sábado, 17 de mayo de 2008

Anestesiada

Mi sangre corre
como un río inerte
sin destino,
por mis venas apagadas.

Mi piel
sigue siendo
mi órgano mayor,
y respira indomable
a través de mis poros dilatados.

Mi corazón
late inconsciente,
absorto del mundo
que ya no me rodea.