lunes, 21 de julio de 2008

Duelen los recuerdos (esta noche)

Grito un poco, y Yulai dice que mejor no hablemos, porque estoy alterada. Y tiene razón. Y lloro. Y se me hace un nudo en la garganta, que es como mi corazón, y casi cancelo la cena que ya estaba servida, pero no, lo dijiste esta mañana mientras caminabas en la plaza, "a paso firme, tomando consciencia de la respiración, creciendo hacia el cielo, generando espacio entre tus vértebras, visualizando tus discos hidratados como esponjas, embebidos en su líquido orgánico y vital", si te sabés de memoria la plegaria, fue al mejor estilo publicidad de musical de la Avenida Corrientes: la vida es hoy. No esperes a que las cosas sucedan para cambiar, cambiá, así las cosas suceden.

Y al final no lloré (por un rato).
Y comí.
Y planché tanta ropa que ya casi no queda nada en el canasto de mimbre, que ya casi no es canasto.
Y ahora tomo vino. Sólo un poco Yulai, te prometo que si mañana me duele la cabeza, no me quejo.
Y aunque después de la bronquitis dije "no fumo nunca más", me lamí uno de los dos Marlboro light que quedaron de antes de la tos. No están húmedos como creía.
Y el vino trae consecuencias, y sabés que me pasa Yulai, se me mezclan las montañas que rodeaban el refugio ese en el que te conté que pasamos la noche, con las sombras del departamento de enfrente. Y de repente siento el placer del aire congelado en mi cara, como si estuviera caminando en este mismo momento por las calles de tierra de ese pueblo demorado, pero me distrae ese gato negro trepando en la medianera de la casa de al lado. Y me da la sensación de que con un sólo salto puede llegar a nuestro balcón. Le tengo más miedo a los gatos que a los tigres de vengala. Ya sé que me vas a decir ahora "a qué no le tenés miedo vos?". Aunque te digo la verdad, no sé si eso que se me va acercando, es un gato chico o una rata enorme. Y acá la música está bien fuerte, pero a mi me aturde más el recuerdo del silencio absoluto de la noche. De las noches. De cuando éramos él y yo, y yo sentía que hacíamos un buen equipo, porque era mi marido perfecto porque no usaba camisas ni me pedía que aprendiera a cocinar. Y pensar que nos amábamos tanto que creíamos que nunca se iba a terminar el amor, el desamor, el.
Y ya se Yulai que a él no le gustaba ir a los casamientos, ni a las fiestas de quince o a los cumpleaños conmigo, pero me esperaba aunque yo llegara tarde de las funciones en el Luna Park con la comida que le había pedido: zanahoria rallada con huevo duro, pero qué menú tan elaborado, acaso no soy una mujer sofisticada. Y yo lo amaba porque no encontraba las llaves del auto, aunque las tuviera delante de sus narices y porque se olvidaba que día es mi cumpleaños o de cuántos años tengo. (Me habla la luna colgada en el cielo. Pero cuántos vasos de vino me tomé?).

Y sabés que es lo único que necesito ahora, Yulai, que Betty o Roberto me habiliten la pileta. Vos no podés entender cómo me puede gustar nadar con lo que implica armar el bolso, con la malla, el gorro, de lycra para el agua, de lana para cuando salgo, las ojotas, las antiparras, las cosas para bañarme, el secador de pelo, la crema para la cara porque con el cloro sentís que se te corta la piel en pedazos.
Y no hace falta que esté el médico, Betty, si con el guardavidas alcanza, acaso cómo hacíamos antes de esa ley que no permitía gente en la piscina sin un médico cerca. Quedate tranquila querida, hay tantos momentos para que eso suceda, no me voy a morir justo ahora, haceme el favor, dejame pasar, es sólo un rato. Y no enciendas las luces, si con lo que llega a entrar por las ventanas alcanza. Mirá bien, "si entra la luz, como un soplo de esperanza". Date cuenta, qué clase de hincha pelotas soy, que te llamo a las dos de la mañana para que me dejes nadar pero te regalo poesía acuática, un amor de persona soy, hincha pelotas pero con categoría. Tenés que ayudarme Betty, si vos sabés que no hay nada mejor que nadar sola, en paz, a oscuras. Acá no me da miedo, porque no hay aguas vivas como en Uruguay, ni tiburones como en las películas, y todo es mejor acá adentro porque en el agua no pesan las ausencias, ni duele el desamor, ni sangran los recuerdos. Acaso vos no tenés recuerdos sin cicatrizar, Betty?

Aunque yo creo Yulai, que lo mejor es acostarse. Y te prometo que mañana sólo té de cedrón o té con limón, o té de tilo, y que si me duele la cabeza, no voy a decir "ni mu". No más vino en las noches solitarias y tristes como hoy, en las que mi parte adicta se aburre, se olvida, perdona y deja pasar. Y sabés bien Yulai, que eso me hace enojar y me preocupa y me.

Sabés qué pasa Yulai, que cuando yo estoy en el agua me siento tan en mi centro y tan feliz, que puedo darle crédito a eso que dice Miguel, "que el amor es eterno mientras dura", y después, bueno, fijate, qué pasó con el amor que vivía en algún lugar de tu corazón, de tu cerebro, de tu sexo, si sanseacabó o qué.

Y cómo me gusta esa frase, la voy a estampar en una remera y me la voy a poner mañana mismo, para salir a caminar bajo la lluvia con mis botas de montar: amo el mar.