Esta carta la escribí y envié al diario CLARÍN a raíz del asesinato de Federico Edelman Anaya, que además de ser, en primer lugar un ser humano, era amigo de mi hermana desde que eran muy chiquitos. La carta fue publicada en el diario el viernes 2 de noviembre, y fueron muchas las repercusiones y la gente que me escribió al respecto. Lectores que ni siquiera conozco pero que como la mayoría de los argentinos, necesitamos la seguridad y la justicia tanto como el aire que respiramos...........(o para poder seguir respirando).
"CUANDO LA INSEGURIDAD NOS MIRA DE REOJO"
La inseguridad es, se sabe, cosa de todos los días. Pero si pasa a la vuelta de la casa de uno, y si encima, ese hombre que mataron por la espalda resultaba ser amigo de uno, la sensación de que "en cualquier momento a todos nos puede pasar", crece, se potencia, se agudiza. Y da miedo.
Mi hermana está impactada. _Tenía cara de dolor, dice, como sin poder creer que ese chico que dormía para siempre rodeado por maderas oscuras, era su amigo de la infancia.Te matan a un amigo "porque si", dice de nuevo, sin poder creerlo, presa de los brazos del impacto que nos provoca la muerte, llegue de la manera que llegue, anunciada o repentinamente.
Recién esta noche, cuando todos, como si nada, nos estemos preparando para empezar mañana una nueva semana, se cumplirán sólo tres días, sólo dos noches, sin Federico y sus sueños: nunca más se reirá, nunca más cantará, ni comprará el pan, nunca más regresará del trabajo para abrazar a sus amores: su mujer y sus hijos. Su hermana se quedó sin su único hermano. Su mamá y su papá, hoy están sentados al lado del cajón, velándolo, como hace años, "velaban" sus sueños al lado de la cuna. Y su abuelo, se preguntará qué sentido tuvo vivir tantos años, para ver morir a un nieto. Para ver como le arrancaban en un segundo, sangre de su sangre.
Inexplicable.
Ridículo.
Irónico. Pero no imposible, y al contrario, cada vez más común y frecuente en esta Argentina que cada día llora a más de una víctima de la inseguridad que nos rodea como el aire que respiramos. Cerca, latente, amenazante.
No le quitaron ni plata, ni electrodomésticos de los más caros, (ni de los otros), ni alhajas. Le robaron, para siempre, el más preciado de los bienes, el que no tiene absolutamente ningún precio, pero el que tiene el mayor de los valores. Le quitaron su vida. Por la espalda. Porque si.
Federico era una persona de bien. Educado con valores. Era una persona con buenos sentimientos, con sueños. Mi más sentido pésame para su familia. Y para él, una estrella especial, para que en el cielo, y lejos de la violencia de las calles de esta tierra, a la que lamentablemente nos estamos acostumbrando, su cara ya no refleje el dolor que aún tenía a pocas horas de que delincuentes feroces le robaran todo. Y un pedido especial, reiterado, de justicia, a las autoridades, que pudiendo hacer todo, o al menos algo, se hacen los sordos.