lunes, 4 de mayo de 2009
Santo remedio
Elo entra en mi sueño de siesta: Estábamos las dos en el living de una casa con baldozas color terracota, fresca y amplia, con paredes bolseadas blancas, y almohadones de colores por todas partes. Yo estaba sentada en el suelo, tomando mate amargo. Ella, sentada en un sillón a unos metros, desde donde sus rulos colorados me miraban fijo. Ella decía algo así como: cuidate, no puede ser que trabajes tanto. También decía cosas sobre el amor. Yo simplemente la escuchaba. Al rato, se puso de pie, colgó el bolso de tela en su hombro derecho y caminó descalza hacia la puerta. Estaba cubierta sólo por ese pareo de colores que yo traje de Brasil. Cuando ya casi estaba por salir de la casa, se daba vuelta y me decía: cuando dejes de correr y de llorar, venite para la playa. Allá las penas de amor, se las lleva el mar.