no le pongas jamás. Porque me vas a romper el corazón en pedazos. Y yo sé que vos no querés que yo sufra. Y juralo por los ravioles de verdura que nunca te supe cocinar y por todas las veces que te desperté con el ruido del secador de pelo, que Santiago a un hijo tuyo, con una mujer que no sea yo, no le vas a poner jamás.

(Aunque pensándolo bien, si le ponés otro nombre, tampoco estaría muy bueno).