Fijate que Él me pregunta si vi Taxi Driver, y ante la mención de tal "peliculón", a mi lo único que se me viene a la mente, son las imágenes de Solita y Claudio (García Satur), y el taxi amarillo y negro, y ella con el pelo rubio, recogido, y su sonrisa de siempre, y él, tan apuesto, con todos esos años menos. Nunca pensar en Jodie, o en Robert, como es debido. No.
Y Él no lo puede creer. Y medio que atina a decir: "no, mi amor, Solita, no", pero se calla. Y se lleva la mano derecha a la cabeza como diciendo: inexplicable.
Y tampoco puede creer que yo no sepa cuál es Mercedes, a pesar de haber vivido en Devoto casi veinte años.
Mejor lo del auto ni se lo cuento: que cuando mi papá me lo prestaba, yo, para ir a algún lugar, hacía el recorrido del colectivo que me llevaba hasta ahí, deteniéndome en cada parada, porque si no me perdía.
Tampoco puede creer que no haya visto Pulp Fiction, "que es un clásico".
Pero fijate que yo no soy clásica, ni hago esas cosas clásicas que suele hacer la gente. Porque a mi, viste que eso del vestido blanco, e ir a doscientas pruebas de peinados, y elegir con mi novio el tema para entrar al salón. Ni hablar del tema del corte de la torta, las dos manos entrelazadas, listos preparados ya, mirar a la cámara, y a mi seguro que se desmoronan los cinco pisos recubiertos con merengue. Ni los zapatos blancos. Porque zapatos blancos y esmalte nacarado en las uñas, es no haber entendido nada de nada. Ni hablar de las sandalias con medias de nylon. Aunque sean sin puntera. Hay cosas que definitivamente me ponen mal.
Qué onda la chica esa que va sentada en el 109, con vestido rojo a lunares blancos, con voladitos en todas las terminaciones, y zapatos al tono. Si, rojos con lunares blancos. (Me pregunto: ni una madre, ni un vecino, no sé, el almacenero "de abajo de casa", que te advierta que asi, nena, parecés la hormiga Titina).
Menos que menos pasarme un domingo entero recorriendo casas de grifería para elegir qué canilla va en cada baño o discutir sobre si vamos a poner o no duchador. Si cuando aquella vez tuvimos que elegir el color de las paredes, lo resolvimos en tres minutos y medio por reloj. Cerramos el catálogo, nos miramos y, por éstas cosas las parejas se pelean, nos preguntamos. Imaginate que ni yo siquiera sé lo que es el porcelanato.
Y no te digo que ando por la vida como una de las "diez mejores vestidas del mundo", pero vestido rojo con lunares blancos, no. Y además, de mi, nunca vas a recibir como recuerdo de mis vacaciones, un caracol con un lobo marino fosforescente en la punta que diga: "yo estuve en Las Toninas". Ni soy de las que le ponen una funda negra al sillón blanco, para que no se ensucie. Ni dejo las flores en agua con el celofán en el que vienen envueltas.
Y fijate que no, que Pulp Fiction no la vi.