viernes, 26 de septiembre de 2008

El tiempo es oro

Seminario en la UP. Seminario gratis en la UP. Seminario en el que no se escuchaba muy bien al que lo daba porque "se negó a usar micrófonos" pero igual, bueno, medio que asi, inclinada hacia adelante y cuando las dos que tengo atrás no cuchichean, algo escucho.
Qué bien me sienta Palermo, con sus minitas palermitanas, claro. Las miro a todas, de arriba a abajo. Esa onda; te ponés lo mismo en Villa Urquiza y no te queda igual. Ni las botitas esas de lluvia, ni la vincha negra, ni los volados de esa remera tienen la misma caída en Palermo que en Villa Urquiza. Porque te digo, Yulai, esa es la misma remera que tengo yo, y viste que cuando camino por Díaz Colodrero, no se luce como en las veredas de Jean Jaures, Mario Bravo o Billinghurst. Al final la tía M tiene razón, "Dios está en todas partes, pero atiende en Palermo".

Pocas horas de sueño anoche. Anoche y las noches anteriores. No hay caso, no bajo de las dos y media, tres de la mañana. Por eso la chinche de cada día Yulai, si sabés que no dormir me pone peor que un bebé, y papá cada vez que regresa a la Argentina espera que su hija mayor haya madurado, y no, la misma cara de culo de los tres años, si tengo hambre o sueño, mejor perderme que encontrarme.
Y la humedad, y el pelo, y la cantidad de cosas que llevo en mi bolso, ahora hasta tapper con manzanas verdes cortadas en cuartos, porque viste Yulai que ahora puedo comer de nuevo manzanas verdes, qué avance. Otra de las cosas que creí no sucederían nunca más, pero mamá tiene razón, "todo llega".
Y acaso no hacía frío esta mañana, Yulai, si hasta parecía que se caía el cielo abajo de lo negro que estaba, pero no, dos de la tarde y el sol raja la tierra y yo me muero de calor con esta capa de paño que encima me queda larga y me piso los picos de los costados que caen en punta, y qué pasa hoy que el 109 tarda años y pensé que no llegaba al banco a pagar la tarjeta, y viste Yulai, que hay mil Citibank desparramados por la ciudad pero yo siento que si no pago en la sucursal de Villa del Parque, la cuenta no está saldada. Pero llegué y por suerte no había mucha gente, salvo un señor, sentado en una silla de ruedas en la puerta, y está con alguien usted, porque si no yo lo ayudo, o le pido al policía que lo ayude, porque yo no puedo levantarlo porque mi columna. Bueno, usted sabrá más que yo, no hace falta que le explique.

Casi las tres de la tarde y duda existencial, y Yulai te atiende el celular, aunque esté en un almuerzo de trabajo, porque sabe que podés estar en una disyuntiva entre: A) tomar un café con R (con R? al pedo, ni se te ocurra); B) irme a retozar con Uno (con Uno, te dá?) Y, viste que a veces, dá coger. No sé, peor es llorar. (No cojas ni llores, andate a casa, sola, dormí la siesta...........bah, como quieras, pero si te hace mal. Te dejo porque se me enfría el asado).
No te digo, si yo le pregunto a ella porque Yulai sabe. Ella sabe más que yo lo que a mi me hace bien. Definitivamente opción C: irme a casa y dormir. Sola. Mirá una película si estás aburrida, pero hacer por hacer, no. Aunque la que está en el DVD no, porque es de amor y vas a ponerte mal. Yulai sabe qué género recomendarte en días como hoy, en semanas como ésta, en meses como estos, y en años como éste: de tiros si, pero no te gustan, ciencia ficción tampoco, documentales un bodrio, al final de aburrida te vas a ir a coger, bueno, mirá La Era de Hielo en todo caso, pero de amor, no.

Llego a casa, y como si ya tuviera una coreografía aprendida de memoria, casi al mismo tiempo que escucho el contestador (y quién será el taradito que llama y corta), abro las cortinas, prendo la radio, hago pis, me lavo las manos, me saco el corpiño, fundamental, me recojo el pelo con broche y sapito en el flequillo que ya creció lo suficiente, enciendo la computadora, para variar, no hay internet, y casi que me hacen un favor, porque si no me quedaría horas acá sentada chateando con desconocidos y no te decía Yulai, que no tenía que aprender a usar el msn porque esto es un vicio y el tiempo que pierdo acá sentada. Entonces pongo a funcionar el lavarropas y es cierto que a las mujeres nos tranquiliza tenerlo ahí, ronroneando de fondo. Es como un placebo.

Y la siesta es lo más, es una dosis de energía, una inyección de vitaminas, es rejuvenecer. Te cambian los ojos, dice mamá cuando me despierto. Igual pensé que la migraña asesina iba a desaparecer con esta hora horizontal, pero no, sigue firme, y está por atacar con todas sus armas. Hace tres días que está por atacar, y no se decide, pero ya son más agudas las náuseas y el dolor en el cerebro, acá en el costado derecho, medio que ya no me lo banco y me está jodiendo demasiado y es un malestar que hasta me cambia el color de la piel, y la mirada, y me descargo con el operador de Fibertel, y una cosa es que me hagan un favor, y otra no tener servicio por dos (dos!) días, pero qué se creyeron. Gastón no sé cuánto fue el afortunado, porque en la parte del apellido siempre se corta, y no quería pelearme con nadie pero no sé reclamar de manera tranquila y pausada, y señora, yo la comprendo, y vos no me comprendés un carajo, porque esto es una mierda, si ya me acostumbré a no tener servicio, y por qué no mandan al técnico de una puta vez si hace semanas que lo espero. Y el pibe la tiene clara, sabe cómo manejar a una mujer descontrolada y hace oídos sordos a mis insultos: el domingo por la mañana pasarán del servicio técnico. Por mi que vengan a dormir el sábado a la noche con tal de que me arreglen este modem de mierda, pero sabés qué pasa Yulai, cuando llamo y grito, y amenazo, magicamente se soluciona el inconveniente y antes de que termine de anotar el número de reclamo, vuelve el servicio. Y al menos no chateo pero entro en la página de esa revista y voto, "qué preferís, flan o ensalada de frutas", y gana el flan con el 59% de los votos, podés creer en plena primavera?
Y me tiro en el sillón, patas para arriba, a mirar un poco de modelos angródinas en FTV, alguna que otra serie en Sony y como siempre a chequear compulsivamente si la hora del microondas coincide con la de TN. Veinte grados?, parece menos, entonces no prendo la estufa. Y menos mal que me quede en casa Yulai, absolutamente ningún sentido tenían las opciones A y B, si a mi me gusta estar sola, y sé hacerlo y además, no quiero que me suceda como en el sueño de ayer:

Un colectivo que hacía de micro escolar, daba vueltas alrededor de la plaza Devoto, y yo, entre compañeros de la primaria y los mellizos de Javier, perdía mis horas. Las más soñadas. Las más preciadas.

Esas horas que son como cuando papá nos prendía la luz del pasillo a la mañana, para que nos fuéramos despertando de a poco. O como escuchar la canción de María Elena, y a levantarse dijo la rana y cómo era esa otra del ojal?. Esas horas son como las traviata con mucha manteca y jamón cocido que nos hacía la abuela en el negocio, y ese olor a madera mezclado con el aroma del café caliente, y ese silencio, y esa penumbra, que había en Pasco, cuando el abuelo dormía la siesta sobre una frazada vieja arriba del mostrador.
Las horas soñadas son como la emoción de los primeros viajes en el 105, cuando regresaba del colegio a casa, y lo lograba sola sin morir en el intento. Porque viste Yulai que por eso que le pasó a papá yo tenía tanto miedo de no volver un día a casa, o que alguno de ustedes no volviera, y por eso Yulai yo necesito que vos me avises cuando llegás, no es que te persiga, es que asi me quedo más tranquila. Porque si no lloro, como lloré en el teatro San Martín cuando papá me dijo ya vuelvo, y pasaron siglos Yulai, te juro que fueron siglos y Elo no entendía: de qué tenés miedo, si ya viene, pero yo estaba traumada Yulai, y si ahora nos quedamos de nuevo, solas mamá y yo entre canastos de mimbre y la inmensidad del techo alto y blanco de la casa de la tía.
Las horas preciadas son las de las tres de la tarde cuando andábamos despacio por la sombra de Devoto, camino al club, con alfajores de chocolate y jugo de naranja en la mochila. Son como tomarte un helado una noche de verano. Son como cuando L. se queda a dormir en casa y lo escuchás respirar, y le agarrás la mano y le tocás el pelo.
Mis horas preciadas son como todas esas cosas que no querés que terminen nunca, como si fuera una película de esas que te encantan y aunque haya terminado y pasen los créditos en japonés y vos no entiendas nada, seguís ahí, quieta, inmóvil, mirando absorta la pantalla. Son horas para recordar y para disfrutar, como el pollo de aquel día, cuando mamá cocinó, y yo comí, sin culpa, chupándome los dedos de contenta, tranquila, feliz, otra vez.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Sueño con vos

Ay, Yulai.............los únicos temas que suenan en el top five de mi cabeza son esos que dicen cosas como: tu no me enseñaste a vivir sin ti, dime a dónde vas ahora que no estoy, o a dónde voy yo ahora que no estás, y en qué lugar se enamoró de ti, y cosas por el estilo.

El otro día leí que el duelo por mal de amores dura el tiempo que estuviste, multiplicado por dos. Veintidós años más enamorada de un imposible, Yulai. Osea que voy a estar hasta los cincuenta y cinco años llorando a toda hora y en todo lugar. Porque Yulai, yo lloro hasta cuando estoy acostada en la camilla de Hilda y ella me está depilando y me dice: nena, vos sos joven y tenés la vida por delante. Y te lo dice así con una seguridad y un amor de abuela, mirándote por debajo de esos anteojos de ver de cerca, y ponete de costadito ahora, y tiene razón Hilda, salí a caminar que así como cuando llorando por otro, lo conociste a él, ahora vas a cruzarte por el camino con uno nuevo. Un clavo saca otro clavo faltaba que dijera.

Pero no hay caso Yulai, y cuando Hilda termina con mi cavado profundo, no me siento con la seguridad que ella me daba cuando estaba despatarrada en su camilla, y al contrario, no estoy ni siquiera para pasar el rato hojeando esas revistas en las que Solita muestra el culo y dice: "quiero envejecer con dignidad", o Nancy posa con su tanga blanca y su camisa transparente, y con su mano derecha, insinúa tocarse una teta, y "no seré perfecta pero duermo con el más lindo", y al contrario, no tengo mucha más voluntad que para ir al super y comprar una lata de duraznos en almíbar y algunas naranjas para el jugo de mañana.

Y llego a casa, y el atún se me queda atragantado, y no puedo concentrarme en escribir, ni en mirar una película, ni en ordenar la pila de ropa que está sobre mi cama, ni en leer la columna de Beatriz, que me quedó pendiente del domingo pasado, ni lavar medias de nylon a mano, y mejor me voy a la cama Yulai, porque para no hacer ni una cosa ni la otra, mejor intentar dormir. O soñar. Y allí estuvieron Rey y su novia nueva, desfilando por los túneles húmedos de mi inconsciente depresivo:

Estábamos los tres, Rey, su novia japonesa y yo, en un departamento de un sólo ambiente, de esos que figuran en alquiler en la vidriera de una mercería, entre las Sol y Oro extra large y las cremas Avon con alcanfor. En un papel cortado con los dientes, marcador negro indeleble, pegado sobre uno de los vidrios, de manera desprolija, con pocas especificaciones: "alquilo dto san bernardo".

Había pocos objetos en ese mono ambiente en el que todavía no sé cómo estábamos conviviendo los tres. Sobre la mesada de aluminio, como si fuera un paisaje inhóspito, un frasco de detergente casi vacío, con la etiqueta gastada. La mesa de fórmica en el centro y cuatro sillas alrededor. Ni una sola tenía sano el tapizado de cuerina negro. Unas cuchetas a un lado, mi cama de dos plazas, al otro.
Paredes celestes, la puerta del baño verde agua, una virgen inmortalizada en uno de los azulejos, y "María protege nuestra casa", un ramito seco de olivo, colgado de un clavo torcido. Una mesita baja y un teléfono con disco, color "cremita", con un cable largo y enroscado, como los fideos tirabuzón.
Una Bic que no funciona, molesta sobre la mesa y mancha el mantel de hule con tinta azul.

Ella era baja, chiquita de cuerpo, aunque con unos kilos de más. La segunda japonesa "gorda" que vi en mi vida; la cajera del supermercado de Cuenca y Baigorria y ésta, tu novia en mis sueños. Vestía rara. Se hacía la cool hunter pero le faltaba glamour, de ese con el que se nace, como el que tiene Yulai cuando dice: "la rosh", o "screen touch", y "yo no puedo creer que estés tan al margen, actualizate, querés", me retás, porque vos no podés entender Yulai, que en mi cabeza sólo haya espacio para palabras o frases como plastilina, curva y contra curva, lágrima en jarrito de vidrio, aerodinámica, corriente de vida, trébol de cuatro hojas.

Botitas Nike tuneadas, jean chupín negro, remera lisa no recuerdo de qué color. Se pasaba un peine de dientes gruesos en su carré desprolijo y se reía, con él, de mi?, con esos nervios de cuando mucho con el otro todavía no te conocés, y te encontrás despertando al lado suyo, en una cama de una plaza en la que pasaste una noche incómoda y qué te importa el haber dormido abrazados si ahora tenés una contractura que no te deja respirar. Me hubiera tirado a dormir en el suelo, pensás, pero te lo callás, porque quedaría descortés hacerle saber a tu novio de hace tan pocos días que ni el hecho de haber dormido entrelazados te hace feliz esta mañana. El pelo negro y lacio, como casi todas las japonesas, pero el de ella, lucía sin vida, probaste con Pantene extra brillo? Completaba su vestimenta con campera floreada y cartera negra de fiesta, no da ni un poco.
Rey se vestía bastante mal, como siempre: jean, zapatillas de skater negras, sin cordones, con lengüeta enorme; esa remera azul marino que está toda descosida y que cuando todavía compartíamos el mismo colchón, sólo usabas para dormir. Te colgabas esa mochila desconcida para mi, agarrabas las llaves y te preparabas para salir. Con ella.

Pero antes, te acercabas a la cama de dos plazas en la que yo todavía dormía. Se me veía la bombacha bordó con ribetes crudos y las sábanas apenas me tapaban. Sólo esa franja temerosa que va desde la cintura hasta casi las rodillas, esa que necesito tener siempre cubierta para estar segura de que no voy a caer desde la cama, directo a un precipicio, ni voy a salir eyectada hacia las azoteas del barrio, como ese sueño en el que sobre volaba la ciudad en ascensor. Mis pies se asomaban deshinchandos, con mis uñas pintadas en un rojo apasionado. Y antes de irte con ella, tu nueva novia menor de edad, petisa, gorda y japonesa, me acariciabas la cabeza a mi, como cuando de esa manera intentabas tranquilizarme, y te estabas por ir de nuevo, pero llegabas a la puerta, y volvías a mi cama, a tocarme el pelo otra vez, y pronunciabas mi nombre varias veces, como si fuera una canción de cuna que me inducía a sumergirme embriagada, en un sueño profundo y dulce. Y yo, acostada con los huesos de mis caderas apuntando como flechas hacia el techo, mis brazos largos desnudos, la cabeza escondida debajo de la almohada, no podía entender qué tenía ella que no tuviera yo, además de grasa acumulada en la cintura, pésimo gusto para vestirse, el pelo negro engrasado y esa sonrisa despareja, y por qué mierda Nelly de la planta baja le relata a Morita cada cosa que hace, Yulai, si la perra no entiende nada, y me saca sin permiso de este sueño rectangular, celeste, con arena en los rincones y olor a sal, como un mono ambiente alquilado a último momento en la costa.

Pero al menos amanece Yulai, que no es poco, y acá me encuentro, con la radio del vecino de fondo, y la publicidad de la esponjita dorada "que dura y rinde más", con mi mesa de luz atestada de papeles, y el libro que no leo más, y el que si leo, y la crema para las manos, y el cassette con las clases de stand up que todavía no desgrabé. Con un "camino" hecho con seis pares de zapatillas en el pasillo de mi cuarto que conduce al baño, con Roberto, mi hombre de papel a medio construir, que me mira sin cabeza desde un rincón de la habitación, "con mis ganas frustradas de aprender a cocinar", pero intentando elevarme a unos centímetros del suelo más que ayer.

Y me dan ganas de salir de este círculo vicioso en el que sólo hay imágenes del ayer aferradas a las paredes de mi organismo enfermo, y por qué no reaccionaba Yulai, y me quedaba inmóvil, como un sesto de sangre, huesos y carne. Y entonces digo que si, que es hora de limpiar mis venas azules cargadas de rencor y de dolor, y me voy a ese bar grande como una mansión, con escaleras larguísimas y un gato negro, suave y silencioso, al que no le tengo miedo, y el manager de la banda de rock que presenta su primer video me sorprende a la salida del baño con mis dedos torpes intentando abrochar el último botón de mi camisa negra: qué lindos ojos tenés, seguro sos de acuario. Y qué tendrá que ver el color de ojos con los signos del zoodíaco, Yulai, pero el pelilargo con zapatos de vestir, marrones y gastados, acertó. Y seguía: a partir de los treinta años, tu ascendente pasa a ser tu signo y todo depende del decanato en el que te encuentres y, viste Yulai, que cuando pasan estas cosas, un poco pensás, y si es el amor de mi vida, y otro poco, decís, pero este rulos largos qué se pensó, que se dé media vuelta, que siga inventando canciones y videos nuevos con sus amigos rockeros y me deje a mi, comer, tomar, fumar, en paz, y qué signos, ni ojos verdes redondos como almendras, ni decanatos, ni ocho cuartos.

Pero si, soy de acuario.
Quisiera ser un pez.
Y amo el mar.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Controles semestrales y vinos virtuales

Yulai, qué día de locos hoy, amanecí agotada: me arden los ojos, me pesan las piernas, me duele el pelo, las pelusas en los rincones, las migas de pastafrola sobre la mesada y el miedo que tengo de verlo al médico mañana. Y me duele soñar con él cada noche. Con él, con su bata blanca, con su puntero, como si fuera un maestro, señalando las placas, y escucharlo en mi inconsciente repitiendo: el disco, el disco, el disco. Cada tanto dice "el desgarro", y yo me despierto sobresaltada, con taquicardia y el corazón en la boca. Me duele la mañana cuando de noche no descanso. Pero mirá vos Yulai, que yo venía repasando mis dolores en el colectivo asi mañana le cuento todo al doctor, y cuando se demoró por más de dos minutos en ese semáforo, pude ver todo el amor del mundo en esa mano japonesa, que le acariciaba la cabeza a ella, que estaba de espaldas a mi, los dos en la vereda de enfrente, y por qué estaba triste esa chica Yulai, qué le dolía a ella y a su cola de caballo negra?

Sabías Yulai que el hemisferio izquierdo tiene pre conceptos formados que sería bueno desterrar?. Eso decían hoy en el taller, mientras yo, dura como una estatua y un tanto acalambrada porque la pose requería tener la cadera quebrada, escuchaba de fondo esa música clásica y todo lo que la profesora les iba diciendo a los alumnos, sabés Yulai, son cosas tan interesantes, dan ganas de grabar las sugerencias y escucharlas cada tanto, y ella seguía: dibujen con el hemisferio derecho, que parece que es mucho más permeable a los cambios, se adapta, es más flexible. Será que a mi ese hemisferio me falla, Yulai. El que se adapta, me refiero, al de los cambios. Además de la cadera quebrada, yo tenía el brazo duro, estirado, apoyado bien recto sobre el borde de una mesa de fórmica blanca. Blanca como la bata del médico. Observen la forma del brazo, decía la profesora. "Como una columna", decían ellos, y cuando decían "columna", a mi se me erizaba la piel, Yulai, porque qué le pasa a la mia, que duele tanto, y desde que todo esto empezó, aquel febrero fresco en Buenos Aires, siento que perdí mi eje, mi guía, mi núcleo, mi raíz, mi verdadera religión, y ando desconcertada, como cuando estás en otro país y sólo ves letreros que no entendés, y taxis de otros colores, y todo te resulta desconocido, como cuando iba a la casa de Vero, que quedaba en Lugano, y me parecía que el 114 me iba a llevar al fin del mundo, no sé.

Sentada en sala de espera de la Suizo. En la pantalla esa no pasan otra cosa que no sea el "Swiss Channel". Un múltiple choice sobre cómo debe dormir tu bebé: A) boca arriba, B) de costado, C) boca abajo. Qué tipos de migrañas existen. La higiene del cordón umbilical. Estás amantando, y otro test al respecto: bebidas alcohólicas, si o no?.
Rodriguez Elsa, llaman. Cada vez que se asoma un radiólogo creo que me toca a mi. Pero no. Sale otro, nos mira y dice, Perez Héctor. Tampoco. Los minutos se me hacen eternos antes de los estudios, pero cuando miré el reloj, sólo habían pasado diez minutos Yulai. Si estuvieras acá dirías que soy muy ansiosa. Ahora que sos mamá el cigarrillo no te afecta solamente a vos. Terminantemente prohibidas, decía el letrero, fondo rojo letras negras, como si fuera la placa de Crónica TV. Las bebidas alcohólicas cuando amamantás, digo, Yulai. Artritis, cómo prevenirla. No me acuerdo la respuesta sobre cómo debe dormir el bebé pero boca abajo creo que no porque se pueden morir. Y para dejar de fumar, la frase: "te invitamos a desafiar tu fuerza de voluntad". Consejos para vivir mejor: tomar mucha agua, hacer actividad física, preferentemente al aire libre. En esa parte nunca falta la chica con aspecto saludable, que corre con calzas y top, con sus pelos al viento y un perro al lado, cuándo no. Sale otro radiólogo. Es lindo. No muy alto pero lindo. Ojalá me toque con él. Clara Sanchez. Mirá, éste llama primero por el nombre, después dice el apellido, los otros llaman al revés. Cómo me llamarán a mi. Según con cuál me toque, claro. Silvia Gadeo. Esta vez no es idea mia, Yulai, miro el reloj y ya pasaron cuarenta y cinco minutos y yo sigo acá sentada, se les habrá traspapelado mi ficha. Ya sé, calmate, dirías. Si se agrietan los pezones, unicamente crema de caléndula. Eso ya lo escuché en otro lugar, parece que es la única que no es tóxica para el bebito, sabias Yulai?. Dermatitis en el primer nacido, qué hacer. Igual, qué desagradable chupar en la teta de tu mamá crema de caléndula, por más poco tóxica que sea. Lo de desafiar la fuerza de voluntad está bueno, no Yulai, digo, no sólo para dejar de fumar. Ya me cansé de estar sentada, y me aburrió la música de los informes del Swiss Channel, y no soporto el perfume de esta mujer que acaba de llegar y se me sentó tan cerca que casi me pone su tapado de piel en la cara, y no puedo creer que esa señora se despida de esa otra con un "que tengas una buena vida". Buena vida le dijo, Yulai, no fue un "que tengas un buen día", o "una buena semana", como para extender un poco los buenos deseos. No te parece un tanto exagerado despedirse asi de alguien con quien compartiste unos minutos de tu vida en una sala de espera mientras mirabas el Swiss Channel con sus consejos sobre cómo vivir mejor. Estela Asale dice el radiólogo que me hace acordar a alguien y no sé a quién. Ahora se asoma el chico lindo de nuevo.
Si, me toca con él Yulai, y encima no tiene anillo.

Mucho gusto, pasá por acá, y antes de que terminara nuestro saludo "de manos", pregunta, tajante: embarazo?
Respuesta: No. Rotundo. Pero estoy implantada, siempre se lo tengo que informar al radiólogo.
(Mira con cara rara). Sacate anillos, aros, cadenitas, el corpiño, ponete esta batita y esperame acá.
El corpiño también?
Ay las batas Yulai, ésta era grande, larga, ancha y de tela, y no chica, corta, angosta y de papel. Increible, una bata que me tapa el culo. Eso si, sacarme el corpiño, que está abajo del tapado, del sweater, de la polera, de la musculosa, un lio. Cuando el chico lindo, se asomó: estamos ya?, a mi todavía me faltaba sacarme las botas (de lluvia, hermosas) y el jean.
Listo, ya estoy, pero esta bata tiene las cintas para atar a los costados desparejas, una a la altura de la cintura y la otra en los tobillos, asi no puedo sujetarla. No importa, tengo bombacha linda, como siempre Yulai, y además la polera es larga, y me tapa, menos mal. Porque encima de eso: acostarme en esta camilla blanca, fría y dura, tener que pasarle por encima, como con una aplanadora a todo mi pudor, e ignorarlo, y aguantátela, porque qué voy a decir o qué voy a hacer, no me queda otra Yulai. Acá vine y acá me quedo.
Acostate acá boca arriba.
(Vos te acostás conmigo?).
Por qué te operaron de la columna?
(Al menos tenemos tema de conversación).
No respires.
(Ahora me doy cuenta, ninguno tiene anillo. No es un privilegio de mi radiólogo "no tan alto pero lindo", porque trabajando en rayos, todos tienen que sacárselos).
Porque se me lastimaron algunos discos.
Sos deportista?
Si, soy. Bah, era, pero no fue por hacer deportes ni por un accidente.
Respirá.
Y qué pasó entonces?
Conocés la DDD?
Ahora ponete de costadito, mirando hacia allá.
("Hacia allá" es siempre con el culo apuntando al vidrio desde donde los demás radiólogos miran. Me miran).
Quietita eh?, qué lindas medias tenés.
Si, con dibujos de gatitos.
Ahora respirá profundo. Y mantené el aire.
Me encantan las medias con dibujos.
No te muevas.
Y ahora estás mejor?
(Seguimos hablando, dió para largo el tema).
Volví a nacer, le dije apuntando mis pulgares hacia arriba.
Respirá normal.
Qué frío hace acá adentro, es como una heladera gigante pero sin comida.
Me alegro. Por lo de volver a nacer, digo. Listo, esperame allá adentro que chequeo "las fotos" y te aviso.

Y me vuelvo a esconder en ese cambiador, camarín, no sé cómo llamarlo, con un perchero y un banco bastante cómodos, al menos acá hay más lugar que en los baños de Alto Palermo que después de la reforma son mínimos. Hay un cesto de basura para "arrojar unicamente algodones". A mi no me dieron algodones Yulai, puedo tirar el papel de este caramelo de miel con limón?. Y la foto de una embarazada y "mamá, si me querés, cuidame, no me expongas a los rayos", como si hablara el bebito que está adentro de la panza.

Y ahora hay que esperar Yulai, a que la semana que viene, los doctores y sus batas blancas miren las placas, señalen con sus punteros, digan "el disco", reiteradas veces, y cosas asi como L5, S1, aconsejen no hacerme mala sangre "porque tu enfermedad avanza según cómo vos estés animicamente", pregunten si estoy nadando o haciendo gimnasia postural, den la orden con algún que otro análisis de sangre, digan "no dejes de caminar, mínimo, cuarenta cuadras por día", yo les ruegue arrodillada, con las manos juntas como si estuviera rezando, y con cara de desesperada: "resonancias no". Les pregunte si me dejan hacer bucéo. Manden a poner hielo dos veces por día como mínimo. Buceo si, andar en lancha no. Y además, tenés que acostarte al menos veinte minutos a mitad del día asi tus discos se hidratan. Y quién quiere andar en lancha. Tenis sólo sentada. Sigo con mi plegaria: tampoco discografías, y soy terminante: no estoy dispuesta. Sentada, me estás jodiendo. Venite en seis meses. Para eso miro partidos en canales de deportes. Como quieras, pero en el living de tu casa no hay sol, andate a una canchita y que un amigo te haga el favor de pelotearte cerca, asi vos desde una silla pegás y descargás. Descargás, dijo Yulai.

Sabés que voy a hacer Yulai, esta noche, para no pensar en esas cosas y estar tranquila, le voy a aceptar a Elo la invitación que me hizo para tomarnos unos vinos virtuales, porque ya lo dijo ella y es verdad, "compartimos la misma noche", y no te parece divino eso, Yulai, y a la vez increible y maravilloso, que a pesar de los miles de kilómetros que nos alejan la misma luna nos cobije. Ella tiene un balcón mejicano, chiquito, un medio circulo que llenó con plantas a las que "les gusta mirar el sol desde las alturas de un segundo piso". Ella allá y yo acá, en mi balcón, que no es circular pero tiene plantas, y recordar el pasado en preescolar, y cómo ella me enseñaba a pintar prolijo sin salirme del borde de las figuras geométricas, y de los zapatos feos de la señorita Iris, y del lio que se armó cuando el señor Saco, que era el director, cerró el colegio y se olvidó a un chico en un rincón de la dirección, "la cara contra la pared, asi aprende", le dijo. (Facho). Y te acordás del micro de la señora Emilia que nos llevaba y nos traía todos los días, y de cuando vomitaste todos los fideos moñitos que habías comido al mediodía. Cómo pudiste ingerir tanta cantidad. Yo miraba atónita y vos te doblabas al medio, me asusté mucho, estabas pálida, y esa tarde tu papá te retiró antes y no fuiste a natación ni a gimnasia, obvio. Y te acordás cuando me contabas que te habían llevado a conocer ese monumento "más alto que mi papá y que tu papá", y yo no te creía, y "más alto que el techo del aula decís que es?". El inquilino mamá, Elo me dijo que la llevaron a conocer el inquilino. Y entre vino y vino nos acordamos de Patricia, la depiladora que venía a domicilio y una vez nos atendía en la casa de Elo, y otra en la nuestra. Vos eras muy chiquita Yulai, te llegaste a depilar con esa chica?. Y también nos acordamos de los veranos en los que para juntar plata para nuestras vacaciones hacíamos "ojos de Dios" o "estrellas de la suerte". Se los puede llamar de las dos maneras, me explicabas vos, sentada en la tierra de la plaza esa, en la que con un mantel en el piso intentábamos vender a quienes pasaban caminando nuestras creaciones hechas con escarbadientes y lanas de colores. Otro verano hicimos artesanías con broches de madera, otro pintamos remeras con Poly Dor, y el siguiente, mejoramos la calidad y armamos nosotras mismas cajitas de madera balsa, en las que dibujábamos en miniatura y con mucha precisión, montañas, ovejas, árboles, hacíamos el cielo, celeste, y las nubes, bien blancas, y siempre en alguno de los cuatro lados de la caja con forma de casa, una iglesia. Al tiempo mamá lo pudo deducir, era el obelisco lo que a Elo la habían llevado a conocer que era "casi tan alto como el cielo, aunque vos no puedas creerlo". Y nos juntábamos a hacer la tarea de la escuela o a estudiar inglés particular, y nos ayudábamos, ella a mi con las fórmulas matemáticas y yo a ella con los tiempos de verbo de la tercera columna. A la señorita Martha la enojaba tanto que dijéramos "airon", pronunciando la "r", te acordás, y Mr. David que siempre nos decía lo mismo: "traducir es malo, pero no traducir es peor". Me dio mucha verguenza la clase en la que veíamos las diferencias entre make y do, y llegó la parte del love. Make love o do love?. Ni idea, pero me puse muy nerviosa, vos no?, y con Javier nos mirábamos de reojo y estábamos todos colorados. Y Ceci que de un año a otro apareció con unas tetas enormes. Pero si era una tabla Ceci. Te operaste? Callate o no te cuento más nada. Tenia veintitrés años Ceci, y a nosotras que no llegábamos a los quince, nos parecía adulta y nos encantaba que trabajara y tuviera su sueldo a fin de mes, y se comprara un helado a la salida de la clase o lo que tuviera ganas sin preguntarle a su mamá. Otro vino Elo? Y yo no puedo creer como siendo tan "hermanas del alma", nunca pude contarte que mis papás se habían separado. Y me sentía tan mal por no poder decírtelo, y también soñaba todas las noches con eso, como con los médicos. La escena se repetía: estábamos las dos sentadas en los escalones de ladrillos, al lado de la pileta de mi casa que todavía tenía en el fondo, restos del agua sucia del invierno anterior. Tomábamos Nesquick frío con pajita, mirábamos hacia abajo, cada una concentrada en sus propios pies, como chequeando que no nos faltara ningún dedo, y yo, muy tranquila, te daba la noticia, y vos te enterabas por mi, que mi papá ya no vivía en esa casa, y que porque estaba muy enfermo habíamos tenido que podar el ciruelo con el que hacíamos dulces todos los otoños.
Y cada mañana al despertar, me lo prometía: hoy en el primer recreo se lo cuento. Y al final pasaba el primero, el segundo, y llegábamos al tercero, y vos ibas al baño y yo me demoraba comprando alfajores en el buffet (alfajores para otros, porque en ese momento yo ya había dejado de comer todo lo que no fuera galletas de arroz, manzanas verdes y miel, y esas cosas no se venden en los kioscos de los colegios), y asi se pasaba otro día más y yo seguía sin contarte, y tuviste que encararme vos, una tarde cuando volviendo del colegio, nos bajamos del 21 y caminábamos por la General Paz, ibas adelante mio, frenaste en seco, te diste vuelta y con tus rulos rojos mirándome de frente, dijiste: yo ya sé todo lo que pasó, sólo quiero que sepas que podés contar conmigo.
Seguimos caminando como si nada, llegamos a tu casa, preparaste unos fideos con manteca mientras yo me sacaba el guardapolvo blanco, y después comimos queso con dulce membrillo de postre.

Por eso la quiero tanto a Elo Yulai, porque pase lo que pase, sabemos que nos tenemos, ella a mi y yo a ella, y mirá que por ahi pasan años sin vernos, pero apenas pisa suelo argentino, con sólo mirarnos ya nos entendemos, y con una pava y un mate mediante, nos reimos como locas porque ella dice que yo de grande voy a ser como la mamá de la nanny, la de la serie, y es como si todo ese tiempo sin vernos no hubiera existido nunca.
Te acordás Elo del fin de semana en la isla del Tigre. Tu tío sabía leer las manos y a mi me daba miedo que él descubriera el día de mi muerte y me lo dijera. Pasó todo el fin de semana y yo seguía sin animarme, pero al final, el último día, dos minutos antes de que nos viniera a buscar la lancha, le di mis manos abiertas: vas a viajar mucho. El matrimonio va a traerte no pocos problemas. (Qué novedad). Vas a tener tres hijos, el del medio varón, y va a ser tu debilidad. Y a los veintiún años vas a conocer al hombre con el que si no llegás a casarte, vas a tener la relación más importante de tu vida.
Y no se equivocó Elo. Tu tío vió en los surcos de mis manos, la presencia de Rey en mi vida. Llegó la lancha. Cerré mis manos. Estábamos cansadas de tanto río y sol, y nos dormimos tiradas sobre nuestos bolsos repletos de esa cantidad de cosas que nunca usamos. Creo que yo fui la primera en dormirme porque cuando comenzaba a soñar, todavía escuchaba las voces de ustedes tres, y el motor de la lancha a lo lejos era como el arroró: "tenemos que dejar la casa de Devoto", le decía yo a mi prima que justamente en el sueño se llamaba Soledad, "me tengo que ir de acá y de todo mi pasado. Estoy asustada, pero quiero hacer una fiesta de despedida, porque cuando algo termina, una nueva etapa comienza". Organizábamos una fiesta en el jardín de la casa grande, con siete ambientes y un sólo baño, con "casita de los juguetes" en el fondo, con la enamorada del muro que ese día, el de la fiesta, se aferraba con más amor que nunca a su hombre de cemento. Como si alguien quisiera robarle un pedazo de vida. Como si le fueran a arrancar parte de su eje, de su guía, de su raíz, de su verdadera religión. (Elo, vos sabés que yo siempre sentí que Rey era mi bastón, y hacerme a la idea de caminar sin él a mi lado, me provocaba tanto vértigo y desesperación como cuando tenía que sentarme frente a un plato de ravioles. Lo más parecido a estar parada en la corniza de un edificio muy alto). Esa noche, además de la fiesta, la música, y los sombreros de colores, yo cocinaba panchos para todos. Festejábamos comiendo y yo volvía a respirar.

Llegamos a destino y la lancha se detuvo. Era de noche y las estrellas brillaban más que nunca en el cielo negro, intenso e inmenso. Me gustaba escuchar los golpes del agua, como si le hiciera caricias a la baranda de madera del muelle. Al final, entregué mis manos tan sobre la hora de irnos que no le pregunté a tu tío cuál era el final de mi historia de amor y pasión con Rey, en las líneas dibujadas sobre mi piel. Ni siquiera si Rey tenía un final en mi vida. Otro verano, si volvemos al Tigre y ya sin miedo a que el vea el día de mi muerte en mis manos, se le pregunto.

Elo, otra copa de vino?.