lunes, 29 de octubre de 2007

Ella y nos nombres VI

Se preguntaba qué pasaría si una nena llamada Dulce o Linda, resultaba ser de grande, fea o malhumorada. Ella decía que ese tipo de nombres era mejor ponerlos más adelante, para ir viendo cómo era uno, no sólo físicamente sino también en su personalidad. Y con esto de la personalidad, a ella le parecía que algunas personas mayores eran como desautorizadas por sus nombres: ¿Cómo respetar a un jefe de cincuenta años, llamado Lucas? Al menos ella creía que Lucas era nombre de nene, de adolescente como máximo, pero no de adulto.
De la misma manera no podía concebir la idea de un bebé que se llamara Susana, Elsa, Haydee. Le parecían nombres de adultos.
Ella pensaba que debía haber nombres para cada edad o etapas de la vida: niñez, adolescencia, adultez. Sol le parecía hermoso como nombre de nena, pero no podía pensar en esa misma nena (con ese mismo nombre) cuando fuera abuela.