miércoles, 16 de julio de 2008

Despeinada

Frase del libro nuevo: "la risa cura, y el que se cura resuelve"

No te parece Yulai que no hay nada mejor que recibir como regalo de cumpleaños (número 33 o el que sea), un libro. Bueno, si, tal vez un tapper (de mediano a grande), lleno de arroz con leche, o un anillo de coco, o una bombacha con una mariposa naranja estampada en parte de adelante.
Viste Yulai, que la gente como que necesita decir cosas todo el tiempo, y antes era: "cumplís años el día de los enamorados", y ahora se agrega: "la edad de cristo". Falta el "yo a tu edad ya estaba casada y tenía tres hijos", y estamos hechos. Con lo sagrado que es el silencio.

Mejor todavía si tiene ese título: "La vida te despeina", porque es como que me veo reflejada en esa tapa con esa chica con pelos al viento, como que la ilustraron para mi, o como que soy yo misma la de la foto, porque a mi me gusta tanto andar despeinada por la vida. Yo no podría usar Spray o hacerme un peinado recogido y sofisticado para una fiesta. Y a veces me gusta escaparme especialmente a amanecer despeinada en otras casas, mejor dicho, en su casa, y pararme así, una mañana de calor cualquiera, apoyada sobre el marco color madera de la puerta, con esa cara de dormida que me hace más grande la boca y más chicos los ojos, y que él, cuando con sus calzoncillos blancos va camino al baño, pase por al lado mio, y me agarre de la cintura, y me mire, y me bese, y no hace falta que digas nada.

Y te acordás que otra vez, otro día, otra noche, te eché de mi casa, y ni tiempo de ponerte el reloj te di, y quedó ahí, sobre mi mesa de luz, plateado y frío, delatando segundo a segundo, tic-tac, tic-tac, la evidencia del paso del tiempo. Y en un arranque, y por no tirarlo en el tacho de basura o meterlo en la heladera junto con los tomates, lo guardé en uno de los cajones del placard, pero bien abajo de una pila de remeras, para no angustiarme recordando el tiempo perdido.

Y cuando enojada y después de bajar a abrirte, me fui a fumar al balcón, como que alguien me sacudió y me dijo: mirá nena, divertite, y pude ver en el departamento de enfrente, en vivo y en directo, aunque detrás de las persianas entreabiertas, a esa pareja haciendo el amor, de manera tan sincronizada y correcta, que parecía que estaba todo guionado. Igual se veía bien porque tenían la luz encendida, y era como estar en el auto cine, pero sin el Renault 12, y un poco me dieron lástima, y otro poco risa, y un poco sentí envidia, porque al menos lo hacían así, de manera ordenada y aburrida, pero no estaban solos, o ella no estaba sola como yo, con mi bata de toalla blanca y mis pelos despeinados para nadie, sin mi hombre de brazos largos y camisas afuera del pantalón. Porque las chicas despeinadas como yo, nos merecemos eso, hombres de brazos largos, capaces de llegar a mis lumbares a través de este tajo que tiene mi camisa roja en la espalda, y no divorciados hace menos de un año como vos, que se hacen los pulcros y se peinan con gel, pero en realidad son unos puercos porque en The Oldest querías tocarme las tetas, y que la gente de las otras mesas lo viera, y vos te sintieras grande, y hasta se te notaba en la cara que era como que escuchabas los aplausos y las ovaciones de "genio, genio", por estar con una mujer tan hermosa y despeinada como yo. Y coronó la noche escuchar a esa gata en celo, maullando como una perra en el techo de chapas del galpón de al lado del edificio. Y yo no sabía si largarme a llorar, si llamarlo a Rey, si morder con furia hasta destrozarla, la cajita de mis Marlboro box light ten, (no, mejor no llamarlo a Rey), o si bajar a la Shell de la esquina y comprarme dos copas Cindor y una Patoruzito, que sería lo más parecido a suicidarme, o si mejor, generar endorfinas, riéndome mucho, y no digo tapar los errores Yulai, así como tirándoles tierra encima pero sin hacer bien el pozo, pero si olvidarlos por un rato, como para aliviar esta sensación, mezcla de enojo, bronca y dolor que me tiene el entrecejo fruncido y se me marca acá, y después no hay lápiz antiarrugas capáz de borrar el zurco profundo entre mis ojos que miran más allá. Mejor dejame por un rato acordarme de las vacaciones en Valeria del Mar, de la foto esa que nos sacamos con Elo y Juan en el Pato Verde, de las tardes en el Tío Alberto, con películas, Fanta y maníes, de cuando jugábamos a hacernos milanesa, y así reírme un poco más, generar más endorfinas y poder curarme y resolver. O al menos intentarlo.

PD: vos decís Yulai, que un cuarto de dulce de membrillo y medio litro de vino es mucho para una sola mujer despeinada?