martes, 26 de agosto de 2008

Bienvenidos al mundo real

Tan pequeño es el detalle, que a esas hebillas se las llama, justamente, "invisibles". A mi me gustaban de chica porque creía que eran hebillas exclusivas de bailarina, porque las veía en sus cabezas, sosteniendo esos rodetes inmortalizados a fuerza de spray, pero hoy son moda, y las veo no sólo en las cabezas de las que saben bailar como a mi me gustaría poder hacerlo.
Querido, saber que una no tiene exclusividad, no significa que si encontramos evidencia del paso femenino en tu colchón, no nos caiga pésimamente mal, por no decir, como el culo.
Es como si yo te invitara a mi casa y encontraras una corbata del hombre que se deslizó por mi piel el día anterior, la semana pasada, dos meses atrás. Aunque es probable que eso, a los del sexo masculino, no les moleste, y al contrario, hasta les cause gracia, o incluso, que ni siquiera lo registren.
Ver una hebilla (que no es mía, obvio), en tu mesa de luz, cuando ya mi pantalón descansa en tu silla, mi remera quedó tirada vaya uno a saber dónde, y a mi sólo me falta sacarme las medias, el corpiño me lo sacás vos, no?, te baja al libido ciento cincuenta metros bajo tierra. Y fijate Yulai que no puedo poner 2.200 (metros bajo tierra) porque no sé si se escribe todo junto o separado, y pensar que en ortografía, tenía "superó". Es como que un hombre te diga que colecciona carteritas de macramé, o que te tire "besito mariposa" cuando te deja en la parada del colectivo al grito de "chau nena". Se te van las ganas de todo. Y se muy bien que no me debés nada, "ni siquiera explicaciones", como me gusta decir a mi, pero nada tiene que ver el yogur con la autopista, y saber que no soy la única que frecuenta tu departamento desordenado, no significa que las huellas de una mujer en tu casa me dejen como sin ganas de nada. O lo que es peor, con ganas de todo lo contrario, que sería correr ahora mismo, aunque sea de noche y haga frío, hasta la casa de Rey, llegar con la lengua afuera, llamarlo desde la calle, mirando a hacia esa ventana desde donde él solía asomarse a sonreírme cuando yo lo despertaba inesperadamente de alguna siesta, y decirle que sé que cometí mil errores, que siempre pedí más de lo que él me podía dar, que nunca nada me venía bien, que hice mal en atenerme a sus palabras y no a los hechos, que hoy no me molestaría si se olvida de la fecha de mi cumpleaños o de comprarme en el super el café que le pedí. Que soy capaz de comprender que cada uno tiene sus tiempos. Que extraño sus ojos, y que sus pestañas largas son lo más hermoso del mundo. Más que ese refugio de montaña rodeado de nieve. Más que el perfume de los jazmines en navidad. Más que quedarme horas sumergida abajo del agua, escuchando la nada, o que ver a mi gato dormir sobre mi perra una tarde de agosto, cuando por la ventana les entra el sol y les da a los dos sobre el lomo, y quedan tibios y dan ganas de abrazarlos y no salir de encima de ellos nunca más, porque para qué Yulai, estar averiguando qué nos depara el destino para ese día. Y hasta su falta de atención y sus silencios, extraño. Y le diría que podría soportar esas películas de caballos y trajes antiguos que me aburrían tanto, con tal de estar tirada al lado suyo, mientras él me toca el pelo y yo me duermo. Porque al final todos son iguales (y todas somos iguales) y para qué andar probando nuevas sensaciones en cuerpos adolescentes, si el mio lo conocés desde entonces y ahí están nuestras raíces, las del amor a primera vista, no? Dale Rey, si nos conocimos en la calle, te acordás? Domingo de enero, cuatro de la tarde y toda la ciudad dormía. Menos vos, y menos yo, que volvía de correr, y no me jodas, cómo puede gustarte una mujer así de despeinada. Pero se ve que te gusté, porque te bajaste del auto y caminaste al lado mio, dejando a tus amigos al volante. No me lastimes, te rogué con cara de pánico, me llamo Macarena, te mentí. Aunque a las dos cuadras te confesé mi nombre verdadero y así pasaron dos horas y media hablando en la calle, de qué hacés, a dónde vivís, sos loca que corrés en la plaza con este calor?, mientras cada tanto le gritabas a tus amigos que pasaban por enfrente "vayan, yo después voy", y que si, que no, dale, no seas mala, al final, te dí mi teléfono y al otro día hablamos cinco horas y media por reloj y fue la conversación telefónica más larga de mi vida, y de la vida de todos, creo, y llegué tarde al trabajo porque me quedé dormida. Y esta es la historia de como un domingo de mierda en Buenos Aires, puede convertirse en el día en que enfrente de la iglesia en la que desde chica decías: "acá me quiero casar", encontraste al amor de tu vida. No te digo Yulai, que aunque sean las cuatro de la tarde y no se pueda respirar, salir a correr siempre es la mejor opción. Claro que no cuando corriendo me escapo de él, o de mi.

Encima el horóscopo me está matando, Yulai. El lunes, me dice: "decile todo lo que sentís", y yo qué hago?, impulsiva empedernida, le escribo una carta a Uno, confesándole mi amor hasta el punto de dar vergüenza. Martes, todo lo contrario, "acuario te aconseja poner la cabeza debajo del chorro de agua fría. Está bien transmitir los sentimientos, pero sé cauta". Cauta me dice Yulai. Cauta y yo no vamos de la mano, somos dos cosas absolutamente opuestas; es blanco y negro, es arriba y abajo, es el agua y el aceite, entendés Yulai. Pero acaso pusieron en acuario lo que le correspondía a libra, virgo o capricornio.

Y yo que hace un año me duermo y me despierto pensando en un hombre bajo que no es coherente entre lo que dice y lo que hace, cuando tantos gigantes me solicitan. Podés creer Yulai, que hoy pensaba en Uno hasta cuando le pasaba el plumero a las ventanas de mi cuarto?

Pensar Yulai, que a Merceditas y a mi nos pasó lo mismo: los hombres de nuestras vidas, nos dejaron de un día para el otro, con nuestros sueños desinflados como globos, tirados por los rincones de nuestro corazón hecho trizas. Claro que con una diferencia, ella estaba casada y además es famosa, por lo tanto, de la escapada a un hotel cinco estrellas, de su marido con una nena mucho menor, nos enteramos todos, en cambio, de la nueva novia de Rey, dieciocho años más chica que él, se enteran sólo aquellos con quienes yo comparto la noticia "bomba" del año. Igual lo de Merceditas, te digo, qué nivel Yulai, salir en las tapas de todas las revistas con esa cara de haber estado llorando durante tres días seguidos, pero con ese enterito de modal tan divino que así da gusto deprimirse. En cambio vos me ves a mi, llorando en casa, con el camisón verde que compramos para el sanatorio, la remera azul que está toda descosida, las ojotas con medias, es cierto que doy miedo.

Viste Yulai, que lo mio con respecto a Rey está difícil, porque es algo así como "me duele si me quedo pero me muero si me voy". Entonces yo pensaba que era mejor "quedarse" (quedarnos) a pesar de todo, porque creía que era preferible que doliera antes que morir, pero cuando me operaron, descubrí que le tenía más miedo al dolor que a la muerte, y por favor, doctor, opéreme y sáqueme todo lo que esté mal, pero no me manden más a acostarme en esas camillas frías y duras en salas de rayos congeladas, ni me claven más agujas en la espalda que me duele carajo, y entonces comprendí, Yulai, que quizás lo mejor sea partir, aunque sienta que me muero, porque no puedo asumir que el amor es un alimento perecedero, y que ese que existía entre nosotros, ya no tiene más raíces, ni un tallito, ni nada que lo haga revivir ni siquiera si lo ponemos en uno de esos frascos con agua en los que mamá hace renacer hasta la palmera con menos probabilidades de subsistir.

Pero la vida no es ficción Yulai, y te doy la bienvenida a este mundo, el que está de éste lado de la pantalla, en el que lloramos por amor, por desamor, porque un hombre malo nos parte el corazón en mil pedazos, y nos cuesta levantarnos de la cama porque no podemos con nosotras, y no comemos, y hasta el pelo nos duele, y las pestañas, y la piel de acá, del costadito de las orejas, y yo maravillándome y diciendo, pero mirá vos, los cojones que tiene Nancy, que le canta las cuarenta a su chico rubio y motoquero. Pero querida, en la ficción ella es capaz enfrentarlo a él, "que no se compromete", y de mirarlo bien a los ojos, mientras le pone todos los puntos sobre las íes, o todos los palitos atravesados sobre las "té", porque tiene un guión que le dice cómo, cuándo y en qué tono hacerlo. Pero no recordás acaso, que en la vida real, ella lloraba en los livings de Susana porque ya se había separado del padre de su hijo y vivía sola con su bebé, rodeada de pañales y mamaderas, en un departamento de Belgrano, blanco, frío y alquilado. Yulai, yo no tengo libretos, ni nadie que me diga cómo actuar y en qué momento, cuándo si, o cuándo no, y encima el horóscopo que me manda hoy hacia acá, mañana hacia allá, y yo, que llené todas las paredes de mi cabeza con esos "cuadritos" de la casa grande, con pileta, perro, y niños dando vueltas por un jardín enorme lleno de flores de colores, y toda esa historia del amor eterno y envejecer juntos, pero si hasta a Pablito y a María les creí cuando decían que el de ellos duraría toda la vida. Pero mi amor, eso pasa sólo en los sets de filmación, en donde el vino no es tal cosa, sino jugo de manzana, y en los que un día, las cámaras se apagan y detrás del decorado hay una vida con lágrimas de verdad, y nos las provocadas por cebollas en las mangas de las camisas. Además, las heroínas de ficción Yulai, no tienen agallas, tienen unas postizas. Y esas se despintan, se rompen, se desmoronan, como los sueños, cuando nos despertamos.

(Y a veces, cuando abrís los ojos, no te pasa Yulai, que intentás así con los brazos estirados, como alcanzar tus sueños de anoche, pero no podés, porque están tan lejos como esos globos que prendíamos en navidad y se van, se van, se van, y nunca más los podés alcanzar? Salvo claro, que tengas el coraje, de ir tras ellos. Vos te animás? A mi me da mucho vértigo. Habrá gotitas que ayuden a lanzarse a la aventura?)