Surgía una salida para ir a bailar.
Yo me probaba ropa para salir. Manchaba cada remera negra que me ponía, con desodorante, blanco. Ese que "no mancha la ropa". Hasta en los sueños me persigue la mancha con desodorante. Me la sacaba. Manchaba otra. Me la sacaba, manchaba otra, y así hasta vaciar todos y cada uno de mis cajones y entonces, sobre mi cama, además de papeles, la cartera dada vuelta, los pañuelos de papel usados (y los sin usar, pero con ese paquete destrozado que me da tanto asco........) ahora también había remeras negras. Manchadas de blanco.
En el living, estaban mis apuntes, carpetas, libros, todos tirados. Se levantaba viento y se volaban. Me desesperaba.
En el baño, también había dejado cosas desparramadas.
Todo era un caos.
Me volvía a probar más remeras negras, que no se de dónde habían salido, pero ahí estaban, esperando ser probadas. Y manchadas. Con desodorante. Blanco.
Llegaba la hora de irme a bailar.
La fobia al encierro de esos lugares, el humo, la música tan fuerte, los hombres que te preguntan de qué signo sos o siempre venís a bailar acá, hizo que me despertara.
Menos mal, no sé con qué remera hubiera ido finalmente. No me quedaba una sola sin manchar. Con desodorante.
Blanco.