martes, 26 de agosto de 2008

Bienvenidos al mundo real

Tan pequeño es el detalle, que a esas hebillas se las llama, justamente, "invisibles". A mi me gustaban de chica porque creía que eran hebillas exclusivas de bailarina, porque las veía en sus cabezas, sosteniendo esos rodetes inmortalizados a fuerza de spray, pero hoy son moda, y las veo no sólo en las cabezas de las que saben bailar como a mi me gustaría poder hacerlo.
Querido, saber que una no tiene exclusividad, no significa que si encontramos evidencia del paso femenino en tu colchón, no nos caiga pésimamente mal, por no decir, como el culo.
Es como si yo te invitara a mi casa y encontraras una corbata del hombre que se deslizó por mi piel el día anterior, la semana pasada, dos meses atrás. Aunque es probable que eso, a los del sexo masculino, no les moleste, y al contrario, hasta les cause gracia, o incluso, que ni siquiera lo registren.
Ver una hebilla (que no es mía, obvio), en tu mesa de luz, cuando ya mi pantalón descansa en tu silla, mi remera quedó tirada vaya uno a saber dónde, y a mi sólo me falta sacarme las medias, el corpiño me lo sacás vos, no?, te baja al libido ciento cincuenta metros bajo tierra. Y fijate Yulai que no puedo poner 2.200 (metros bajo tierra) porque no sé si se escribe todo junto o separado, y pensar que en ortografía, tenía "superó". Es como que un hombre te diga que colecciona carteritas de macramé, o que te tire "besito mariposa" cuando te deja en la parada del colectivo al grito de "chau nena". Se te van las ganas de todo. Y se muy bien que no me debés nada, "ni siquiera explicaciones", como me gusta decir a mi, pero nada tiene que ver el yogur con la autopista, y saber que no soy la única que frecuenta tu departamento desordenado, no significa que las huellas de una mujer en tu casa me dejen como sin ganas de nada. O lo que es peor, con ganas de todo lo contrario, que sería correr ahora mismo, aunque sea de noche y haga frío, hasta la casa de Rey, llegar con la lengua afuera, llamarlo desde la calle, mirando a hacia esa ventana desde donde él solía asomarse a sonreírme cuando yo lo despertaba inesperadamente de alguna siesta, y decirle que sé que cometí mil errores, que siempre pedí más de lo que él me podía dar, que nunca nada me venía bien, que hice mal en atenerme a sus palabras y no a los hechos, que hoy no me molestaría si se olvida de la fecha de mi cumpleaños o de comprarme en el super el café que le pedí. Que soy capaz de comprender que cada uno tiene sus tiempos. Que extraño sus ojos, y que sus pestañas largas son lo más hermoso del mundo. Más que ese refugio de montaña rodeado de nieve. Más que el perfume de los jazmines en navidad. Más que quedarme horas sumergida abajo del agua, escuchando la nada, o que ver a mi gato dormir sobre mi perra una tarde de agosto, cuando por la ventana les entra el sol y les da a los dos sobre el lomo, y quedan tibios y dan ganas de abrazarlos y no salir de encima de ellos nunca más, porque para qué Yulai, estar averiguando qué nos depara el destino para ese día. Y hasta su falta de atención y sus silencios, extraño. Y le diría que podría soportar esas películas de caballos y trajes antiguos que me aburrían tanto, con tal de estar tirada al lado suyo, mientras él me toca el pelo y yo me duermo. Porque al final todos son iguales (y todas somos iguales) y para qué andar probando nuevas sensaciones en cuerpos adolescentes, si el mio lo conocés desde entonces y ahí están nuestras raíces, las del amor a primera vista, no? Dale Rey, si nos conocimos en la calle, te acordás? Domingo de enero, cuatro de la tarde y toda la ciudad dormía. Menos vos, y menos yo, que volvía de correr, y no me jodas, cómo puede gustarte una mujer así de despeinada. Pero se ve que te gusté, porque te bajaste del auto y caminaste al lado mio, dejando a tus amigos al volante. No me lastimes, te rogué con cara de pánico, me llamo Macarena, te mentí. Aunque a las dos cuadras te confesé mi nombre verdadero y así pasaron dos horas y media hablando en la calle, de qué hacés, a dónde vivís, sos loca que corrés en la plaza con este calor?, mientras cada tanto le gritabas a tus amigos que pasaban por enfrente "vayan, yo después voy", y que si, que no, dale, no seas mala, al final, te dí mi teléfono y al otro día hablamos cinco horas y media por reloj y fue la conversación telefónica más larga de mi vida, y de la vida de todos, creo, y llegué tarde al trabajo porque me quedé dormida. Y esta es la historia de como un domingo de mierda en Buenos Aires, puede convertirse en el día en que enfrente de la iglesia en la que desde chica decías: "acá me quiero casar", encontraste al amor de tu vida. No te digo Yulai, que aunque sean las cuatro de la tarde y no se pueda respirar, salir a correr siempre es la mejor opción. Claro que no cuando corriendo me escapo de él, o de mi.

Encima el horóscopo me está matando, Yulai. El lunes, me dice: "decile todo lo que sentís", y yo qué hago?, impulsiva empedernida, le escribo una carta a Uno, confesándole mi amor hasta el punto de dar vergüenza. Martes, todo lo contrario, "acuario te aconseja poner la cabeza debajo del chorro de agua fría. Está bien transmitir los sentimientos, pero sé cauta". Cauta me dice Yulai. Cauta y yo no vamos de la mano, somos dos cosas absolutamente opuestas; es blanco y negro, es arriba y abajo, es el agua y el aceite, entendés Yulai. Pero acaso pusieron en acuario lo que le correspondía a libra, virgo o capricornio.

Y yo que hace un año me duermo y me despierto pensando en un hombre bajo que no es coherente entre lo que dice y lo que hace, cuando tantos gigantes me solicitan. Podés creer Yulai, que hoy pensaba en Uno hasta cuando le pasaba el plumero a las ventanas de mi cuarto?

Pensar Yulai, que a Merceditas y a mi nos pasó lo mismo: los hombres de nuestras vidas, nos dejaron de un día para el otro, con nuestros sueños desinflados como globos, tirados por los rincones de nuestro corazón hecho trizas. Claro que con una diferencia, ella estaba casada y además es famosa, por lo tanto, de la escapada a un hotel cinco estrellas, de su marido con una nena mucho menor, nos enteramos todos, en cambio, de la nueva novia de Rey, dieciocho años más chica que él, se enteran sólo aquellos con quienes yo comparto la noticia "bomba" del año. Igual lo de Merceditas, te digo, qué nivel Yulai, salir en las tapas de todas las revistas con esa cara de haber estado llorando durante tres días seguidos, pero con ese enterito de modal tan divino que así da gusto deprimirse. En cambio vos me ves a mi, llorando en casa, con el camisón verde que compramos para el sanatorio, la remera azul que está toda descosida, las ojotas con medias, es cierto que doy miedo.

Viste Yulai, que lo mio con respecto a Rey está difícil, porque es algo así como "me duele si me quedo pero me muero si me voy". Entonces yo pensaba que era mejor "quedarse" (quedarnos) a pesar de todo, porque creía que era preferible que doliera antes que morir, pero cuando me operaron, descubrí que le tenía más miedo al dolor que a la muerte, y por favor, doctor, opéreme y sáqueme todo lo que esté mal, pero no me manden más a acostarme en esas camillas frías y duras en salas de rayos congeladas, ni me claven más agujas en la espalda que me duele carajo, y entonces comprendí, Yulai, que quizás lo mejor sea partir, aunque sienta que me muero, porque no puedo asumir que el amor es un alimento perecedero, y que ese que existía entre nosotros, ya no tiene más raíces, ni un tallito, ni nada que lo haga revivir ni siquiera si lo ponemos en uno de esos frascos con agua en los que mamá hace renacer hasta la palmera con menos probabilidades de subsistir.

Pero la vida no es ficción Yulai, y te doy la bienvenida a este mundo, el que está de éste lado de la pantalla, en el que lloramos por amor, por desamor, porque un hombre malo nos parte el corazón en mil pedazos, y nos cuesta levantarnos de la cama porque no podemos con nosotras, y no comemos, y hasta el pelo nos duele, y las pestañas, y la piel de acá, del costadito de las orejas, y yo maravillándome y diciendo, pero mirá vos, los cojones que tiene Nancy, que le canta las cuarenta a su chico rubio y motoquero. Pero querida, en la ficción ella es capaz enfrentarlo a él, "que no se compromete", y de mirarlo bien a los ojos, mientras le pone todos los puntos sobre las íes, o todos los palitos atravesados sobre las "té", porque tiene un guión que le dice cómo, cuándo y en qué tono hacerlo. Pero no recordás acaso, que en la vida real, ella lloraba en los livings de Susana porque ya se había separado del padre de su hijo y vivía sola con su bebé, rodeada de pañales y mamaderas, en un departamento de Belgrano, blanco, frío y alquilado. Yulai, yo no tengo libretos, ni nadie que me diga cómo actuar y en qué momento, cuándo si, o cuándo no, y encima el horóscopo que me manda hoy hacia acá, mañana hacia allá, y yo, que llené todas las paredes de mi cabeza con esos "cuadritos" de la casa grande, con pileta, perro, y niños dando vueltas por un jardín enorme lleno de flores de colores, y toda esa historia del amor eterno y envejecer juntos, pero si hasta a Pablito y a María les creí cuando decían que el de ellos duraría toda la vida. Pero mi amor, eso pasa sólo en los sets de filmación, en donde el vino no es tal cosa, sino jugo de manzana, y en los que un día, las cámaras se apagan y detrás del decorado hay una vida con lágrimas de verdad, y nos las provocadas por cebollas en las mangas de las camisas. Además, las heroínas de ficción Yulai, no tienen agallas, tienen unas postizas. Y esas se despintan, se rompen, se desmoronan, como los sueños, cuando nos despertamos.

(Y a veces, cuando abrís los ojos, no te pasa Yulai, que intentás así con los brazos estirados, como alcanzar tus sueños de anoche, pero no podés, porque están tan lejos como esos globos que prendíamos en navidad y se van, se van, se van, y nunca más los podés alcanzar? Salvo claro, que tengas el coraje, de ir tras ellos. Vos te animás? A mi me da mucho vértigo. Habrá gotitas que ayuden a lanzarse a la aventura?)

viernes, 22 de agosto de 2008

Flash informativo

Cuatro de la tarde en la ciudad. LLueve. Veintidos grados y medio de temperatura. Sale el sol. Humedad del ochenta y nueve porciento. Vuelve a llover. Salgo a mi balcón desierto de jazmines, evidentemente no es navidad. Se casa una vieja. Sale el sol. El chico de enfrente me mira. Llueve. Ahora la que lo mira soy yo. Vuelve a salir el sol. Me mira de nuevo. Se casa otra vieja. Él se pierde en el encaje negro de mi colaless, mientras yo le doy la espalda y me voy caminando con el pelo recogido en un rodete a punto de desarmarse.

martes, 12 de agosto de 2008

No soy tortuga, soy mujer

Yo sé que tenés razón Yulai, que lloro por todo, pero sabés qué pasa, yo estuve siete años de mi vida sin llorar. Nada de nada. Ni siquiera una lágrima provocada por gotitas oftálmicas (lo leí en el colirio que llevo en la cartera, yo pensé que se decía "oftalmológicas"). Otra que Cameron Diaz en El Descanso, o Vacación, o Holiday, como la quieras llamar, la viste? Otra que ella, pero claro, sin esa cara divina, sin esa boca enorme, sin esos ojos grises o celestes, no me acuerdo, sin esas piernas largas y flacas, sin ese culotte del hombre araña que está tan bueno, a dónde lo consiguió. Yo me refiero a esa coraza emocional que no me permitía derramar una mísera lágrima de cocodrilo, o de vaquita de san Antonio, o de mamá elefanta cuando ve que le llevan a sus hijos elefantitos de colores, en esa película que un día enganché en el cable.

Todo por culpa de la profesora de matemática de tercer año, que dijo eso y sentí que hablaba por mi: que a ella "la hicieron mala", porque la obligaron a festejar la fiesta de quince años, y entrar de la mano con su padre, y sacarse fotos mesa por mesa, con esa tía que ni siquiera sabía que existía, y que encima se había puesto la peluca al revés, y bailar el vals con ese primo lejano al que no soportaba porque no dejaba de perseguirla, y ponerse el vestido blanco, con encaje y tul, y los guantes de razo que dejaban el pulgar al descubierto, qué cosa más espantosa; cuando ella, lo único que quería era festejarlo revolcándose en el establo de la casa de campo de sus abuelos, con ese primer novio de la adolescencia. "A mi eso me marcó la vida", decía ella, y yo la escuchaba embobada, como si hablara un filósofo y no esa mujer que nos volvía locos con esas fórmulas matemáticas, enfundada en sus blue jeans ajustados hasta el infarto. A mi no me obligaron a festejar "los quince", pero no me dejaron pintar el placard de mi cuarto como yo quería: azul eléctrico, con amapolas amarillas que miraban el sol y hojas en distintos tonos de verde, y y al final lo hicimos blanco, como "sugería" (ordenaba) él. Sabés Yulai, que se puede tener estufa aunque no haya salida al exterior, y no morirte de frío durante años y años y años, tantos como ocho.

Pero quizás tengas razón Yulai, y sea hora, no te digo de dejar de ser sensible, sino de no serlo tanto. Y no llorar si a una señora se le cae la única moneda de diez centavos que tenía para viajar y se pone tan mal como si hubiera perdido la última posibilidad que quedaba en la tierra de hacerse un transplante de riñón. Pero lo que a mi me puso tan mal, fue la desesperación y la angustia de esa mujer que estaba parada al lado mio esperando para cruzar, por eso yo llegué a casa tan triste y vos no podías creer que fuera ese el motivo, y me preguntabas, pero alguien te pegó en la calle, se terminaron todos los Shimmy de vainilla con corazón de dulce de leche del planeta, no podés desplegar tus alas, y por eso llorás. No Yulai, escuchá: a la señora se le cae la moneda y por querer recuperarla, se cae de rodillas en la zanja y ahora no sólo le falta esa moneda, sino que tiene el pantalón mojado y roto, y las rodillas lastimadas, y pobre mujer Yulai, tenías que verla. Y en la desesperación, le pegó a su hijo que no había hecho nada, pero la ligó, de rebote. Y quizás a ese chiquito también ella lo hizo malo con esa actitud porque él, qué culpa tenía Yulai, si sólo estaba ahí, parado al lado de la madre, agarrado de su mano, esperando para cruzar, con esos ojitos de querer encontrar una estrella fugáz en el verde del semáforo.

Yo te prometo Yulai que voy a intentar no llorar por algunas cuestiones como si se me rompe la bolsa de basura justo en el hall de entrada y tengo que volver a bajar con el escobillón y limpiar todo, o si se me salta el esmalte rojo que acabo de ponerme en las uñas, o si el helado de mousse de limón es blanco y no amarillo como me gusta a mi, o si la camarera se equivoca y me trae el lomito completo y no sólo con lechuga y tomate, como yo quería.

Eso si, si de repente en ese concurso de televisión, muestran al chico que corría en autos y ahora no puede hacerlo más porque está en una silla de ruedas esperando por un disco artificial, Yulai, entendeme, si derramo una lágrima es porque siento compasión por ese muchacho, que necesita lo mismo que yo necesité y que conseguí, no te digo de la noche a la mañana, pero si en un par de semanas, que no fueron más de tres, y fue sin necesidad de ir a ningún programa de televisión, y soñar, y emocionarme ante las cámaras, y menos mal que dimos con San Gobbi y San Lanari, y tantos otros santos que colocaron tan pero tan bien el disco, que yo ya no me caigo más al piso ni me hago pis encima, qué maravilla Yulai, lo que es el avance de la ciencia.

Mirá Yulai, yo no sé qué fue lo que me llevó a derramar la primera lágrima después de esos siete años que estuve sin llorar, ni siquiera por motivos, como la muerte de la abuela, o el fin de la edición limitada de Ades pomelo, lo que si sé, es que un día daba vueltas alrededor de la plaza de Villa del Parque, y vi un banco pintado de blanco al lado de la calesita. Tenía frases, nombres, dibujos, con marcador indeleble: "tuti te amo", "somos tres gatitas que animamos tu fiestita", el dibujo de un corazón, EGRESADOS 1992 (el mismo año que egresé yo), el dibujo de una chica superpoderosa, "zulema, llamame o te mato", y yo no sé si fue la canción de las trillizas de oro que se escuchaba de fondo, o el efecto que hicieron en mi retina las luces del helicóptero espacial que subía y bajaba, subía y bajaba, o los gritos del calesitero agitando el manojo de sortijas con su mano, pero de repente yo me encontré bajando las armas y despojándome de mi escudo de tortuga ninja con el que me había protegido durante tantos años, dejándolo en un banco de plaza blanco con letras y dibujos negros.

Y es cierto Yulai, que lloro por todo, pero entendeme, sin caparazón te queda la piel al descubierto, y como yo me arranqué de cuajo la coraza, porque asi soy, nunca ubicada en ese punto de equilibrio en el que la rama no se cae ni para un lado ni para el otro, ahora estoy como llena de llagas, entendés, y los métodos para curarme que estoy utilizando, cicatrizan muy lentamente. Igual, como yo nací de este lado de la pantalla, no del de allá, en Discovery Channel, decidí que no soy más tortuga: ni ninja, ni de tierra, ni marina. Mejor ser mujer, y si te duele, o te arde, no sé, subite a la calesita, pedí que te pongan a todo volúmen el hitazo "Señor Avión", de Cantaniño, y volá, volá, o subite al burro pepe que se cree un toro y dá vueltas como loco y te transporta, al menos por un rato, a otra galaxia, en la que te sentís como si estuvieras en esa caminata lunar a la que íbamos cuando éramos chicas, en la que nuestros cuerpos estaban flotando, suspendidos en el aire, o cayendo en cámara lenta sobre ese colchón inflable, que era un poco como estar en las nubes y en el que no tener escudo no dolía.
Mirá Yulai, me saqué la sortija, vuelta gratis, venís?

domingo, 10 de agosto de 2008

Hoy

Te confieso Yulai, que hoy mi ánimo es:

Lo más parecido a esos departamentos antiguos, poco ventilados, con paredes en verde agua o celeste, con cuadritos de alguna virgen y ataditos de flores secas. Con naftalina en los placares y caracoles juntados en alguna playa no muy lejana, por todos los rincones.
Es irritante, como esos sweaters que te hacen picar o como las migas en la cama.
Es como cuando se te pegotean las manos con la cáscara de la naranja. O como el olor a mandarina que no te podés quitar en toda la tarde, y para qué comí eso de postre o por qué no la pelé con cuchillo y tenedor.
Es molesto, como cuando un guante de goma está pinchado o cuando te entra agua por la manga de la remera o la camisa, y se te moja hasta el codo y qué bronca me da.
Es deprimente, como las siete de la tarde del domingo, cuando íbamos al colegio.
Es aburrido, como el guiso de lentejas.

Es.............espero que mañana sea otro día!

lunes, 4 de agosto de 2008

Horóscopo

4 de agosto, Acuario - Amor: Trata de comunicarle a tu pareja de forma clara y concreta tus verdaderos sentimientos, no puede adivinar lo que te pasa.

Y claro, cómo va a adivinar lo que me pasa, Yulai, si ya lo escribió Isabel Allende en "La Suma de los Días": Su novio esperándola en un rincón, impaciente porque ella no se acercaba, y ella esperando que él la sacar a bailar.

No te digo Yulai, que el amor es un desencuentro absoluto. Porque si no explicame, cómo se entiende, que cuando yo esperé toda la vida que Rey viniera corriendo a mis brazos, el mismo día en que él se tomó un avión para darme una sorpresa, y cuando en el minuto cero de mi cumpleaños tocó el timbre de casa, con kilos y kilos de helado de mis gustos preferidos, yo estaba recortanto corazones de diferentes tamaños y colores para hacerle una tarjeta por el día de San Valentín, a otro que no era Rey. Y ese otro, en ese momento en el que yo, de manera desprolija pero con mucho esmero, recortaba corazones, ya no me miraba porque como siempre, yo me encargué de boicotear la relación Yulai, y cómo vos te vas a enamorar de mi si yo soy una loca de mierda. Es que es eso justamente lo que me enamora cada día más de vos, respondió él, mirándome absorto, y podría haber sido el poema de amor más maravilloso, no te digo del planeta pero si de esos que te venían en los chicles Bazooka de frutilla. Pero no, ella insistía en que: si me amás por eso, estás loco, y como estás loco, yo doy media vuelta y me voy porque para locos ya me alcanza conmigo, y Nike running, chau, si te he visto no me acuerdo, y a mirar para otro lado, o para el horizonte, o para la línea esa finita que divide el río del mar de la que habla Juan en su última novela, esa que a mi me gustó tanto porque decime Yulai, si no es la historia del futuro entre Rey y yo. Y no me refiero a las enfermedades terminales, claro, pero si al reencuentro con ese novio o novia de toda la vida, y el darse cuenta del tiempo perdido en vano y, aunque en realidad no creo que vaya a poder ser como en la novela, porque Rey detesta la playa y no iría hasta la base siquiera de un médano ni por amor a su propia madre, por lo tanto, Juan tendría que hacernos el favor de escribirla nuevamente en algún lugar de montaña, aunque en ese caso, la que no iría a la montaña soy yo, y no te digo, de nuevo, desencuentro total: Rey de campamento en los Andes, con tan sólo una campera y una ollita, y yo en un hotel cinco estrellas en la costa atlántica o en el caribe, con dos bolsos, más "el de mano", con diecisiete pares de zapatos, cuatro jeans y veincitinco musculosas, para diez dias. Venís conmigo Yulai?

Te digo que yo ya perdí las esperanzas de poder entendernos entre hombres y mujeres. Te das cuenta Yulai, si es nuestro tema de conversación mientras tomamos café con leche antes de irnos a la cama y vos te reís porque uso ojotas de goma con medias y yo de tus pijamas largos: vivimos incomunicados, pero pareciera que es eso lo que nos gusta, o justamente por esos desencuentros es que nos buscamos tanto, como queriendo encontrar en el otro, eso que nos falta. Proust también dio en la tecla, Yulai, y ya sé que decís que "cómo hincho con eso", pero no te parece más que acertado eso que dijo: "Uno no se enamora del otro, sino de lo que el otro genera en uno".

Yo si me enamoro de lo que él genera en mi. A mi me enamora que a él le gusten mis pies por la forma en la que con mis talones, me aferro al piso, al suelo, a la tierra. Y cuando él me dice que es como si yo quisiera hechar raíces, me enamoro todavía más, y siento que crezco, como un árbol, hacia arriba, bien arriba. Y mis brazos son como ramas largas, que se extienden hacia el cielo, como queriendo atrapar algunas estrellas, o colgarme de la luna.Y siento que me crece el pelo, como en ese sueño en el que me vi con esa cabellera entre rubia y castaño claro, natural, sin tinturas, como en la época en la que todavía no había descubierto el engaño, la mentira, la traición. Porque, qué es acaso la tintura, si no es un engaño, Yulai. Y querés decirme para qué me teñí de negro azulado yo, además de para manchar las pantuflas blancas nuevas, y la cortina del baño, también blanca. Las dos sabemos muy bien que no fue sólo para mi personaje de Gitana en Cármen, porque la directora ni siquiera lo había pedido. Asumamos Yulai que fue para revelarme, para defenderme, y para actuar de barrera de mi misma, e intentar cuidarme a mi de mi, valga la redundancia. También me enamora que me haga descubrir la sensualidad de mi boca al recorrerlo, la curva de mi cintura al estirarme al lado suyo, y la locura de mis pelos al rodar entrelazados.
Me enamora que me provoque pensamientos como que quizás compartir el mate no sea tan tremendo, o que si me hace una tostada con manteca y dulce de leche, puedo aceptarla sin morir en el intento, porque es como una demostración de amor, no Yulai, y ya lo dice la canción: "Qué es la vida, si no hay cariño, es como un árbol que sin hojas se quedó".

sábado, 2 de agosto de 2008

PD:

Novia nueva si. Novia nueva de diecinueve años, también. Aunque no pueda competir con eso ni comiendo tres frascos por día de Roc con retinol anticelulitis, ni aunque Marta me haga masajes, drenaje linfático, vendas frías, y baños de algas, cinco veces a la semana. Pero tener un hijo, y llamarlo Santiago, ahí te juro que primero voy a golpear con los puños de mis manos muy pero muy fuerte contra la mesa de algarrobo. Después voy a cortar con un cuchillo el acolchado de plumas que cubre mi cama de dos plazas que uso sola, y después, me voy a ahorcar con la última tanga de Victorias Secret con hilos de oro que Ceci me trajo de Miami. Y eso sería tremendo, porque además de que es divina, y sería una desgracia utilizarla para un suicidio, me salió trescientos dólares. Y eso para una tanga , es mucha plata, por más hilos dorados que tenga bordados.
Hijos no. Pero si llegás a tener uno, cosa que va a suceder y yo voy a salir corriendo como una estúpida a comprar esa revista que tiene en la tapa la nota sobre: "Mi ex fué papá", Santiago no le pongas jamás. Porque me vas a romper el corazón en pedazos. Y yo sé que vos no querés que yo sufra. Y juralo por los ravioles de verdura que nunca te supe cocinar y por todas las veces que te desperté con el ruido del secador de pelo, que Santiago a un hijo tuyo, con una mujer que no sea yo, no le vas a poner jamás.

(Aunque pensándolo bien, si le ponés otro nombre, tampoco estaría muy bueno).

Puerto Corazón

Querida, abrí los ojos. No edites en tu mente sólo las escenas lindas, las románticas, las agradables, que a propósito son más trucadas que reales. Quitale el photoshop a esas imágenes y recordá también, cuando no podías escapar y te quedabas paralizada, inmóvil, absorviendo toda esa mierda, como un sesto de sangre, huesos y carne.

Después de la discografía todo se mide con otra vara. No es lo mismo que te dejen un 1º de mayo del año 2000 a las once y cuarto de la noche, que ocho años después habiendo padecido estos pinchazos inescrupulosos y sin anestesia, en tu columna.
Ahora si me dejás de amar, no te digo que no voy a llorar, pero no tanto como antes. La vida es un juego, nena, divertite. Qué es esto de estar llorando "por los siglos de los siglos". Pero quién sos, María Magdalena, telopidoporfavor. María Magdalena era la que lloraba o la que cosía esperando a su amado, Yulai. Y la de la hebra esa tan larga que cosió un vestido y le sobró un poco?. Yo lo que sí sé es que el que decía "vístanme despacio que estoy apurado", era Napoleón, de eso no tengo dudas porque mamá lo repitió hasta el cansancio y cuando yo corría porque no llegába a la clase de expresión corporal, ella me repetía la frase y si, tenía razón, era peor correr. Siempre es peor correr, porque es como que uno lo hace para no pensar. No pensás Yulai, que tal vez mis discos y mis cuerdas vocales se deshidratan por tantos años de llanto ininterrumpido?. A vos te parece, seguir preocupándome por estas cuestiones. Si es verdad que allá no me reía, y tenés razón, que esta alegría, y las risas, y los bailes en casa no se cambian por nada del mundo, pero escuchame, Yulai, "el corazón tiene razones que la razón no entiende". Ok, no me mires asi, y menos que menos me revolees la valerina amarilla por la cabeza. Sé que detestás estas cursilerías y es verdad, menos amor propio, querida. Tatuate esto en tu mente: sacátelo de la cabeza. Y quitale tu corazón y entregátelo a vos misma, me gusta eso. Y ahora, reíte y rehidratate.
Y ya lo dijo la reumatóloga, que "tu enfermedad avanza según cómo vos estés animicamente", y siguió: "hacé sólo lo que te dé placer"...............y yo acá pensando si voy o no al bautismo de la hija del vecino de la abuela de mi amiga del jardín de infantes, pero por favor. Y hasta el neurólogo se solidarizó y me dio autorización para "matar directamente", a quien provocara en mi, estas migrañas asesinas (so i will kill him).

Claro, pero ella, en qué se declara cuando se entera de estos noticiones; en huelga de hambre. Ah no, querida, no puede ser todo una excusa para que se te cierre el estómago. Pero abrilo de una patada y festejá comiendo panchos como en el sueño de anoche. Acaso no sos una hermosa mujer, hecha y derecha, que tiene su regla en fecha y ya no sufre de "esos problemas".

Por qué me cuesta tanto Yulai, soltar las amarras de este barco varado en el puerto de mi corazón, cargado de pasado. Aunque te confieso, que por momentos, como cuando nado, lo intento, y en cada brazada siento que lo logro, y mirá cómo reacciono cuando la máquina gigante emprende el viaje contrario al mio y con su bocina me dice "adios": camino por el muelle, con un vestido largo y blanco, pero que no es "de novia", estoy descalza, por supuesto, y el viento me despeina, cómo no. Soy rubia, como en esa foto que me sacaron en la terraza del departamento de Mar del Plata, tengo un camisón amarillo y el pelo "rubio oro" me llega hasta la cintura. Abajo en la cocina, mamá prepara las tostadas con manteca y el café con leche. Papá saca esa foto que quedará por siempre junto a la otra en la que estoy con el bote inflable en la pileta de la casa de Devoto, la otra en la que estoy disfrazada de la mujer maravilla, la del gorro de lona blanco, y la del jardín japonés, con jeans, camisa hippie y sandalias franciscanas azules. En esas fotos, como en mis sueños, hay luz en mis ojos. Sonrío. Soy feliz. Y lo más importante, en todas se perfilaba que de grande, sería una mujer despeinada.