Ayer me vi la última de Woody (Allen)
Nada que ver con la vida en Villa del Parque: Aromi, y "una lágrima en vaso de vidrio, por favor", y no me pasa ni la mitad de lo que a estas dos en esa noche de bares, alcohol y propuestas indecentes. En el barrio nadie te va a invitar a volar a Oviedo para hacer el amor de a tres, imaginate.
Javier, es un seductor nato. Penélope, una mujer hermosa. Scarlett, engordó desde la última película. A la que hace de Vicky, no la conocía, pero es preciosa, y su fascinación al escuchar esas guitarras, me recordaba a la mía cuando paseábamos por el norte del continente con esa familia que ya casi no vemos. (Después, llorar en un avión que tuvo que aterrizar de emergencia en Caracas porque un hombre se nos murió en pleno vuelo).
La rubia que engaña a su marido porque "lo amo pero ya no estoy enamorada de él", me hace acordar a la tía I.
El futuro esposo de Vicky, pobre, es divino y le pone onda, pero la llama demasiado seguido por teléfono e insiste con organizar una fiesta de casamiento con bombos y platillos. Me agota. Y lo peor, debe ser muy básico en la cama.
El esposo de la rubia, juega golf y compra cuadros carísimos, y está como muy pendiente de su mujer, pero quién dice que entre hoyo y hoyo, no engañe también a su esposa que siente tanta culpa por besarse en balcones de mansiones con su amante casi veinte años más joven que ella.
El trío Scarlett, Penélope, Bardem, no me lo creí. Pero la parte en la que pintan, si. Penélope con su tela estirada en el piso, con el pelo revuelto y descalza, como debe ser, Javier, en otro de los cuartos, y Scarlett, apartada, observándolos "desde afuera", como hace con el resto de las cosas, a través de la lente de su cámara de fotos.
La parte de teníamos casi todo pero "Qué nos faltaba Juan Antonio?", la entendí perfectamente. A quién no le pasó. A quién no le pasa. Siempre "falta algo". La queja constante. El tema de poner en la balanza, y ceder, y fijate qué pesa más, y bla bla. Medio que por momentos me sentía identificada con Cristina, "que aceptaba el dolor como un inevitable elemento de la pasión" y unicamente sabía lo que no quería.
Y Vicky, en cambio, no toleraba el sufrimiento ni la apasionaba el conflicto, era afirmada y realista y entendía la "belleza del compromiso". Bien dicho: "era". Parecía ser la más encaminada y segura, y terminó como pasa casi siempre, tanto querer tener todo bajo control, al final, medio que las cosas se te van de las manos, y qué estoy haciendo, y esta no soy yo, y me desconozco, y la estantería pum, al piso. Como esa que no puede entender como yo soy capaz de trabajar desnuda pero, fijate, por casa, cómo andamos.
Y si como dice Javier, "la vida es corta, aburrida, y está llena de dolor, el truco es disfrutarla, aceptando que no tiene ningún sentido". Ni siquiera el amor verdadero le da sentido a la vida, porque el amor, como todo, es tan fugáz".....tan efímero, tan ficcionado e irreal, que mirá, qué se yo, hoy es hoy y acá estamos, tomando agua con hielitos y amándonos una vez por semana, y mañana, veremos. Si, ya sé: nada es lo que parece.
Y un poco que me pasa lo que a él: para afuera soy despreocupada, nada me importa, la vida es corta y esas cosas, pero todos mis miedos, se me van a la cabeza. Y así estamos: con el cuello hecho una roca (tocá).
(Woody Allen me gusta gracias a que Elo me hizo conocerlo).