sábado, 29 de septiembre de 2007

Aférrate así, mujer

Él le dijo: me gustan tus pies, y la forma en la que con tus talones, te aferrás al piso, al suelo, a la tierra. Como si quisieras hechar raíces, le siguió diciendo, mientras la miraba, perplejo. Ella sintió que crecía, como un árbol, hacia arriba, bien arriba. Sus brazos como ramas largas, que se extendían hacia el cielo, como queriendo atrapar algunas estrellas, la luna.

Y sintió que le crecía el pelo también, como en ese sueño en el que se vio con esa cabellera entre rubia y castaño claro, natural, sin tinturas, como en la época en la que aún no había descubierto el engaño, la mentira, la traición.

viernes, 28 de septiembre de 2007

Sin título

Triste e inapetente.
Deshidratada.
Descalza.

Intentando recoger mis sueños, que yacen desinflados como globos, en el piso.
Arrugados.

Sin hambre.
Pero con sed de renacer.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Ese jardín

y se lo pude decir al final, a la señora esa que arregla su jardín con tanto amor..............todos los días que paso por ahí la veo a ella con sus guantes de goma, su cabellera, rubia como el sol, y quería decírselo, y no podía, lo tenía ahí, atrapado en mi garganta, y al final el otro día pase y le dije, gracias, señora, por cuidarlo tanto, porque es lindo pasar por ahí y encontrarse con esa "naturaleza viva" y dan ganas de quedarse parada, observando esa mata de plantas, las flores, ordenadas como........... alfabéticamente, así que gracias, señora, le queríamos decir hacía tanto tiempo con mi mama, a ella también le encanta su jardín, porque cuando pasamos comentamos las dos, casi simultaneamente, que lindo tiene el jardincito esta señora, como lo cuida. Como un tesoro, agrega mi mamá, y si, allí a donde esta tu tesoro, tendrás el corazón...............

martes, 25 de septiembre de 2007

Yo Afectado Negativo

Tu estudio de teatro en La Paternal será muy pintoresco, y esa casa antigua, con esa santa rita colmada de flores, sera imponente, pero no podés poner en el baño un cartel que dice, (y encima en letras rojas): "Si estás indispuesta (indispuesta), no arrojes apósitos en el inodoro". No hacía falta aclarar "si estas.....", con pedir que "esas cosas" se arrojen en el cesto de basura, alcanzaba y sobraba.

Fui a averiguar por los cursos, no a que me dieras una clase magistral de autores de este y del siglo que pasó. Me tuviste ahí, encerrada en penumbras por más de dos horas. Me estaba aburriendo, tenía hambre y en mi casa me esperaban y yo ahí, sin poder hacer un llamado, ni pedir auxilio.
Es que tenía en la cabeza sólo lo que leí en el diario: que te cogés a tus alumnas, y a una de ellas, hasta la embarazaste. (Bueno, ella también estaba presente en el acto, "se embarazó", podría decir, pero en este caso, vos con...............más de sesenta años y "manchitas en las manos", ella con apenas diecisiete, no me sale otra cosa que decir que el que hizo eso, fuiste vos).

Ella pasó al frente, justo en mi primera clase, e hizo un "yo afectado", a mi entender, patético. No me gustó ni un poco. No le creí nada cuando lloró y vos elogiaste, justamente, esa parte: la del llanto ese tan deplorable como el que hace una de esas adolescentes que recién están empezando a trabajar en televisión, en esas series llenas de canciones pegadizas, merchandising e historias sin contenido (es evidente que te la seguís cogiendo, si no, no hubieras aplaudido con lágrimas en los ojos esa escena digna de no haber salida nunca pero nunca al aire).

Y sabelo: ese primer día, el de la "clase de prueba", te mentí: no tenía que ir a Ezeiza "a recibir a un familiar que llegaba del exterior". Dije eso para poder escaparme de esos ejercicios de relajación en los que decías frases como: "abran esos culitos", o "los culitos bien abiertos, bien flojitos"............mientras hacías gestos con las manos..............yo pongo el culo flojo para quien se me antoja, no para hacer un ejercicio pedorro en tu estudio de "La Paternal".

Ah, y el café que vendes en el "bar" que armaste en el hall de entrada, era chiquito, caro, y encima, estaba quemado.

viernes, 21 de septiembre de 2007

3

Era la casa de los abuelos. También esta vez, como en el pasado, como en la época en la que era chica y todavía me daban miedo los payasos y me desesperaba que no volvieran a buscarme. Pero no vivían ellos ahí, sino otra familia.

En la planta baja había adornos y muebles desconocidos, pero pude encontrar desparramadas por ahí las tres estufas que nos calentaron este invierno, allá en el campo. El baño si, se mantenía como el de la casa original. Los azulejos celestes, el lavatorio, la bañadera, el bidé, azules. Entraba a lavarme las manos y al tocar una canilla me manchaba la mano con mierda.

Ella estaba arriba, y como siempre, vivía entre otras pocas cosas, para controlar el gasto del teléfono, y yo tenía miedo hasta de llamar a un número gratuito. Pero era urgente, necesitaba hablar con aquel señor, para combinar como hacíamos para que me diera el dinero que me debía.

Él estaba ahí, mudo, inclinado hacia atrás, sacando panza, con las manos en los bolsillos, como cuando está aburrido o para tocarse las bolas, no se. Frunciendo los labios como cuando algo lo incomoda y con esa cara de "la vida no me sonríe hace tantos años y aunque me sonría yo le saco la lengua".

Una mujer, (una chica), que yo no conocía, se desplazaba por el living como dueña y señora y encendía las estufas "porque acá hace un frío de locos, acaso ustedes no se están congelando?"

A mi no me gustaba para nada que ella estuviera ahí, con aires de mala de telenovela, disponiendo más que yo y tomando decisiones aunque fueran sólo relacionadas con la temperatura del ambiente. Yo estaba medio perdida. Me sentía de más.

Algo había muerto.
Algo olía mucho a mierda.
Pero aún yo no decidía irme.
Hasta cuándo?
Qué asco.

2

Hoy soy un pez,
que contra la corriente,
intenta nadar en el desierto
de tu amor ausente.

1

Te cuento que:

Por momentos se me hace la luz, y si: nunca más, imposible pensar en eso, en soportar, aguantar, escuchar, quedarme ahí como un tacho de basura en el que el otro descarga toda su mierda, la que tiene contra el mundo, en mi cesto de sangre, huesos y carne.

Por otros (momentos) puedo sobrepasarlo; duele y hiere, es sincero y es cruel, te atraviesa pero no se te instala.........al menos no en los huesos, si en la piel, un poco........y lo vas sobrellevando y aprendes, te adaptas a ser feliz "a pesar de" y "no con" y total, "si es otra manera del amor"....... "lo que pasa es que no hay amplitud de consciencia", y si, tenés razón.......pero yo, acaso, soy tan amplia?

a veces si

otras no

viernes, 14 de septiembre de 2007

Sin título

Anoche de nuevo, estuve visitando la casa de mis sueños. Y pude ver, palpar, oler, sus paredes, sus pisos, sus rincones..........Me asomé al jardín desde la ventana de la cocina y espíe el verde, imponente. Cerré los postigones cuando llegó la noche, porque además la casa quedaba sola. Nos íbamos todos de viaje. Juntos.
La menor, era más chica que ahora. Ellos estaban juntos. Yo.........seguía pensando que "menos es más" y que para evitar los vómitos en el avión que nos llevaría a nuestras últimas? vacaciones compartidas, lo mejor era no comer. (Como siempre con o sin avión de por medio).
En el camino hacia el aeroparque nos cruzábamos con familiares con los que estábamos distanciados, y como si nos hubiéramos reencontrado después de una gran tragedia, y nos arrepintiéramos del tiempo no compartido y nos olvidáramos de lo sucedido, nos saludábamos con emoción en la mirada y con abrazos que todavía siento: digna de ser utilizada la imágen en una película de algún director que está por debutar en la industria cinematográfica.
Nos habíamos olvidado algo (no recuerdo qué) y yo volvía sola a la casa, que estaba oscura, sucia, desordenada, casi en ruinas. En la mesada, en la pileta de la cocina, en la heladera, en el comedorcito, sobre la mesa de algarrobo, que aún hoy respira y habla y llora, había potes, compoteras, fuentes redondas, rectangulares, chicas y grandes, con arroz con leche (me quiero casar?). Eran pedazos duros de arroz, (como pedazos de tierra seca), con canela desparramada por arriba. Agrietados, coajados, endurecidos. Como nuestros corazones en esta relación. Hoy.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Castaños sensuales y ganas de escapar

Llegás de afuera y tenés que teñirte, o si no "tenés que", aprovechas para hacerlo porque a Mendoza no te llevaste ni el número de la última tintura que te hiciste, ni los guantes esos de goma, naranjas, que eran de cocina y están pinchados pero que para teñirte, sirven (los que traen las tinturas , esos de "bolsita", no hay que intentar usarlos, siquiera). No te llevaste la cofia, ni la toalla toda manchada que usás para ponerte en los hombros, agarrada en el medio con un alfiler de gancho, ni la camiseta esa vieja que te ponés abajo, por si la toalla se corre, como siempre pasa.

Vamos a ver que tal queda el "castaños sensuales" combinado con el "azules tétricos" de mis ojeras. La chica de la cajita luce tan bien..............en cambio vos, te sentís desenergizada, desvitalizada. Pedís turno con el homeópata y le rogás que te de dosis al por mayor de Ignatia (que sea 100), globulitos en frasco de medio kilo y gotas en damajuana.

Mientras esperás que el tiempo pase y puedas ir a lavarte y por fin saber cómo quedó, estás por llamarlo por teléfono, (a él), pero desistís. Te acordás de eso de: "la escritura como un límite", te quedás en silencio, te escuchás y escribís:

Cosas que nunca harías:

.tomar café en un velorio

.usar esos bolsos "pañaleros", rosa bebé, celeste o verde agua (éste último, menos que menos), con osos y globos bordados

.llevar a tu perro a un grupo de perros que se juntan en la plaza Devoto (en realidad esa plaza se llama Arenales, pero a vos te gusta llamarla así, igual que el barrio en el que como un árbol centenario, está plantada, como si fuera el corazón de los que ahí nacieron, de los que viven, de los que sobreviven.........) y decir: "somos los papis de estos perruchis que los domingos se juntan en esta plazucha a jugar"

...........encima si lo llamabas, ibas a manchar el tubo del teléfono con esa mezcla entre marrón y verde que además de estar en tu cabeza, chorrea por tus orejas, por la frente (esa gota que te pica, que te irrita, que te molesta. Persistente. Como esas palabras que no te hieren pero que igual, te rompen las pelotas)..........los ojos.

Controlo el reloj compulsivamente. Desde el día que mi tía se hizo el Henna y le quedó la cabeza como una zanahoria porque se lo dejo más tiempo del indicado, que temo (mientras que con la tintura puesta, lavo ropa, tomo mate, leo alguna nota del diario que el fin de semana dejé "para después"), olvidarme del tiempo. No es la frase: "le quedo la cabeza como una zanahoria", lo que marcó mi infancia, sino lo que mi tía, mi mamá, la mamá de mi tía, la mamá de mi mamá, decían al respecto, abordando el tema en cuanto cumpleaños, asado, reunión familiar hubiera. Cuando descubrí que en realidad, no era tan grave, sino que simplemente le había quedado el pelo demasiado naranja, tuve la sensación de no haber entendido alguna parte, de haberme perdido
algo.

Cuarenta y cinco minutos. Pasó lo que imaginaba: no quede como la chica de la caja y me siento más desenergizada y desvitalizada que antes de empezar, porque con el castaño que no es tan sensual pero sí se ve más fuerte, el blanco de la cara, los poros dilatados, el azul de las ojeras, se notan mucho más. Además las raíces me quedaron rojizas, las puntas marrones, el medio, negro........(pensamientos: por qué me niego a ir a esa colorista a la que va mi mamá?, es que el nombre: "colorista", ya me pone mal. Además ahí me tengo que quedar sentada, no puedo lavar ropa, tomar mate o leer el diario mientras pasa el tiempo, aunque me vendría bien, así me quedo un poco quieta).

Y lo único que tenés en mente es irte a una playa, a tirarte panza arriba, para hacer sólo eso: esperar ver salir el sol, esperar que se vaya a dormir, para al otro día, verlo salir, nuevamente y ser sol con él. Y olvidarte de todas esas cosas que no te gustan, que te angustian y te hacen mal.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Preguntas

A dónde estaban mis sueños antes de que yo apagara mis ojos.
A dónde van a parar cuando me despierto, y los enciendo.

Y por qué los abandono. Los dejo tan a la deriva, cuando sueño despierta.

Pertenecer (o no)

Tenía, mi casa de mi mamá, mi casa de mi papá, mi casa de mi novio, mi casa mía............ Departamento en Palermo. Perfecto para una recién independizada. Antiguo pero modernizado por un arquitecto, su propio dueño. Techos altos, con molduras redondeadas, acogedoras, como si al entrar te recibieran diciéndote: bienvenida. Me enamoré ni bien entré. Del departamento. Y de él. Apretón de manos, una sonrisa, varias miradas directo a mis tetas, y a mi panza, que se asomaba inapetente, entre el pantalón negro y la musculosa celeste, de lycra, y "trato hecho". Te dejo hasta las sábanas puestas en la cama, la licuadora que no funciona, planos de la época de facultad en el placard, algunas camisas colgadas (no te molesta no?), cuando regrese a la Argentina me llevo todo. Y te llevo a vos. O no me voy nada y nos quedamos los dos. Después vemos.

Ahora mi papá vive en el exterior con su nueva esposa y mi hermanito. Mi mamá vive en la casa de su marido. Mi hermana se independizó. Mi novio se mudó a Mendoza y "esta también es tu casa" y "te super agradezco tu generosidad", pero yo no la elegí. Ni elegí esa mesa de madera clara, ni esas sillas, tan pesadas y poco saludables (cómo algo que tenés que mover todo el tiempo, para sentarte, para pararte, resulta más pesado que tu propio cuerpo. Ridículo). No elegí sus cortinas, ni la alfombrita del baño, con una flor en el medio (yo quería aquella otra con un pez, aunque ésta no está tan mal). No elegí la estufa de "leños" artificiales. Que atentado al buen gusto, a la estética, leña que no es leña. Como dejar las flores en un florero, pero con el celofán en el que vienen envueltas. Como ponerle una funda negra al sillón que compraste, blanco. Como usar una remera con la etiqueta puesta.

Esta vez voy a llevar mi exprimidor blanco y rojo y esa ensaladera, que me regalaron cuando me fui a vivir sola y sí tenia mi casa (mía). Como una manera de intentar tomar posesión, sentir que pertenezco un poco a esta casa tuya, que "también es tuya" (mía), pero no tanto. Así como lo intento con esa lata de café edición limitada que usamos de portalápices y que en ese rincón de la biblioteca intento convertir en mi lugar, con mis marcadores, mi cartuchera, la abrochadora (también tengo una abrochadora que va y viene conmigo cada vez que viajo). Algunos objetos desparramados por ahí, como por descuido, pero no: demaquillante de ojos en el botiquín, un par de aros y una cadenita, en una caja minúscula sobre la cómoda.

Yo voy y vengo por elección propia, con mi almohada y mis bombachas, con mi exprimidor blanco y rojo, mi ensaladera, mis guantes de lavar los platos. Marco territorio con mi lata para los lápices y cuando me vuelvo decido, si la dejo ahí o me traigo esa parte de tierra conmigo. En cambio, María no pudo llevarse ni siquiera su muñeca. La única que tenía y la única que quería. Su más preciada beba sin llanto. No hubo tiempo, la muerte asechaba. Volvió quince años después. Y no la encontró. Y todavía la busca en cada vidriera. Y todavía la llora.

domingo, 9 de septiembre de 2007

De la película de recién

Él tenía una hermana, "hermosa, una princesa". Y un hermano mayor, que lo hacía reír.
Tenían un pedazo de tierra. Y una vaca.
Su padre se fue a combatir. Nunca volvió. Murió.

Un año más tarde, la sequía los privó de la vaca (y del alimento que ella les proveía).
Recorrieron kilómetros a pie (en búsqueda de una esperanza, o fue justamente la esperanza, la que los hizo recorrer tantos kilómetros?).
Su hermana murió de agotamiento y enfermedad. Un montículo de tierra y una cruz en medio del desierto. Ni siquiera sabe a dónde está enterrada (parte de su sangre, agregaría yo).

El agua estaba en el otro extremo. Y allá se fue él, con tres monedas que le dio su madre y un bidón. Le sacaron el dinero pero no le dieron el agua.
Lloró. Su hermano acudió a ayudarlo, a defenderlo. Se armó una pelea, todo el mundo se apartó y su hermano murió:
Por un bidón.
Por tres monedas.
Por su culpa.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Las horas

A ella los relojes le mostraban las horas que ya habían pasado, no las que estaban por llegar.

Ella le tenía miedo a las horas feas. Ella quería que volvieran las horas lindas. Las horas del otoño. Las horas suavecitas. Las de cuando la abuela la saludaba cuando se iba a la escuela. Y las de cuando ella jugaba en la vereda y alguien la llamaba para entrar a merendar. Las horas de las pelusitas del paraíso y del olor a pollo.

No quiere horas feas desde que tiene pesadillas, y si quiere que cuando se despierta, alguien le diga qué hora es, porque ella se despierta y no sabe a dónde está y eso la desespera y le recuerda nuevamente el tiempo que ya pasó y las horas feas, no las que vienen que son lindas: las horas del "después".