sábado, 24 de mayo de 2008

Oh, no!

Se me cae por segunda vez en el mismo mes, la licuadora desde bien arriba de la mesada. La segunda vez, en el mismo mes, pero no la misma licuadora, la primera quedó hecha trisas.La puse allá, lejos, más bien pegada al zócalo, pero cuando me fui a chequear mi correo electrónico (decí mails, pelotuda), ella caminó, caminó, caminó, y pasito a paso como Manuelita, llegó al borde desde el que se tiró suicida dejándome sin las últimas cinco mitades de durazno en lata que tenía en la heladera, osea, sin dos duraznos y medio.

Sentada en el piso de la cocina, con el camisón verde que me estrené cuando me operaron (doctor, con esto se me ve el culo), y mis medias celestes y blancas como la bandera, observo, llevándome las manos a la cara, a la boca, más propiamente dicho, la mezcla de duraznos, agua y almíbar desparramada en el piso. Y digo Oh, no; y digo la puta madre, y lloro, y pienso cómo voy a hacer ahora para limpiar todo esto, si a mi, hasta barrer me hace doler la cintura.

Y pienso qué diría Millie, con su sonrisa de "no tengo más tránsito lento", acerca de esto: vos sos muy atolondrada, es por eso, chiquita, tenés que estar tranquila, (no soy tranquila Millie); vos respirá, decí om, mentalizate...........por qué no hacés yoga? Porque no puedo Millie, no me dejan. Vos pensás que el yoga es buena para todos, yo si llego a hacer el gato me quedo ahi, dura for ever and ever).

Sigo con las manos en la cara, en mi boca, y ahora me rió por no llorar, y vuelvo a decir Oh, no. Y me reto, y me enojo, y recuerdo: segunda vez en el mismo mes que se te cae una licuadora desde arriba de la mesada y tenés que bancarte limpiar todo este enchastre vestida con camisón verde y medias color de la bandera de mi patria.
Lloro, me rió, me reto, digo Oh, no, de nuevo, y sentencio: vos no aprendés más, no tenés cura.