lunes, 31 de diciembre de 2007

El amor es locura (pura)

Si no me dejás tocarte ahora, sobran las caricias que brotan de mis manos. Y mueren en esta piel que busca, pide, grita, piel.

Qué desesperante es cuando en los sueños se te caen las monedas. No hay manera de agarrarlas.

Como cuando (en sueños) querés correr (y no podés avanzar),
como cuando querés gritar (y no te sale la voz),
como cuando querés defenderte (de ese hombre malo) y como lo querés más a él, que a vos, tampoco podés. Como lo de las monedas.

Pero por suerte, Saturno, recién tocó tu sol, mi sol, nuestro sol............y si bien no estamos salvados, diría que eso, es muy bueno. Tanto como tener hambre, nuevamente, y poder ingerir alimento y nutrirte y entonces no morir en el intento de vivir esta locura llamada amor, llamada desamor, llamada cambio absoluto de hábitos enfermos que nos mataban.

domingo, 30 de diciembre de 2007

Mentalizada

"Al templo de mi cuerpo",
sólo QUIERO darle amor,
sólo PIENSO en darle amor,
sólo LE DOY amor.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Pasado

El pasado, sobre mi piel, como un tatuaje.
Adherido, como un traje de neoprene: pesado, mojado, grueso y duro.
Me molesta,
y no me deja avanzar.

Cuesta dejarlo atrás como el ayer,
como el día que pasó
y que ya no volverá.

Ella y los nombres VII

No podía concebir que un hombre de su edad, tuviera nombre "de grande". Una vez tuvo un novio que se llamaba Hectór, y su papá Agustín: "estaban los roles invertidos", pensaba ella. Hectór le parecía nombre de hombre grande y Agustín, de chico. Además el nombre Hectór mucho no le gustaba, y ella tenía ese problema que no podía superar: no podía amar a alguien si no le gustaba cómo se llamaba.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Ella (y el amor?)

Ella creía que:
esas piernas largas,
ese andar etéreo,
esos ojos que la reflejaban tan maravillosa,
podían ser también, una forma del amor.

lunes, 17 de diciembre de 2007

El Caballito (Blanco)

Citada a las 16 horas para la charla, son las 16.15 y aún no abren el negocio. Debe ser un hombre bueno, pero no me animo a tocar el timbre de la casa de al lado (que es a donde él vive). Acá la siesta es sagrada, como la misa de los domingos, como el darse dos besos, (uno en cada mejilla), como el "que andes bien", de cada despedida.
A los quince minutos escucho ruidos y se abre la puerta (la de la casa, no la del negocio). Es él, que sale con su bicicleta y una valija; se va "A llevar esta valija y a buscar un par de cierres que necesito. Si me espera, son quince minutos", dice. Si, claro, lo espero.

Mientras tanto observo a través del vidrio de la puerta, qué hay adentro del negocio, y encuentro de todo: cierres, retazos de telas; sobre el mostrador una pelota de cuero descansa desinflada de las patadas a las que está acostumbrada; pomada para zapatos, plantillas, cordones, hebillas de cinturones , alimento para perros, gatos, conejos, y "piedritas sanitarias"; cuchillos, con sus fundas de cuero, patas de rana, camisetas de diferentes equipos de fútbol, pelotas de metegol, de ping pong, pelotitas de goma, para rehabilitación.

Absorta, con la cara pegada al vidrio, mirando hacia adentro del negocio, como si del otro lado hubiera una juguetería llena de las cosas que más me gustaban de chica, y como si yo tuviera cinco años, mi impaciencia me llama la atención y me saca, bruscamente de ese recuerdo, me avisa que el tiempo sigue pasando y que el dueño del negocio no regresa. Cómo me cuesta, si yo esa tarde sólo tenía "programada" la charla con este señor, por qué me desespera tanto esperar en una calle de tierra, mientras el cielo me regala ese espectáculo, cuando va pasando del celeste, al rosa, al turquesa............Los quince minutos, se hicieron cuarenta y el hombre regresa sin la valija y quejándose por lo que tardan las mujeres eligiendo botones en las mercerías, y decreta: _"nunca pero nunca, voy a vender eso, tienen más vueltas las mujeres".
Por eso no coso, le digo yo. Ni cocino...........y ahí empieza a darme una clase magistral sobre cómo conseguir que algo salga rico o bien, agregándole Amor . Y me cuenta que su señora no ha sido muy afecta a la cocina: es que le falta "eso", que es el Amor a la cocina, dice, como no entendiendo cuál es el problema de agregarle ese toque nuestro, de nuestras manos. Y sabe que el problema de que a su señora no le salga bien ningún plato es que "ella en el apuro, mezcla todo, lo hace rápido, y no hay caso, queda diferente. Cambia y no hay nada que hacer. Cambia, recalca, si se hace con amor", y se le ilumina la mirada. Y menciona a modo de ejemplo esos tallarines con estofado que hacía su madrina, con justamente, tanto amor, que no había otros como esos.

Mientras me da esta "lección", abre el negocio y va sacando los carteles que dormían adentro, y los va colgando, uno a uno, convirtiendo lo que era una fachada prolija pero sencilla (sólo en blanco y gris) en un mural de esos dignos de ser fotografiados: ellos dicen, simplemente lo que aquí se hace:
"Se realizan composturas y se cambian cierres a camperas"
"Venta de alimentos para perros y gatos"
"Colocamos: ojales en cortina, broche en ropa"
"Hacemos cortinas de lona"

Cuenta que van tratando de buscarle la vuelta al negocio porque lo que es la talabartería en si, ya no funciona como funcionaba años atrás. La gente no repara tanto las cosas, o hacen reparaciones "caseras". Hoy en día en lugar de comprar una montura nueva, o reparar la que tenían, usan una frazada con una esponja forrada. O las riendas, son reemplazadas con cintas de persianas viejas o alguna soga que andaba suelta por ahí, en lugar de usar riendas de suela, como tendría que ser, como las que tiene el caballo, por ejemplo y me señala "al bicho".

El bicho es un caballo, (de madera). También lo llama "el animal", como si tuviera vida y él no quiere pecar de mentiroso, y se cubre ofreciéndome contar "la historia que a él el contaron": La reina Victoria hizo una visita a la Argentina en el año 1890 y le trajo de regalo al gobierno argentino, unos caballos de madera. De ahí y eso si, no se sabe cómo, fueron a parar a una talabartería llamada "La Argentina", ubicada en Buenos Aires. El señor Cassino, (primer dueño y fundador de la talabartería a donde me encuentro ahora, hablando con este buen hombre) viaja a Buenos Aires a comprar mercadería porque en "La Argentina" liquidaban todo, y compra entre otras cosas........el caballo. Ante mi sorpresa por el perfecto estado que mantiene "el bicho", me explica que lo van manteniendo, y me cuenta a modo de anécdota, que hace más de quince años se pintó de color blanco, por eso la confusión o creencia de mucha gente acerca del nombre de la talabartería: si es El Caballito, o El Caballito Blanco.

Entran dos señoras a comprar "argollitas con cadenita, para llaveros". Él responde que la argollita si, las cadenitas, no, pero se las puede proveer alguna casa que venda bijouterie. Quedan como suspendidos en el tiempo y cambian de tema repentinamente: ¿Qué salen esos hilos que tiene ahí colgando, son choriceros?...........Y él, con detenimiento, muy buena predisposición y por sobre todas las cosas, con mucho amor, les va mostrando cada uno de los hilos: éste es choricero, esos otros son para tejer al crochét. Vuelve la señora a las argollitas...............qué salen? quince centavos. Lo piensa y duda: son chicas, dice, pero igual las voy a llevar, resuelve.

Se mudó a este último local, el primer lunes de diciembre (de 2006). Lo construyó en parte de lo que era el patio de su casa porque el anterior, que era alquilado, se lo pidieron para instalar un ciber. Ahora a donde estaba la talabartería El Caballito, (sea Blanco, o del color que sea), ya no hay de retazos de lona, cierres, ni almohadones, esperando ser reparados por las manos de este hombre de andar cansino; sino impresiones color, cámaras web y juegos en red. Quienes están acostumbrados al correo electrónico, lo virtual y desechable, en lugar de reparar su vieja riñonera de cuero, seguramente compren otra, más moderna, con tela dry fit y colores estridentes en alguna casa de deportes, también nueva y ambientada al mejor estilo de las de Capital Federal, en este pueblo que duerme la siesta, eso si, religiosamente, y sigue usando el lampazo para limpiar sus veredas hasta dejarlas brillosas como una pista de baile en la que aún los bailarines no han posado siquiera un pie.

Un hombre viene a dejar su campera de trabajo para que le cambien el cierre y pregunta por la vitrina que está a la venta y por la que "para levantarla se necesitan cuatro personas, imagínese usted el material del que está hecha". Sale $ 500. -, nada comparado con los años, su historia y los secretos que ella "guarda" en su interior. Pero el cliente va por más, quiere la vitrina y además, quiere el caballo. "Ese no está a la venta", defiende el dueño al bicho, que no habla pero pareciera que mirara...........

Entra el proveedor de alimentos para animales pero el señor Carlos, "le tiene miedo al arroz"............"por los gorgojos", adivina el chico y lo tranquiliza diciéndole que "es una plaga de verano, tipo mosquito", pero no lo convence y Carlos le dice que en todo caso "ven la semana que viene, que por ahora, no".
Me gustaría aprender de él esa manera contundente, pero tan respetuosa, y por sobre todo, sin vueltas, de decir las cosas. De decir, no.

No hay ninguna reparación extravagante. La gente ya sabe que se hace aquí y que no. Hoy en día si llega una reparación “medio difícil”, él no la recibe, porque "nunca se metió mucho en lo que era el taller" y agrega orgulloso, que "esto en sus inicios fue hasta curtiembre", y sabían "exportar", como dicen acá, a San Luis, a menos de .........300 kilometros de ahí. Pero todo poco a poco fue decayendo, dice con cierta nostalgia.
Primero se trabajó sólo con cuero, después se han ido agregando carpas, lonas, después se agregaron las lonas para camiones, toldos de negocios, cortinas de lona. Y con respecto a la ropa, al principio, se reparaban solo camperas de cuero, el típico gamulán; luego se fueron agregando todo tipo de camperas e incluso otro tipo de vestimentas o carteras. Pero antes las carteras o cinturones eran de cuero y hoy, (él se enoja y con razón), "el material que utilizan es una porquería, cuerina o un pedazo de plástico". "Todo va cambiando", asume, y agrega no resignado, sino como quien aprender a vivir con algo nuevo: "nos hemos ido adaptando".

Hay pomadas para zapatos, tinturas, cordones, porque eso está relacionado con la talabartería, por estar relacionado con el cuero. Trabajan también el deporte y cuenta que en una época se trabajo muy bien con eso: camisetas, medias, incluso botines de fútbol. Hoy ya queda únicamente "lo elástico" y comenta orgulloso que "incluso los médicos de Rivadavia le mandan gente para la línea de rehabilitación": vendas, tobilleras, pelotitas de goma.

Él sabe que en Buenos Aires, no está tan ramificado, y el que se dedica a una cosa, se dedica a eso, únicamente, "en cambio acá, uno va agregando cositas y sabe que si no se vende hoy, se venderá mañana", dice con la sabiduría del que no le reprocha nada a la providencia.

Llega una mujer con un pantalón de corderoy "para reparar ahora mismo". Él busca entre las más de dos docenas de cajas "Snaps" que tiene en un estante y en menos de cinco minutos le coloca el botón que le faltaba. La señora se va con el pantalón reparado (por solamente un peso) y con su niño y su soldado verde que "no fue a Malvinas".

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Morir por una pizza

Esta carta la escribí y envié al diario CLARÍN a raíz del asesinato de Federico Edelman Anaya, que además de ser, en primer lugar un ser humano, era amigo de mi hermana desde que eran muy chiquitos. La carta fue publicada en el diario el viernes 2 de noviembre, y fueron muchas las repercusiones y la gente que me escribió al respecto. Lectores que ni siquiera conozco pero que como la mayoría de los argentinos, necesitamos la seguridad y la justicia tanto como el aire que respiramos...........(o para poder seguir respirando).

"CUANDO LA INSEGURIDAD NOS MIRA DE REOJO"

La inseguridad es, se sabe, cosa de todos los días. Pero si pasa a la vuelta de la casa de uno, y si encima, ese hombre que mataron por la espalda resultaba ser amigo de uno, la sensación de que "en cualquier momento a todos nos puede pasar", crece, se potencia, se agudiza. Y da miedo.

Mi hermana está impactada. _Tenía cara de dolor, dice, como sin poder creer que ese chico que dormía para siempre rodeado por maderas oscuras, era su amigo de la infancia.Te matan a un amigo "porque si", dice de nuevo, sin poder creerlo, presa de los brazos del impacto que nos provoca la muerte, llegue de la manera que llegue, anunciada o repentinamente.

Recién esta noche, cuando todos, como si nada, nos estemos preparando para empezar mañana una nueva semana, se cumplirán sólo tres días, sólo dos noches, sin Federico y sus sueños: nunca más se reirá, nunca más cantará, ni comprará el pan, nunca más regresará del trabajo para abrazar a sus amores: su mujer y sus hijos. Su hermana se quedó sin su único hermano. Su mamá y su papá, hoy están sentados al lado del cajón, velándolo, como hace años, "velaban" sus sueños al lado de la cuna. Y su abuelo, se preguntará qué sentido tuvo vivir tantos años, para ver morir a un nieto. Para ver como le arrancaban en un segundo, sangre de su sangre.
Inexplicable.
Ridículo.
Irónico. Pero no imposible, y al contrario, cada vez más común y frecuente en esta Argentina que cada día llora a más de una víctima de la inseguridad que nos rodea como el aire que respiramos. Cerca, latente, amenazante.

No le quitaron ni plata, ni electrodomésticos de los más caros, (ni de los otros), ni alhajas. Le robaron, para siempre, el más preciado de los bienes, el que no tiene absolutamente ningún precio, pero el que tiene el mayor de los valores. Le quitaron su vida. Por la espalda. Porque si.

Federico era una persona de bien. Educado con valores. Era una persona con buenos sentimientos, con sueños. Mi más sentido pésame para su familia. Y para él, una estrella especial, para que en el cielo, y lejos de la violencia de las calles de esta tierra, a la que lamentablemente nos estamos acostumbrando, su cara ya no refleje el dolor que aún tenía a pocas horas de que delincuentes feroces le robaran todo. Y un pedido especial, reiterado, de justicia, a las autoridades, que pudiendo hacer todo, o al menos algo, se hacen los sordos.

Aforismo

Cuando amás a un hombre malo, sufrís.
Y si sufrís, no tenés hambre.
Y si no tenés hambre, no comés.
Y si no comés, adelgazás.
Mucho.
Mucho son como siete kilos.
Como siete kilos menos de vos por la vida, esparcidos vaya uno a saber dónde.
Siete kilos menos de tu cuerpo, de tu esencia, de tu materia.

Siete kilos menos de mi, que se me perdieron.
(Y no los puedo encontrar).