domingo, 6 de septiembre de 2009

La Lección de Anatomía

Él: Cómo que no viste La Naranja Mecánica, vos justamente, que sos actriz, es un clásico.
Yo: No, no la vi pero fui a un casting para hacer la obra de teatro.
Él: De la Naranja Mecánica?
Yo: Si.

Y empecé a contarle con emoción, cómo fue ir a mi primer casting. Llegué a la tarde, temprano, y éramos un montón de personas en la calle, sentados en el piso, tomando Cepita en cartón chiquito y comiendo alfajores, galletitas, algunos sanwiches de jamón y queso. Después de hacer fila en la calle como dos horas, entramos al teatro y nos dieron un texto. No había que memorizarlo, nos dijeron, pero era importante recordar lo más posible. Dos horas más tarde, llegó mi turno. Subí sola al escenario, hice mi parte y "esperanos afuera que en un rato te decimos si tenés que volver o no". Para mi sorpresa, si, al director le gustó lo que hice y "venite en dos días pero ahora si, con esta letra aprendida de memoria".
No lo podía creer. Para mi el logro era haber podido ir a un casting, pero pasar a la segunda ronda, no lo esperaba, eso no me había sucedido ni en años de participar en Feliz Domingo. Recuerdo que salí del teatro y la llamé a Luciana desde un locutorio para contarle. Era la única que sabía sobre el asunto ya que me había llamado cuando yo estaba en la fila, en la calle, y no pude resistir contarle. No había querido decirle a nadie porque mi gran temor era llegar hasta la puerta y volverme sin siquiera intentarlo.
En la segunda prueba, también quedé, y ahora si, me tocaba la tercera y última etapa, que era la de aptitud física: veinticinco minutos de trote en el lugar, y en bolas. Era el mes de octubre, y yo hacía un tiempo, tenía dolores en mi rodilla izquierda, estaba preocupada por eso pero de todos modos, no iba a dejar pasar esa oportunidad. A los dos minutos de trote fijo, ya me caían lágrimas, a los cinco, me mordía el labio inferior para ver si así sentía menos dolor y lloraba en voz baja, a los diez, desistí, pedí disculpas y me bajé del escenario.
A los dos meses exactos, más precisamente el veintiuno de diciembre, me estaban operando de esa misma rodilla y pasé navidad con dolores y muletas, pero con tacos, no vaya una a perder la elegancia por una cirugía de rodilla. No podía ponerme una bombacha sola, pero los tacos, no podían faltar.

Él: Casting para La Naranja Mecánica decís? Estás segura? Trote fijo durante veinticinco minutos, y encima, desnuda.
Yo: Si.
Él: Qué raro.

Y yo no entendía qué era lo raro, pero ya que es un clásico, y yo que soy actriz, "no podía dejar de verla", él se ocupó de conseguirla. La vimos, tirados en el sillón, mientras comíamos panqueques con dulce de leche, un domingo de frío y sueño. A decir verdad, medio que la padecí. Hubiera preferido no ver un clásico, y en su lugar alguna infantil, una comedia romántica de esas para pasar el rato, o incluso alguna argentina, mirá lo que te digo.
Los dos esperábamos lo mismo: él que llegara la parte del trote, ya que no podía creer no recordarlo, después de haberlo visto "mil veces", y yo, estaba intrigada por conocer las caras de aquellos que resistían, calculo que sin problemas de rodillas, trotar en el lugar durante casi media hora , y en pelotas. Cómo harían las que tenían tetas grandes, y a ellos, no les duele el pito al correr desnudos, sin nada que se los sujete.
El clásico terminó, los panqueques, también, y la parte del trote, nunca llegó, y yo recién (pero recién, eh?) ahí, caí en la cuenta de que yo no había ido al casting para la Naranja Mecánica, sino al de La Lección de Anatomía.

Igual, sabelo, yo no soy como todas las actrices. Ni soy como todas en general. Yo no tengo el sueño de hacer el papel de Julieta en la historia de amor más grande de todos los tiempos, "como todas las actrices". Eso lo dijo Laura, y ése, será su sueño, no el mio.