lunes, 30 de julio de 2007

El campo en la ciudad

Voy en el colectivo, camino a Palermo. Pasa por Chacarita. Da mil vueltas, sólo le falta pasar por La Boca. Me enerva.
Termino bajándome en Juan B. Justo y no se qué, porque como casi siempre, me pasé. Reconozco la zona porque en ese sanatorio que esta ahí, detrás mío, (también) me hice estudios: de columna, de rodilla, de mano, (cuando me enrosque con la manija de mi propio bolso de viaje y caí encima mío y me la rompí). Tantas vueltas para terminar a veinte cuadras de mi casa; haber sabido, caminaba. Aunque no, con estas zapatillas un talle mas chico que mi pie, no puedo. Me duele hasta el cerebro. "Eso se llama juventud", me dijo una señora. Yo opino que comprarse zapatos , zapatillas, botas, chicas, aunque al ponértelas, te duela el alma, se llama ser bastante enferma, ("te hace mal, no entendés", me dice mi hermana, y si, tiene razón, es absolutamente nocivo).
Es que zapatos apenas más grandes que mi pie, me dan "zapatos de travesti" y "prefiero sufrir antes de que se vea grande"."Estás loca" , sentencia una chica muy om, en la casa de deportes, mientras yo me pruebo esas botas de lona (chicas) y ella, que tiene la cara despejada, la piel radiante, el pelo brilloso, su bebe en brazos, camina con unas que se ven mucho más cómodas que las que yo intento ponerme...............me da la sensación de que come muchas nueces, avellanas, pan integral con miel, hace yoga y medita ..............y coge.

Mirá la vaca, mirá la vaca!!! grita un mujer, enloquecida. Me asusta. Me pregunto a dónde mierda fuimos a parar. Acaso este colectivo que parece un juego de plaza (tan lleno de caños amarillos, verdes, altos, bajos, desniveles, recovecos, agarraderas como esas de las trepadoras y a las que encima, no llego) no iba a Palermo. Tantas vueltas da, y tan concentrada en abortar el dolor de mis pies (y de mi cerebro) estoy que no me di cuenta de que llegamos al campo. Plenas vacaciones de invierno, con tal de sacar a las fieras a tomar aire, cualquier cosa. En la esquina por la que pasamos hay una carnicería. Y una vaca. De madera, mal pintada, con un pasto, yuyo, quizás es apio, en la boca. Esa vaca no dice muuuhhhhh, ni da leche, ni respira.

Yo tampoco puedo respirar con este dolor de pies, en mi mente.