Una hora y media arriba del 146. Decí que estaba tan feliz por esto de estar recuperando las ganas de vivir que me lo tomé bastante relajada, aunque, para qué negártelo Yulai, a la hora y dieciocho minutos, casi me pongo a llorar, y hasta saqué las carilinas de la cartera, como para entrar en clima, y llegué a hacer el puchero previo a derramar lágrimas, pero me vi reflejada en esa ventanilla que tenía enfrente mio y cómo vas a llorar por esto.
En la parada, mientras yo esperaba el colectivo y un taxista discutía con cuatro policías sobre:
déme el documento, no, no se lo doy, mire que llamo al móvil, llamá a quien quieras, ese chico que me decía, estás tan buena, pero tan buena nena, y como que con la mirada de arriba a abajo, me untaba con manteca, y me comía, y me arrancaba el tapadito nuevo, y me sacaba la remera y la dejaba tirada en la vereda, del lado del revés, porque no había tiempo que perder, pero dejame las botas azules que hace frío. Te gusta el encaje blanco?.
Pero no, no puedo, yo había dicho que nunca más a esta vida loca, había dicho que no salía más con hombres comprometidos, pero cómo se resiste una a un mensaje de jueves al atardecer: tragos esta noche?. Imposible decir no, pero te prometo Yulai que es la despedida de esta vida de chica que desparrama corpiños en sillones desconocidos y deja pantalones tirados en pisos de madera ajenos. Si pensándolo bien, qué sentido tiene. Es tan decadente como un jean demasiado ajustado después de los cincuenta: flash back a la adolescencia en un taxi Premium; sala de espera espejada, luces de colores y botones por todas partes, y una mucama en los pasillos, y viajar con otra pareja en el ascensor, y esa música tan de micro de larga distancia que va hacia la costa. Mejor quedarse en casa, joguineta gris, manchada con aceite justo ahí en la entrepierna, ojotas con medias, pero qué glamorosa, y alfajores de maicena mojados en el café con leche.
Es que por momentos quería bajarme y correr, te juro, o mejor sobrevolar la ciudad por encima de los autos, los colectivos, los piquetes...........todas las ventanillas cerradas, olor a chizito, a queso rallado, a pelo sucio, a caño, acaso nadie puede abrir una ventana. Que se rompa la máquina expendedora de boletos y lleguemos sin escalas hasta Beiró y Cuenca, te lo pido por favor.
Y en lugar de llorar, intenté abstraerme del embotellamiento y me puse a recordar algunas cosas, como la noche en la que casi de madrugada llegué de sorpresa a la casa de M., y se puso tan contento, y me invitó a que quedarme con él, y miramos películas tirados en su cama, comiendo helado, de menta con chocolate yo, de dulce de leche granizado él, y después nos reímos como locos con esa conductora del cable que tenía demasiado colágeno en los labios y hablaba en neutro sobre el sexo tántrico, y nos dijimos cuánto nos queríamos, y nos abrazamos, y yo le agradecí el haberme salvado de la peor de las pesadillas, y nos miramos a los ojos, y me disculpé por haberlo mandado de vuelta de aquellas vacaciones en las que mientras lo esperaba, me enamoré de otro comiendo churros en la playa, y lloramos un poco, y nos volvimos a mirar, y nos dormimos con la promesa de no claudicar, y cumplimos, pero sólo hasta dos días después en el que nos enroscamos en un sueño arriba de una nube, y al otro día despertamos y nos queríamos más que antes.
Bajar y sentir ese frío en la cara, y respirar aire libre de olores concentrados. Y comprar maquinitas de afeitar en la perfumería esa que vende caro, pero en la que compro algunas cosas, por darles una mano, me da una lástima que Farmacity se los coma. Aunque "Farma" me encanta, es como mi shopping. A vos no te dan ganas de tener uno abajo de casa y si un día no te podés dormir ir a pasear ahí?. Debieran poner bar en Farmacity, aunque sea algunas mesitas, y si no queda bien que en una farmacia haya olor a lomo con papas fritas, despachar sólo cafetería y cuadraditos dulces de manzana o de coco, podría ser, no te parece Yulai?. O bueno, ensalada de apio con roquefort, cosas así.
Después miré absorta todas las vidrieras, y me atraen tanto los anillos lindos como los aros feos, y las medias con dibujos de vaquitas de san antonio o de las chicas super poderosas, como los maxi bolsos. Y unas cuadras más adelante, atún y barritas de cereal en el chino que está al lado de la plaza. Crucé de vereda y felicidad por ese número especial que titilaba en el visor negro y rojo. Y agua mineral en el super que está más cerca de casa, así no cargaba peso durante tantas cuadras, después, ay, después me crucé con ese chico tan guapo y tan pelirrojo, tocate la teta izquierda, (yo de esa superstición no me curé), seguí caminando, con esa garúa que como decía el tío y ahora dice la tía, "no moja pero empapa", que es tan molesta pero hoy no me afecta, porque ya superé el viaje en colectivo sin llorar, ya caminé como una sirena por las calles de mi barrio, ya hoy todo tiene otro color. Porque está bueno alejarse y desprenderse e intentar rodearte de cosas y gente linda, pero cómo me cuesta Yulai, porque viste que lo intento hace mil años, y creo que puedo pero no, la cosa se pone difícil cuando mi parte enferma se aburre. Pero yo le hago "trulalá" a esta humedad que me cala los huesos, y sonrío por encima de mis ojeras, y le agradezco esta felicidad a la gente de Aptra, al sodero de mi vida, a la señorita Susy de primer grado, que enviudó tan jóven, y a la comparsa Mari Mari, porque hoy, salió mi sol.